Capítulo 4 | No te odio

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Capítulo 4: No te odio

Al parecer había juzgado demasiado mal su capacidad de deducción.

En el corto tiempo en el que me he dedicado a observar a Enzo, pude deducir que es parte de esa categoría de chicos que no logran conectar dos neuronas ni de pura casualidad. Es decir, básicamente no lo vi como una persona demasiado inteligente.

Supuse muchas cosas; otra de mis conjeturas fue que proviene de una familia adinerada —Ya que su auto se ve costoso— y, atando cabos, llegué a la conclusión de que podría ser alguien mimado y hueco... Muy hueco.

En pocas palabras: sí, creí que Enzo era muy tonto como para descubrir que fui yo la persona que rayó su auto.

Pero parece que me equivoqué.

O quizás no y simplemente lo descubrió de casualidad, quién sabe...

En la esquina del pasillo veo a Claire, quien se ve claramente aterrada como si fuera ella a la que acaban de descubrir. Tal vez lo que tiene es miedo de caer conmigo. Sus labios musitan un «Te lo dije» y odio admitir que tiene razón.

No pensé que el caramelo fuera tan obvio en primer lugar.

Un pequeño golpe sobre el locker hace que mi vista vuelva hacia el frente, topándose con un Enzo furioso y casi pegado a mí.

En seguida veo a Claire salir corriendo cobardemente.

Pff.

¡Que viva la amistad!

—Exijo mi espacio personal— Me quejo mirando de reojo a la mano de Enzo ubicada al costado de mi cabeza, sobre el locker. Entiendo que esté enojado, pero eso no es suficiente razón como para que me torture obligándome a compartir su mismo aire. Qué horror.

—Fuiste tú la que rayó mi auto y dibujó un horrible caramelo en él— Afirma, ignorándo mi comentario.

Pienso unos segundos qué responder. Kast y su cercanía no permiten que me concentre. —Eh... Mira, yo... —Para mi sorpresa, me encuentro titubeando.

—¿Qué pasa? No me digas que ahora estás asustada... — Sus ojos me miran fijamente y me siento intimidada por primera vez en mucho tiempo.

Claro que no estoy asustada, solo...

—El caramelo no era horrible. De hecho, me salió bastante bien— Decido responder después de unos segundos, con firmeza y casi con un tono de burla.

Debo demostrarle que está equivocado. Un niñito que se entretiene corriendo detrás de una pelota nunca podría asustarme, no le daré ese gusto.

Ya no es él quien se divierte y yo la que está molesta, ahora es al revés. Y no voy a mentir, disfruto un poco ver su semblante desconcertado.

—¿Y admites que fuiste tú como si fuera cualquier cosa?

—Sí.

A pesar de mostrarme serena, aún me inquieta el hecho de estar atrapada entre él y el locker. Y no me gusta admitirlo, pero Enzo enojado sí da un poco de miedo.

Siento como que extraño su espantoso rostro sonriente ahora.

Bueno, si lo pienso bien eso suena horrible. Creo que la falta de espacio me esta afectando mucho a esta altura.

—¿Sabes que podrían expulsarte rápidamente si le cuento todo esto al director, no?— Mi sonrisa desaparece en menos de un segundo al oír sus palabras.

No evito pensar en que tiene razón, y si me expulsan, van a matarme.

Alaska, ya te veo.

Endulzando a Candy ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora