16. ¿¡Que esperas de mi!?

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Selena Hadrick.

Con la vista fija en el suelo escucho como se abre la puerta. Es Morris. La persona que mas aborrezco en este mundo viene a hacerme la vida de cuadritos. Lo se muy bien. Tanto es el miedo que provoca que me obliga a reconocer la manera que camina, el sonido que provocan sus zapatos al pisar el suelo. Un aura oscura y abrumadora invade la habitación pero yo sigo sin moverme.

Tiesa e inmóvil lo siento acercarse,—hermosa, ya volví.

Se sienta a la par mía en la cama y pasa un brazo por mi espalda, tomándome de manera posesiva de los hombros. Ni siquiera me molesto en apartarme y mucho menos en voltear lo a ver. Me tiene harta. Estoy cansada de repetir y pedir lo mismo todo el tiempo.

Ahora no hay vuelta atrás.

Ya no soy virgen. Ya no puedo ser una monja y por lo tanto no puedo volver al convento. La bestia que yace a la par mía con un buen disfraz de humano, es el responsable por ello. 

Él abuso de mi. Me marco de la peor forma que pudo haberlo hecho. Él me destrozo, tanto por dentro como por fuera.

—¿Que piensas?—pregunta con total normalidad pero no me decepciona, porque ¿que se puede esperar de un enfermo como él?—Mírame—ordena pero no obedezco. No lo quiero ver.

Me toma de la mandíbula con fuerza y obligada lo miro,—te he dado una orden así que sera mejor que obedezcas—advierte en tono peligroso.

¿Acaso este hombre no se cansa? Lo miro sin importancia alguna y espero a que observe en lo que me ha convertido. En una cascara vacía, porque eso soy. Una persona que ya no siente ni desea nada, ni siquiera salir de aquí. Estoy vacía por dentro y este hombre parece no verlo.

—¿Acaso no dormiste bien?

No, no dormí bien pero, ¿gracias a quien? El sarcasmo es algo que últimamente utilizo bastante y entonces me doy cuenta que ya no puedo seguir siendo quien era antes. Es imposible e inevitable que cambie.

Un suspiro se escucha de parte de Morris y suelta mi mandíbula con una sonrisa en su rostro, —tengo un regalo para ti—dice levantándose de la cama mientras me hala con él.  

No se si se hace o es. ¿Realmente no puede ver que no lo quiero? ¿Que me importa un pepino lo que le pase? ¿que deseo con todas mis fuerzas que desaparezca para que no lo vuelva a ver? De repente todo el enojo y resentimiento que mantuve bajo llave salen disparados, llenando mis venas con furia pura.

Uso un poco de fuerza para deshacerme de su agarre en mi muñeca. Nos hemos detenido y ahora nos encontramos en una habitación, una en la que no recuerdo como llegue. La habitación me recuerda a mi cuarto en el convento, las paredes pintadas en blanco perla son ásperas, un foco con una tenue luz ilumina un poco la habitación, no hay cama solo sillas y taburetes. Esta habitación no me gusta para nada, me hace tener un mal presentimiento.

Lo observo con escepticismo,—este es el regalo que prepare para ti, cariño.

Me giro y dirijo mi mirada en su misma dirección. Las palabras se quedan atoradas en mi garganta por la sorpresa y mis ojos se llenan de lagrimas. Miro a los pequeños, golpeados y desnudos niños sentados en el suelo, todos abrazan sus piernas y algunos lloran. Nos miran con temor y algunos con enojo. 

—Puedes elegir a uno de estos niños para cuidarlo, para que no te sientas sola. Siempre se quedara a tu lado, es una promesa. Este es mi regalo de cumpleaños para ti, mi amor. ¿Te gusta?—pregunta con emoción. ¿Cumpleaños? Habia olvidado la fecha decidida para mi cumpleaños por el orfanato en el tiempo que estuve en el.

Enfoco mi mirada y de repente pierdo toda movilidad y con miedo lo observo. Estos niños... Miro mas detalladamente sus pequeños cuerpos con cicatrices y moretones. Todos lloran y unos están abrazados con otros, pero hay uno que me llama la atención en particular. Su cuerpo es mas pequeño que el de los demás por lo que deduzco es de una edad menor, su cuerpo esta mas lastimado que el de cualquiera pero aun así no llora. Ni una lagrima desciende por sus pequeñas mejillas, su mirada no esta dirigida a mi sino a Morris. 

Una mirada llena de odio y resentimiento.

—Sino te gusta no tienes que elegir ninguno—dice con seriedad mientras vuelvo a mis sentidos.

—¡Me gusta!—exclamo con temor de no poder rescatar a ninguno de estos niños.

—Entonces elige a uno rápidamente antes de que cambie de opinión—advierte con una sonrisa cínica y yo solo puedo asentir.

Me gustaría poder salvar a todos estos niños pero no puedo, si provoco a este loco enfermo ni siquiera me dejara cuidar de uno. Me acerco a el mas pequeño de todos y le tomo la mano.

—Ven conmigo—balbuceo por lo bajo con los ojos llenos de lagrimas.

El pequeño me mira con el entrecejo fruncido pero no se resiste y viene conmigo.

—De acuerdo, de ahora en adelante se quedara en una de las habitaciones de el ala este que es tu propiedad. Le daré todo lo que pidas en su nombre y lo tratare como un hijo, por ahora pueden retirarse. Ve a darle un buen baño—ordena.

Empiezo a caminar y cuando paso a la par suya susurro con un hilo de voz:—gracias.

*******

¿Un niño?... 

An Innocent Sin [Original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora