Capítulo 21

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Verónica me odiaba

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Verónica me odiaba.

Llevaba poco menos de media hora en casa de Liam, y ya quería salir corriendo.
Verán. Su padre y los gemelos: Simón y Samuel eran una completa dulzura, amables y sonrientes; iguales a mi novio. Pero su madre, Dios, esa mujer parecía querer asesinarme con la mirada. Seguía cada uno de mis movimientos con sus enormes ojos, me escudriñaba  de manera descarada, terminando cada revisión  con una negación de cabeza. Era sofocante.

—¿Y tus padres a qué se dedican?—preguntó mientras servía ensalada en los platos de la mesa.

Liam apretó  mi mano, y yo agradecí al cielo que él  estuviera sentado a mi lado.

—Mi madre es editora.—respondí  después de carraspear suavemente.

Ella enmarcó una ceja, e inevitablemente pensé que ese gesto me recordaba a Danna.

—¿Y tu padre?—

—Él  falleció  cuando yo tenía  once años.—Tomé  un trago de agua antes de continuar.—Desde entonces, solo somos mamá, mi hermana menor y yo.

Uno de los gemelos, no sé  cuál porque son gemelos y se parecen completamente, se llevó  una manita a su boca y vi sus ojos llenarse de lágrimas.  El otro, creo que Simón,  agachó  su cabecita, y dijo:

—Pancho también se murió.—Yo tragué con fuerza, mientras rogaba internamente no haber tocado una fibra sensible en los gemelos o la familia en general.

Lo último que necesitaba era que se pusieran a llorar y la señora Verónica sumará a su larga lista de mis defecto, que era una cruel chica que disfrutaba haciendo llorar a sus bebés.

Liam se levantó,  y con una servilleta le secó  las lágrimas al pequeño mientras susurraba algo a sus oído.

El señor Daniel  palmeteó  la espalda del otro niño.

—Ya, tranquilos, campeones. Pancho esta  en el cielo; y es muy feliz ahí.—Aseguró  Daniel.

Los rasgos  de Verónica se suavizaron,  cuando volvió  su vista a mí.

—Hace un par de meses murió  la mascota de los niños; era un pez payaso.—Estiró  su mano por sobre la mesa y apretó  la mía en un gesto de simpatía.—Lamento lo de tu padre, debió ser muy difícil para todos ustedes.

Tomé  una profunda aspiración, e intenté  evocar el recuerdo de mi padre. Era un hombre bueno, ese fue mi primer pensamiento,  no tenía sentimientos o recuerdos pesados que me hicieran pensar en él  con dolor o tristeza. Lo extrañaba muchas veces, y me entristecía cuando veía a Susan  tratando de hacerse con algo de él; intentando imaginarlo y apagarse a esa imagen. Pero cuando todo sucedió ella era apenas una bebé.

No sé  en que momento dejó  de doler tanto,  y poco a poco se fue convirtiendo en un dolor sordo y hueco, en un recuerdo que regresaba algunas noches trayendo consigo calidez y nostalgia.

Ni Te Quería TantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora