Una de sus manos tiene atrapada a mi cintura, aún. Y la otra está sobre mi rostro, repartiendo caricias cálidas y sútiles. Su sonrisa aún es la más grande que conozco hasta ahora. Parece como si estuvieramos en nuestra propia burbuja, como si nada ni nadie que está a nuestro alrededor nos importara. Por primera vez en meses siento una especie de paz recorrer cada parte de mi cuerpo, por primera vez me siento libre de mi enfermedad. Todas las barreras que me había esforzado en crear, justo ahora, estaban destrozadas, invisibles, ya no existían. Zayn las había roto, por completo.
Mis manos están sobre su pecho y todas las veces que sonrío es a causa de sus muecas rídiculas. No me canso de repetirlo, él es adorable. Ninguno de los dos ha dicho nada, pero no es necesario. El silencio dice cosas que las palabras jamás podran explicar.
—Sabes, hoy Samantha volverá a cantar en el restaurante de mi papá.
Me dice, rompiendo el silencio, su mano sobre mi rostro.
—¿Samantha?—junto mis cejas, no logro entender de quién habla.
—La chica del otro día, ¿recuerdas?—dice, sonriendo.—Aquella noche en que me pisaste con tus enormes pies—finaliza, casi riendo. Abro mis ojos como platos y le doy un pequeño golpe en el hombro.
—¡Yo jamás hice eso!—digo, ofendida.—¿No me digas que tendré que llamarte mentiroso ahora?
Un ruido nos sobresalta y los dos y miramos a la puerta. Nuestra profesora de literatura está allí parada, mirándonos de forma curiosa. Me separo inmediatamente de Zayn y me pongo de color carmesí de pies a cabeza.
—Malik y Gray, eso si que no me lo esperaba.
Suelta, sonando a una confesión. Zayn ríe en su lugar y volteo a verlo.
—Los milagros suceden, señora Williams.
Dice tranquilamente, repitiendo mis palabras. Zayn me mira sonriente y yo sonrío hacia él. ¡Basta de sonrisas por hoy! La señora Williams mira de forma sorpresiva hacia Zayn y entra al salón, dejando sus cosas sobre el escritorio. Lucho por dejar pasar mi sonrojo pero es imposible. Junto mis cosas rápidamente y cuando levanto la vista, Zayn está mirandome.
—¿Qué clase tienes ahora?
¿Qué?
—Filosofía, creo—digo, sonando insegura.
Zayn pone sus manos en sus bolsillos de forma nerviosa y mira sus pies. ¿Qué quiere?
—¿Qué sucede Zayn?—le pregunto de forma dulce. Este chico es un manojo de contradicciones.
—¿Puedo acompañarte?
Me pide. Luce tan inocente que es imposible negar que es un niño. ¿Dónde se fue el chico que minutos atrás estaba mordiendo mis labios?
—Sí, claro.
Le digo, casi riendo. Zayn me mira de forma curiosa y sé que se preguntara porque estoy riendo. Me sigue mientras camino hacia el pasillo.
—¿Ya te dije que eres gracioso?
Estoy riendo, mirándolo de reojo cuando salimos del salón, cuando volteo veo como la mirada de nuestra profesora aún está sobre nosotros.
—Algo así.
Murmura, su voz algo ronca. Se acerca a mí y deja un beso sobre mi mejilla, sus manos apretando mi cintura de forma cariñosa. Un suspiro casi silencioso sale de mis labios y una sonrisa se abre paso en mi rostro, esto no puede estar pasando. Las miradas en el pasillo se hacen presentes sobre nosotros y quiero salir corriendo, pero tener a Zayn tan cerca es demasiado agradable como para decirle que se vaya.
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Encantadoramente diferente.
Hayran KurguLas diferencias entre nosotros nos hacen seres únicos. Acepta tus diferencias y aprende a vivir con ellas. Ser diferente no es un error, es un privilegio. Están prohibidas cualquier tipo de adaptación o copia de cualquier tipo de esta historia. Todo...