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—¿Estás bien? ¡Hoseok! —volteé para verla, parada a un costado de aquella plaza. Sonreí avergonzado— ¿Hace cuánto que estás aquí?

—¿Unos... quince minutos? —la mirada en sus ojos era tan filosa, de cierto modo era intimidante. Pero era exactamente eso lo que la volvía especial y más adorable.

—¿Por qué me miras así? —su guardia siempre alta, tan bella— ¿¡Por qué sonríes!? —no pude evitarlo, sus pies retrocedieron un poco, alejandose.

Su ceño fruncido y labios temblorosos eran una imagen verdaderamente digna de apreciar.

—Porque Hwang Eun Bi es una chica muy dulce.

—¿Eh? —sus ojos se abrieron de golpe— ¿Du-dulce? —con una sonrisa avance los pequeños pasos que nos separan— ¡No lo soy! —exclamó avergonzada— No soy para nada dulce.

Una risilla traviesa se escapo de mis labios y al sentirla a mi lado, ambos emprendidos en silencio el viaje. El barullo peatonal se hacia presente.

—¿Cómo está Jungkook? —escuche su voz con claridad— Anoche... ¿él hizo algo malo? —volvi a verla curioso— Ya sabes, anoche debió de haber llegar tarde a casa, lo siento. —desvió su mirada.

—¿Por qué? —indague intrigado— No es como si hubiese estado contigo toda la noche... ¿o si?

—No fue así, pero digamos que lo rapte momentáneamente. —dejo escapar un bufido— Le dije a ese cara de roedor que fuera directamente a casa. No quería que te causará más problemas.

—¿A mi? —remarque con sorpresa luego de oírla, y rápidamente noté sus mejillas levemente sonrojarse.

La rubia carraspeo su garganta para alejar su mirada.

—Y dime, ¿ese idiota lo hizo? —sonreí por el bajo timbre empleado.

—¿Vas al club? —asintió, volvi hacia ella para desparramar su cabello— Andando.

—¿Eh? Pe-pero... —elevo sus ojos con el ceño levemente fruncido— ¿no es tu día libre? —sonreí para tomar su mano.

—Vamos, mientras más temprano llegues mejor.

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—¿Que opinas Mochi? —pregunto Jeong.

—Di que si, vamos. —animo Kai.

—Olvidenlo.

—Hyung...

—Estoy bien. —tome la correa de mi mochila para poder salir del salón de música.

—¡Jimin!

—¡Hyung piensalo por favor!

Tome la decisión de ignorarlos para poder encaminarme por el pasillo.

No niego que el canto pueda llegar a gustarme, después de todo solia amar cuando escuchaba a mi madre cantando, y es que aún la recuerdo. —sonreí— Su timbre de voz era tan dulce y suave.

Recuerdo verla lavando los trastes, colgando la ropa, limpiando la casa. Recuerdo siempre haberla oído cantando. Porque ella amaba la música.

Volví a subir la manga de mi mochila por encima de mi hombro.

Oí una guitarra e inconscientemente, mis pies comenzaron a guiarme hacia el lugar de aquella hermosa melodía.

Aquel cabello oscuro y largo caía por sus hombros, ligeramente cubría su rostro, permitiendome ver su hermosura. Más de lo que ya es.

¡No soy ella!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora