LAS SALVAJES LLANURAS DE EMAED

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SEGUNDA PARTE

SANGRIENTO

Y

DORADO

Sobre la ciudad de polvo, en Isshey.


Una silueta algo encorvada debido a todo el agotamiento que la invadía y hacía mella en sus mecanismos ya prácticamente oxidados andaba lenta y penosamente por aquel terreno yermo y plano que constituyera las salvajes llanuras de Emaed, una vasta región situada en plano horizontal que convergía con el reino de Shezna, el poderoso terreno al que pertenecía, pero que muy escasos viajeros se atrevían a hollar, ya que la mayoría corría el riesgo de perecer en el intento. La figura que avanzaba soñolienta lo sabía, sabía bien que tal vez no hubiese sido una idea digna de ser recordada y mencionada miles de veces la proposición de adentrarse en ese territorio hostil que la pinchaba enteramente, logrando que decayera cada vez más. No comprendía qué extravagante arrebato de sus sentidos la había obligado a emprender aquel azaroso viaje que lo dificultaría todo como ya lo estaba haciendo su nuevo mundo, aquella tierra que no deseaba ser profanada bajo ningún concepto, independientemente de quiénes o qué fuese lo que entrase en ellas, en las fronteras que se resistían a dejar salvables. Consistía en una decisión peligrosa la que había tomado, una decisión que la estaba conduciendo a que realizara el peor de los trayectos que hubiese querido hacer nunca... Se arremangó la larga túnica, que rozaba la arenisca del suelo, y oteó al horizonte azul que contrastaba con la tierra rojiza y ardorosa que estaba recorriendo; se mordió el labio inferior y prosiguió, pese a que se sentía absolutamente cansada.

Había salido de su hogar, esa tierra que la acogiera, que le enseñara el amor y la amistad, que le brindara protección, a fin de llegar a ésta... que no le estaba demostrando ser todo lo buena que aguardara. Al contrario, en las dos semanas que llevara pisando los cantos del camino que se sucedían en aquel pavimento prohibido había notado que algo en el ambiente se condensaba para imposibilitarle el avance, que el aire se arremolinaba en torno de ella para cegarla e interceptar sus pasos, dándole la mano y soltándosela en cuanto veía que iba a caerse... Había criaturas antiguas que gimoteaban y se arrastraban en las tinieblas cuando la noche envolvía todo lo que estuviera a la vista, criaturas que ella temía y había temido en todas aquellas noches en las que se tendía en el duro suelo árido y contaba estrellas con intención de sucumbir al sopor que la mecía, seres que podrían haber huido despavoridos si ella les hubiera mostrado de cuanto era capaz, cuán grande era el poder que guardase en el interior de su persona. Bostezando, se había abandonado al abrigo de las rocas que no le permitían ver a aquellos enemigos que merodeaban en las sombras, acechando a alguna posible presa... Se inclinó, posando las manos en las rodillas, y dejó exhalar un gemido dolorosamente sincero que se volatilizó en el aire.

Se estirazó, haciendo que le crujieran los huesos de la espalda, y tras comprobar que todo estaba en su sitio, continuó hollando ese terreno que era más bien amenazador... Divisó a lo lejos algunos cadáveres pelados de mamíferos y diversos animales que nunca hubiera avistado, y no pudo reprimir un escalofrío engendrado por el terror que acudió a su garganta y la hizo jadear, para más tarde retorcerse las manos, nerviosa por algo que no alcanzaba a comprender, y ajustarse el morral que pendía de su hombro derecho. Mecida aún por el cansancio que le calaba hasta la médula, no se dejó amilanar y siguió, el sol brillaba en lo alto, casi cegándola. Se puso una mano en la frente a modo de visera y miró al cielo. Diversas nubes se dispersaban, navegando en él; el ambiente se enrarecía progresivamente en un ejemplo que, supuso, sería la explicación más razonable a que la llanura quería deshacerse de ella, de todo lo que le hubiese molestado en tiempos remotos, y que ahora permanecía enclavado en su regazo, sollozando como un bebé al que no le han dado suficiente alimento, perdido en aquella maraña desértica que se configuraba como su pesadilla más vivida y elucubrada, olvidado por quienes lo quisieron... Ella no se convertiría en otro de esos especímenes, lo adivinaba. Aun si resollaba o bajaba de peso, ella se negaba a acabar en aquellas llanuras que sólo otorgaban desolación que se concentraba en la roja explanada que ante ella hubiera.

Caminaba acompasando el ritmo de su desfallecido corazón en tanto que su raciocinio le pinchaba, diciéndole: <<¿Se puede saber qué haces? Deberías parar ya, no puedes más. Estás al borde de tus fuerzas, lo sabes.>> Aun a sabiendas de que no quedara mucho tiempo para que todo en ella empezase a quebrarse, para que su muralla se partiese en dos mitades, ella no quería rendirse. Porque si lo hacía algo malévolo se la tragaría, algo que subsistía bajo las capas de esa tierra maldita que pisaba engrandecidos sus propósitos pero bajas sus energías. Llegaría a Shezna, el reino que había colocado como destino, aun si se veía obligada a recorrer más leguas de las que estimaría como convenientes, más kilómetros de los que anhelase. Aun si luego no recordaba nada de lo que le hubiera sucedido. Daba zancadas que la alejaban de la cegadora luz que se vertía sobre su cráneo en el momento en que percibió una sensación que no encajaba con su cuadriculado esquema, una sensación que provocó que se tambaleara y quedase mirando al vacío por unos instantes que fueron demasiado para ella, que se prolongaron más de lo que deberían. Meneó la cabeza con el fin de desquitarse la nebulosa sensación de su cuerpo, lo mismo que la induciría a derrumbarse por sí sola, sin que nadie atentase contra su estabilidad, y se recogió los mechones trigueños que habían consentido en volar. Se atusó la larga cabellera, y procedió a poner un pie ante otro. Sin embargo, sus mecanismos reaccionaron de un modo inadecuado, un modo que a ella no le gustó.

Y de súbito, sintió que se le nublaba la vista..., que todo alrededor de ella se tornaba borroso..., y perdió el conocimiento sin poder hacer nada por evitarlo.

Maestra de lo absurdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora