ESCARBANDO EN LOS TÚNELES DE MI MEMORIA

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La Sede Siniestra se alzaba sobre el poblado que le sirviese de refugio como una mole implacable y grisácea; sus paredes gigantescas, levantadas sobre miles de pilares igual de enormes, se estirazaban como las arterias y venas que posibilitasen la correcta conducción del cuerpo que era su interior, lleno de las cosas más extrañas que cualquier viajero o curioso se imaginase, infestando la inocencia de aquel que penetrase en él, esfumándola irremediablemente; se trataba de un edificio antiguo que no carecía de la soberbia estructura que lo aposentaba en su eje, configurándolo como una seria pesadilla que observase a sus víctimas desde las alturas de su reino inalcanzable, queriendo fustigarlos con su imponente estabilización o sus muros pesados que chorreaban piedras titánicas, las cuales se disponían de manera que impedían que el edificio cayera derrumbado por su propio peso. Éste era el famoso lugar, construido hacía muchísimo tiempo por los criminales más experimentados de todo el Reino Próspero, criminales que no procedían de Darmid, con el fin de que los alguaciles cesasen de perseguirlos como a manadas de preciados zorros.

Éste era el lugar en que una persona peculiar y enloquecida extremadamente por un sentimiento que se le derramaba de las venas aparecía, sonriendo plena en la felicidad que la embargase a sabiendas de que había conseguido sus pretensiones una vez más. Éste era el lugar al que Amra condujo a su extraña huésped, quien se aseguró de no apartarse de ella en ningún momento a través de la utilización de artificiosas mañas que convencieron a la joven, ya al borde del más puro hartazgo, de que la dejase ir con ella, prometiéndole que no la defraudaría ni profanaría en absoluto su fortaleza, una fortaleza que estaba presta a enseñarle cuán caro pagaría el error de atentar contra la pureza insalvable que latiera en sus murallas. Kass contempló extasiada la mole inexpugnable, cuyos bloques rocosos se alineaban concediéndole estabilidad, y gestando una sonrisa que dedicó a la noche que descendía vertiginosamente por las escalas de la cima de aquella estructura de tamaño casi desproporcionado, dejó al viento corretear a su gusto por su cara. Mechones de cabello pálido y azul se esparcieron en torno de ella; apartándoselos de un manotazo, se giró hacia Amra. La examinó con una minuciosidad exquisita, regodeándose en su fortuna hasta el momento en que ella desvió la vista de donde la tenía confinada, en las paredes colosales de ese monstruo que se disponía a tragárselas, a ella. La miró frunciendo el ceño.

—Vamos a entrar ya —su tono despedía autoridad; la contrabandista puso en marcha los engranajes del respeto. Tensando los músculos de la espalda, hombros y brazos, asintió levemente, dando por comunicada su aprobación—. Espero que Adesh se haya enterado de que hemos venido. —Su vista color ámbar se fue hasta el timbre cobrizo que sobresalía de la pared, a unos metros sobre ellas.

Manteniendo las cejas fruncidas, se mordió los labios, nerviosa.

— ¿Quién es ese Adesh? —quiso saber Kass, demasiado intrigada como para contenerse.

Paró de columpiarse cuando Amra le lanzó una mirada en la que fluía la rabia.

—Cállate y hazme un favor. —Se atusó la larga cabellera, que ondulaba al viento silbante de la noche.

Cuál no sería su sorpresa, que arribó a la estratosfera, al divisar a Kass balanceando nuevamente los pies, al parecer sin albergar ganas de hacerle caso, y le decía:

—Yo, Kass, prometo hacer todo lo que esté en mi mano para halagarte. —Amra notó que un potente color rojo se agrupaba en sus mejillas, mas no hizo amago de querer mantenerlo y meneó la cabeza, otorgándole a la contrabandista una mirada tal que derrumbó su gracia:

—Por favor, cierra el pico y llama al timbre. —Sintió al nerviosismo apabullándola al ver que Kass no se movía del sitio.

— ¿Por qué yo? ¿No puedes? —Se quedó de nuevo mirándole, el molesto ardor que estremecía tanto a la joven palpitándole en sus ojos grisáceos.

Maestra de lo absurdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora