Capítulo 34.

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—¿Quién es Brad?

Sigue enojado. Lo ha estado por un largo rato. Estamos en la misma posición que antes, él ha estado leyendo cada una de las firmas en mi yeso. Suspiro pesadamente y pongo mis ojos en blanco, él es un niño.

—Es un compañero de Sam.

Le digo, cansada. Zayn ni siquiera me mira, está concentrado en las malditas firmas. 

—¿Por qué mierda te ponen preciosa?

Sisea, frunciendo su ceño, sus labios cerrados en una fina línea.

—Zayn, ellos me conocen hace mucho.

Le explico, harta de sus celos. Sin embargo, mi subconsciente está festejando los celos de Zayn. En realidad él se ve adorable. 

—No me importa. ¿Les dijiste que tienes novio?

Reclama, sus ojos ahora encontrándose con los míos. Está tan molesto que quiero sacarle el enojo con mis besos. Sí, eso es una excelente idea.

—¿Podemos hablar de otra cosa, por favor?

Le pido, mi voz ligeramente más dulce de lo normal. Sin embargo, Zayn no se inmuta. 

—¿No les dijiste cierto?

Murmura, sorprendido.

—Zayn...Sam se encargó de avergonzarme toda la tarde ayer.

Confieso, tímida. Sam estuvo alardeando de mi nueva situación sentimental a todos ayer cuando terminó su partida de ténis. En todo su poder de hermano mayor humillando a su hermana menor. No quería que Zayn se enterará de lo que sucedió porque sé exactamente como reaccionará. 

—¿En serio?

Dice, contento. ¡Bipolar!

—Sí. 

Susurro, mi voz casi inaudible. 

—Tengo que agradecerle a Sam por eso. 

Dice, su voz alegre sonando muy cerca de mi cuello, mientras se acerca a mí apretando mi cintura con sus manos, haciéndome reír como tonta. 

—¡La cena está pronta!

Grita Katherine. Zayn deja un beso en mi cabeza y se levanta para alcanzarme mis muletas. Me ayuda a ponerme de pie y cuando me apoyo sobre las muletas comienza a caminar. 

—Sabes que si fuera por mí te estaría cargando en mi brazos. 

Me dice, una mirada que conozco en sus ojos. Me detengo de inmediato.

—¡Ni siquiera lo pienses! 

Le advierto, pero Zayn está sonriendo. 

—Me conoces tan bien. 

Dice, encantado. Aunque intento escaparme mi tobillo roto no me deja ir muy lejos y ahogo un grito cuando Zayn me toma en sus brazos sin esfuerzo alguno. 

—¡Zayn, bájame! 

Chillo, pero Zayn está caminando hacia la cocina, conmigo en sus brazos. ¡Qué vergüenza!

—Eres un chillona. 

Dice, con una sonrisa en su rostro, sus labios dejando un beso en mi frente. 

—Zayn.

Le ruego, una vez más pero no hay caso. Estoy tan enojada. Entramos al gran comedor de su casa y quiero esconderme. En un intento fallido oculto mi rostro en su cuello, mis mejillas rojas por la vergüenza.

Encantadoramente diferente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora