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“Jungkook, heridas abiertas.







Me encuentro prácticamente escondiéndome de ella.

Sin importar que, no puedo verla, no debo verla...

—Jimin. —Maldición.

—Yuna. —bajé la mirada.

—Hoseok oppa, te está buscando.

—Entiendo. —me encontraba dispuesto a adelantarme, pero su mano me detuvo.

—¿Por qué huyes?

—No lo hago...

—Claro que lo haces.

No lo hagas, no me hables así, ese tono, ese amor...

—Jimin, debes perdonarte, tu no entiendes que...

—Yuna, así es la vida, a veces somos cuchillo, a veces somos herida.

Solté el agarre que ejercía sobre mí brazo, para seguir mí camino.




—Jimin... —lo ví alejarse, en ningún momento levanto su rostro para verme.

Yuju... —sus ojos se encontraban hinchados de tantas lagrimas derramadas— Yo, yo...

Lo abraceEsta bien, todo estará bien, oppa.

Que triste es entenderlo después de tanto tiempo, nunca me pertenecías, yo siempre te pertenecí, pero...

Te quiero oppa. —se acercó hasta mi, para rodear mis mejillas, y besarme.

... nunca estuviste conmigo, aún cuando yo siempre estuve ahí para ti.




—¿Dónde estás Jiminie? —mire hacia ambos lados del pasillo, desde la hora del receso que lo estoy buscando—Ashh este niño...

Logré distinguirla mientras pasaba cerca de la ventana, me acerque hasta ella y la observé un momento. Sentada en el césped del instituto, se encontraba leyendo un libro, y el viento recorría ligeramente su cabello rosado.

Realmente hermosa.

Sonreí para alejarme de los pasillos y acercarme hasta ella, fruncía ligeramente el ceño, se veía realmente concentrada.

—Se ve interesante. —levantó su mirada para poder verme.

—Hoseok. —sonrió.

Hace una semana que iniciaron las clases, en ese corto tiempo se puede decir que nos volvimos bastante cercanos.

—¿Puedo sentarme? —asintió para hacerme un lugar— ¿Qué lees?

—Un libro.

—¿En serio?

—No, mentira. —de repente me quede en blanco, pero ella estallo en risas— En serio eres un meme andante. —sonreí por su singular sentido del humor, a veces no podia asegurar cuando hablaba con seriedad y cuando no.

Su risa era tan particular, y eso la volvía tan especial. Me gustaba oírla reír.

—Oye, eres demasiado. —negué sonriendo.

¡No soy ella!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora