MISS PURPLE

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Kass se aseguró de que dejaba a todos preparando el almuerzo para cuando salió de la casa. Iba a despejarse un poco, a realzar su ánimo atormentado por la serie de actos pecaminosos cometidos en el día anterior, y sintiéndolo por una alicaída Amra que, a pesar de saber que era abominable, no se despegaba de ella, no la echaba del habitáculo y le dijo adiós con la mano, diciéndole que volviera pronto. Kass la observó entristecida antes de que sus labios se curvaran conformando una sonrisa y se marchaba cerrando adecuadamente la puerta. De todas formas, no se colaría ningún intruso. Aparte de Eshren y ellas, nadie más conocía la existencia de ese refugio.

El sol calentaba a todos y la frescura presente en el aire la vigorizaba, los músculos se pusieron a trabajar, las terminaciones nerviosas se ahuecaron y despidieron destellos, alegremente saludaba a la vida tras tiempo deambulando en las sombras que únicamente la proveyeran de armas, desolación, angustia, y terror que sembrar entre la gente. No necesitaba más que el futuro que hacía acto de aparición para sentirse bienaventurada... y sonrió mucho más, la sonrisa se descolgó de sus labios, corría por los campos cual niño esperanzado, y se desvestía y se lavaba, despojándose de todo lo que no sirviera. Todo lo que había hecho cabecear a su razón... persistir a la locura que le daba forma... sus irracionales principios quedaban barridos y se estrellaban contra la felicidad que de ella emanara esa mañana en que se encaminó a los puestos que se abrían en la calle de los hojalateros, los tenderos, los caldereros.

Se permitió mirar y remirar y examinar las sartenes y los tapices y otros utensilios que los dueños le insistieron en comprar para decir luego amablemente un no, que no se los compraba pues estaba allí sólo para pasar el rato, matar el tiempo, en suma, divertirse y que la vida le fuera más propicia, habiéndose ataviado con la remilgada alegría, el soporte de lo bueno que vociferara y montara fiestas en su interior más oxidado, corroído, por esa venganza que perdía su significaba y se iba progresivamente difuminando... perdida finalmente. En el ocaso de los días en que hubo odiado a los demás, en que los hubo torcido hasta lograr que se partieran, todas esas ocasiones en las que deseó no haber llegado a ser algo, un diminuto e impertinente niño que tironeaba de las ropas de sus madres venganza, locura y odio, sólo se recostaba contra la tierra y alimentaba sus sueños muertos, los muñecos que fabricara se quebraron a fuerza de tanto jugar con ellos o porque simplemente los necios les dieron golpes para divertirse, esos que adoraban la violencia, y ella se mofaba de los alguaciles sobre sus pies descalzos, apenas si se sostenía, si les inspiraba miedo, pero les daba una extraña sensación de fracaso, de vacío interno, de congoja y de rabia que no medraban jamás y se tiraban a ella, a interrogarle cogida de los pelos qué demonios hacía y porqué. Ella nunca supo nada, se encogía de hombros y les mostraba su lengua y sus dientes, ellos la lanzaban a los despojos y la insultaban, venían a los que timaría, a los que robaría y se enfadarían duramente con ellos, no corregirían esas travesuras que tanto los enervaban y sacaban su ira sin parangón... Y ella se reía a carcajadas, se sujetaba la tripita, imploraba comida a los ricachones que ni la miraban, ocupados en abastecerse, mendigaba para que cualquiera se mostrara compasivo... Y no era así, y transcurrían los días.

Marchita y violenta, hubo de sobreponerse al hambre, las enfermedades, a la carencia de familia y amigos a la anemia que la asaltaba cuando se hartaba de correr y no pillaba bocado, o cuando le propinaban tantos palos que casi vomitaba sangre. Cubierta de heridas que no se cerraban, vagaban asolando lo que nunca fue bueno para con ella, ese sitio de tórrida felicidad que ella nunca había conocido. En su cuerpo cabían moratones y estremecimientos, los escalofríos que la hacían temerse que pudiera morir... Desfallecida, se arrastraba sin nada, los pies helados, a punto de colapsar, los cabellos revueltos y sucia de la cabeza a los pies, con sus ojos grises titilando, el horror y la verdad pintada en las paredes que fueran su hogar la hacían gritar hasta quedarse sin aliento, no aguantaba más. A veces susurraba que un accidente viniera a llevársela, no sabía cómo seguía allí, en esa tierra de nadie, donde nadie la atendía y niños andrajosos le quitaban el pan de las manos. Se odiaba tanto como al mundo. Y lloró, y se dijo que se vengaría. Ese fue el inicio, lo que prendió la llama que ardiera en sus intestinos... hasta que tuviera memoria.

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⏰ Última actualización: Aug 30, 2021 ⏰

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Maestra de lo absurdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora