12. No hay vuelta atrás.

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Selena Hadrick.

Retrocedo, mirando cautelosa el punto de donde proviene la voz. Mi respiración es pesada y agitada, una punzada en mi cabeza provoca que gima de dolor y mis piernas adormecidas se niegan a escuchar a mi mente ordenando les que corran. 

Ya no hay salida. Mejor dicho ya no tengo salida, no tengo donde correr y esconderme, no tengo a alguien que me proteja, después de todo soy una huérfana, no se quien soy en realidad. Ni siquiera conozco mi fecha de cumpleaños o mi nombre y tampoco conozco la razón de mi abandono.  

De repente unos grandes deseos de llorar se apoderan de mi y soy incapaz de parar las lagrimas descendiendo por mis mejillas. Todo este tiempo nunca había afrontado la realidad, nunca había aceptado el hecho de ser una persona innecesaria, desechada o botada. Estaba en una nube, soñando, siendo ignorante pero entonces, esa nube desapareció como la misma nada y caí desde muy alto.

Duele. Duele demasiado y no tengo la certeza de soportarlo.

—¡Selena, vuelve! ¡Soy la única persona en el mundo que te puede dar todo lo que quieras!—el enfermo mental suena confiado y cerca, muy cerca de mi.

¿Darme lo que quiera?

No quiero joyas, oro o jade y aunque las quisiera no las aceptaría si vinieran de este loco, porque antes de deberle algo prefiero morir. Puede que no tenga familia o riquezas, pero tengo a Dios, amigas y la voluntad de seguir adelante, yo no me puedo rendir.

Alzo mis manos y limpio los rastros de lagrimas por mis mejillas, quiero prometerme a mi misma que no volveré a llorar pero no tengo la seguridad y la fuerza para hacer tal promesa. Incorporándome retomo mi huida y empiezo a correr, mis piernas agradecen enormemente el haberme detenido para descansar. 

El bullicio de la ciudad se acerca y me sorprende el bosque frondoso que rodea la morada que en llamas deje hace un momento. Espero que nadie haya salido lastimado. Mi respiración caótica se calma en el momento en el que vislumbro la carretera con varios carros transitando.

—¡Ni se te ocurra avanzar un poco mas, Selena! ¡O no podrás afrontar las consecuencias!—advierte con veneno y enojo, haciéndome temblar del miedo.

No, ahora no puedo volver, porque aunque me aterren esas palabras, si vuelvo en este momento no sera nada bueno para mi. Ese hombre esta tan enojado que hecha humo por las orejas, no quiero ni imaginarme como me castigara en el momento que vuelva a sus manos.

—¡No sueñes, Morris!—grito con fuerza y coraje para luego cruzar la carretera. Varias gotas de sudor se deslizan por mi rostro mientras observo con cuidado las calles. Mi corazón desbocado, amenazando con salir de mi cavidad torácica, sufre otro ataque de aceleración al darme cuenta que el convento Springs esta a cuatro calles de distancia. Un rayo de esperanza vuelve a mi y me aferro a ella con desesperación e ingenuidad. El convento esta cerca. Mi hogar.

Mis piernas se fortalecen y olvidan todo dolor y cansancio, acelerando mas (si es todavía posible). Mis retinas se llenan de lagrimas y por primera vez no son por el dolor, si no por otra razón. Miro las casas coloridas y cruzo el parque pequeño a dos calles de mi hogar. No me detengo ni un segundo para descansar. Mi sed aumenta al punto de no poder tragar saliva y toser seco. 

Mi piel arde y pica, hace una calor sofocante y eso solo hace que quiera descansar. Camino por las orillas de la calle, donde me refugio en la sombra. El vestido de sirvienta solo aporta a la sofocación, siento que me desmayo de la calor. Arrastrando los pies y recostada por las paredes giro en la esquina hacia la izquierda y lo miro, el convento Springs en todo su esplendor y gloria. A unos pasos de distancia. Saladas gotas de agua se deslizan alegres por mis mejillas, la emoción me llena y una risita deja mis labios. 

Doy pasos rápidos, estoy a punto de llegar. Cuando estoy a unos pasos de la puerta de madera tropiezo con algo y casi caigo al suelo. Miro confusa el suelo y observo con lo que tropiezo. Una cajita negra con una antena brilla bajo el sol. ¿Que es eso?

Temerosa me agacho y lo tomo entre mis manos, ¿quien dejo esto aquí? Miro los pequeños botones con confusión cuando escucho:

—Bebe, ¿estas ahí?—la voz mas repugnante que he escuchado en mi vida sale del aparato y un grito ahogado deja mis labios,—Si, yo también te extraño.

Mi felicidad desaparece en menos de un segundo.

—Tanto te extraño que hasta te prepare un regalo, ¿te gustaría verlo?—sus palabras desprenden veneno puro y se que esta enojado,—Voltea hacia la derecha.

Siendo inevitable volteo y lo observo, en la esquina de la calle tiene a Raquel abrazada, dándoles un aspecto amoroso y tierno sin embargo la pistola colocada en sus costillas le quita todo tipo de afecto.

—Ahora, ¿volverás o no?

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*o* ...

An Innocent Sin [Original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora