Capítulo 41 | Los mensajes

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Capítulo 41: Los mensajes

Después de soltar mil quejas al respecto y de pensar mil explicaciones diferentes para ofrecer, finalmente mis ojos se encuentran con la entrada del instituto. De forma automática, mis pies se detienen antes de llegar.

Al instante me arrepiento de haber venido; no sirvió de nada mentalizarme horas atrás.

Dubitativa y sin saber qué hacer, opto por observar a mi alrededor de forma minuciosa, asegurándome de que ciertas personas no estén cerca.

Y sí, esas «ciertas personas» son Enzo y Félix.

Tuerzo una mueca antes de continuar caminando, y cabizbaja me apresuro en dirigirme hacia mi salón de clases; la idea es pasar desapercibida.

Al principio, no pensé que sería tan grave enviar dos ridículos mensajes a Félix en donde, prácticamente, estaba declarándome, pero ahora... cambié totalmente de opinión.

Todo rastro de valentía se esfumó al ver que quien leyó aquellos mensajes fue Enzo Kast, y que para colmo, pareció haber creído que iban en serio.

Jamás imaginé que él podría llegar a verlos.

Estoy segura de que si llego a cruzarme a alguno de los dos en este preciso momento, podría desmayarme de la vergüenza. Porque sí; a esta altura, Félix ya debe haberlos leído también.

O al menos eso creo, ya que no tuve forma de comprobarlo debido a que luego de recibir los mensajes de Enzo, solo alcancé a entrar en pánico y bloquear el contacto.

Nunca dejaré de repetir que mi suerte es un asco.

Ahora tengo que atreverme a acercarme a ambos y explicarles que lo que mandé fue solo parte de un reto...

Antes de venir, sonaba sencillo en mi mente, pero estando aquí me doy cuenta de que no, sobre todo porque existe la opción de que no me crean ni una palabra.

Agh.

¿Cómo es que voy a justificar el tema de los mensajes sin que se me caiga la cara de la vergüenza?

Recuerdo que en su momento pensé algo como «Los mensajes se ven falsos, solo un imbécil podría creerse algo así»

¿Y quién fue ese imbécil?

Enzo Kast.

Parece una maldita broma.

Debería dejar de meterme en esta clase de problemas de una vez por todas; ¿Por qué el último año escolar de mis compañeros no es tan desastroso como el mío? Me parece injusto.

Maldiciendo entre dientes y rezando para que nadie me note, doy los últimos pasos que me quedan para ingresar a mi salón. Al menos evitarlos me salió bien.

Por ahora.

Tengo suerte de no compartir clases con Félix y Enzo, de lo contrario, ya hubiera entrado en pánico otra vez.

Por supuesto sé que tengo que aclararles las cosas a ambos, pero eso será cuando junte valor y encuentre las palabras indicadas; no antes.

Todavía me queda todo el horario escolar para arreglar la pequeña confusión que debo haber provocado.

—¡Candy!— Apenas cruzo por la puerta del salón, escucho que alguien me llama, haciendo que me sobresalte, asustada.

En seguida alzo la mirada, encontrándome con Claire sacudiendo sus manos con expresividad desde una de las mesas del fondo.

—¡Ven aquí!

Rápidamente suelto un suspiro intentando serenarme; solo es ella.

Rápidamente comienzo a caminar entre las mesas ignorando a mis otros compañeros —Los cuales recién están llegando—. Pese a haber compartido muchos años juntos, mi aprecio hacia ellos es tan inexistente que ni siquiera me tomo el tiempo de saludarlos; no es una novedad.

Endulzando a Candy ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora