Capítulo 34 | La rueda de la fortuna

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Capítulo 34: La rueda de la fortuna

—¿Y tú, Alessia? ¿Te divertiste chocando gente?

—Sí —Asegura la niña, sonriente—. Me dan ganas de tener un auto.

—Eh... Sí, bueno, no creo que eso sea una buena idea— Arrugo mi nariz al escuchar su respuesta, para luego soltar una carcajada junto a Enzo.

Los tres continuamos paseando por todo el lugar, simplemente bromeando o escuchando las ocurrencias que Alessia suelta. Luego de que Enzo me convenciera de subirme a «Los autos chocones", la mocosa se dedicó a jugar algunos pequeños juegos ubicados en distintos puestos, pero aún así, su hermano mayor y yo seguimos discutiendo por quién chocó más veces al otro, lo cual era de suponerse.

A diferencia de lo que creí, no me arrepentía en absoluto de haberme subido, ni tampoco lo sentí haber sido vergonzoso; la había pasado genial, y no solo en aquel juego, sino también en todo este tiempo que estuve aquí.

Eso es muy poco Candy de mi parte, no voy a negarlo. Pero sorpresivamente, esta vez no tengo quejas al respecto.

—Ustedes ríanse, pero eso no quita que haya sido yo quien más chocó a los otros.

—Cómo digas —Ruedo los ojos—. ¿A dónde se supone que nos dirigimos ahora?

Mis ojos recorren el sector en el que nos encontramos y me doy cuenta de que estamos cerca de los juegos que no son aptos para niños ya que lucen un poco más peligrosos.

No estoy segura de que meternos en esta zona sea una buena idea; no cuando comienzo a ver a más grupos de adolescentes de este lado.

—Vamos al carrusel —Responde ella—. ¿No, Enzo?

—Si no hay fila sí, sino las dejaré a ustedes hacerla solas y yo me iré— Bromea él, regalándome una sonrisa al observar la cara de pocos amigos que coloco al oír su comentario.

—Haz eso y luego te mataré —Me quejo hacia él—. Yo tampoco tengo paciencia para ese tipo de cosas.

—¿Solo para esas cosas? A mí me parece que no tienes paciencia para nada que requiera esperar— Me mira con diversión.

—Tampoco es que tú seas el rey de la paciencia— Contraataco, cruzándome de brazos.

En ese instante, la bolsa de caramelos que Alessia sostenía en sus manos se cae al suelo, haciendo que se desparramen todos los dulces.

—¡Esperen!

En seguida Enzo y yo volteamos hacia ella, quien se encuentra un poco más atrás que nosotros. Ambos nos detenemos esperando a que pueda colocarlos nuevamente dentro de aquella bolsa.

Los segundos comienzan a pasar y la mocosa parece recoger los caramelos de forma lenta apropósito, seguramente porque escuchó la conversación anterior en donde su hermano mayor dejó en claro mi falta de paciencia.

Mierda.

Con rapidez, decido caminar hacia ella para ayudarla, y me arrodillo sobre el pavimento del camino para guardar los caramelos de forma más veloz. Antes de terminar, le echo un vistazo a Enzo, quien parece estar totalmente distraído mirando algo.

Mi mirada se dirige hacia el lugar al que él observa, y en seguida quiero matarme.

—¡Enzo!— Grita una chica rubia mientras se dirige hacia nuestra dirección.

Ay, no.

Detrás de ella hay tres personas más, y a todos los reconozco en seguida: Es el grupo de amigos de Enzo.

Endulzando a Candy ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora