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—Tú eres... —la fria mirada en sus ojos era tan fija, y seria que me resultaba imposible no reconocer— la acomplejada.

—¿¡Disculpa!?

Suspiré para voltear la mochila hacia delante, comenzando a revisarla, mientras una risa ahogada se hacia notoria.

—Tu si que eres un idiota.

—Bienvenida al club preciosa.

Ignoré sus gestos y las maldiciones que largo de pronto, tomando mis audiculares no dude en adelantarme.

Pero apenas y logré avanzar tres pasos, pues sentí el peso de su mano en mi hombro, volteando con fuerza para luego arrancar los auriculares.

—Dejame ser directo, no me interesas. —afirme seriamente.

—¿Crees que tú a mi si? —solto una irónica carcajada— Valla que eres un creído y pedante. —negó para dejarme con la palabra en la boca.

Ladee la mirada, observando como  lleva la delantera, pero a una cierta distancia se detuvo solo para voltear a verme.

—¿Qué demonios esperas? ¡Andando! —giró nuevamente para doblar a la izquierda por el pasillo.

Resignación, eso sentía.

Mientras colocaba los auriculares en cada oído me encamine en su misma dirección, una que conocía bastante bien. La sala de danza.

Ingresé al salón divisando a la unica persona a parte de mí enseguida, sus pasos de baile eran suaves y potentes a la vez, sus expresiones faciales si que eran impactantes. Pero cada uno de sus ligeros movimientos de cuerpo, absolutamente todo en ella era el mismo reflejo de la pasión.

Este lugar me la recuerda tanto a ella...

—Jungkookie~. ¡Muy bien! —aplaudia sonriente.

Y las premiaciones de fin de año...

—Ese es mi primo.—Hoseok alzo sus cinco a la espera de los míos— Lo llevas en la sangre.

—¿Te quedarás ahí parado? —su timbre de voz me devolvió a la realidad.

Realmente era buena.

—No es la gran cosa.

Evidente hecho que no admitiría fácilmente.

Una sonrisa burlona se apoderó de sus labios, invitandome al centro. Retandome de hecho.

—Muestra lo que tienes. —su celular se mantenía conectado al parlante principal.

Simplemente me pare en el centro, como me lo pidió, observe mi propia silueta debido a el espejo central de la sala, la misma que... traía tantos recuerdos a mi mente.

Las sonrisas, las risas, las alegrías, cada uno de los tontos juegos, las bromas y cosquillas... ella.

—¿Y bien? —frunci el ceño ante su presión ejercida, la música seguía su propio curso.

Hace tiempo no lo hacía, tampoco entendía el porqué estaba haciendolo justo ahora...

Pero la canción dio por finalizada, volvi apreciar mi propio reflejo en el espejo... No me sentía satisfecho.

—Lo hice mucho mejor. —comenté ante la constante mirada de aquella chica.

Sonrió— Cierto, tienes buena técnica. A pesar de todo. —aquella sonrisa no me agradaba. Está se encaminó en busca de su celular, para desconectarlo— Pero dime,  ¿de qué te sirve? —volvi para verla—No transmites nada al bailar.

¡No soy ella!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora