Capítulo 19 | La tregua

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Capítulo 19: La tregua

Lo único que se escucha en el auto de Enzo es el sonido de las grandes gotas de agua cayendo sobre él. El resto es silencio.

Alessia está sentada en el asiento del copiloto, totalmente entretenida con el móvil de su hermano, y con audífonos en sus oídos.

Por supuesto que yo elegí tomar asiento en la parte trasera. Mientras más lejos de Enzo me encuentre: mejor.

Él tan solo comenzó a conducir hace unos segundos atrás. Para mi sorpresa, su auto es bastante cómodo y bonito por dentro a pesar de no ser costoso y lujoso como el de mi madre. Se ve bien cuidado y el color beige en el tapizado no me desagrada. De todas formas, me siento extraña estando aquí... Es decir, yo fui quien provocó que se quedara sin él por un tiempo. 

Me remuevo sobre mi lugar.

—Ni se te ocurra moverte tanto, estás empapada— Quito mi vista de la ventana trasera, comenzando a cruzar miradas con Kast a través del espejo retrovisor—. Recién recupero a mi bebé, procura no arruinarlo nuevamente.

«Mi bebé»

No puede ser.

—Si hubieras avisado que vendrías no me habría lanzado debajo de la lluvia, ¿No crees?— Me cruzo de brazos, seguido de echarle un vistazo a mi oscura ropa totalmente mojada.

Tengo frío. Y yo detesto el frío.

—No tenía planeado venir, lo decidí a último momento cuando vi que llovería— Responde—. ¿No vas a agradecerme salvarte de la lluvia?

—No.

—¿Qué problema tienes con agradecer?— Se voltea ligeramente hacia mí. Su cabello castaño se ve igual de revoltoso que siempre, y noto como aún lleva el uniforme del equipo de futbol del instituto; supongo que ni bien terminó el día escolar fue en busca de su auto.

—No tengo ningún problema. Simplemente no tengo nada que agradecer— Le explico, regresando mi vista hacia la ventana—. Yo no te pedí que vinieras, ¿O sí?

—Una persona normal diría gracias de todas formas— Comenta.

—Qué lástima— Pronuncio—. Yo no.

Luego de eso, nuevamente cada uno se sumerge en su mundo, y lo único que se escucha es la lluvia golpeteando el auto, y por supuesto, lo que sea que esté viendo Alessia en el móvil de su hermano, pues a pesar de tener audífonos, puedo escuchar desde aquí atrás. Seguramente tenga el volumen al máximo.

Los segundos pasan y yo aún muero de frío. Comienzo a temblar un poco, por lo que, aunque traté de evitarlo, decido hablarle otra vez a Enzo:

—¿Podrías encender la calefacción?— Le pido, abrazándome a mí misma.

—¿Y el «por favor»?— Pregunta.

Ahí está otra vez con eso.

Tiene que ser una broma...

—¿Es necesario?

—Para mí sí— Lo veo sonreír a través del espejo. Me irrita que hoy esté más contento de lo usual.

En otras circunstancias, lo hubiera dicho. De mala forma, pero lo hubiera dicho. No es este el caso, ya que no pienso darle el gusto.

Lo que más me molesta de Enzo es que siento que siempre está burlándose de mí; esa sonrisa constante en su rostro logra sacarme de mis casillas en poco tiempo.

—No pienso decirte nada— Respondo, totalmente segura.

—Está bien. Entonces sigue temblando de frío allí atrás.

Endulzando a Candy ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora