Capítulo 38

6.2K 299 10
                                    

Sus dedos dibujaban una larga línea desde mi hombro  hasta el codo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sus dedos dibujaban una larga línea desde mi hombro  hasta el codo. Parecía que realizaba la acción  de forma descuidada, mientras su atención  estaba fija en la pantalla del televisor  frente a mi cama.

La película iba por la mitad,  y aunque era mi favorita, y casi sabía  todas las líneas  de diálogo, en ese momento la escena de amor que se desarrollaba hizo que odiara Julia Roberts  un poco.

—No sé  como te puede gustar esta  película.—Liam habló  sin apartar los ojos de la pantalla, y yo no pude evitar sobresaltarme. Intenté  moverme  un poco lejos de él, pero su presa no cedió. Parecía que no le bastaba con llenar mi mente y corazón  con su presencia, sino que también quería perturbar mi calma con su cercanía.

—No salgas con tonterías.  El hecho de que todas las películas  no lleven por título: "John Wick" no  las  hace  malas.—Traté  de sonar casual, pero estaba casi segura de que mi voz temblaba tanto como mi cuerpo.

Liam.

No tenía buenos recuerdos en los que él  no estuviera. Desde el primero momento, cuando aún  eramos solo niños de segundo año de primaria caló  tanto que incluso ahora me era imposible no respirarlo.

Amigos, siempre pensé  que esa era nuestra mejor etiqueta; nada tan personal no tan particular: todo bajo control.  Entonces, cuando menos lo esperé; tuve la horrenda epifanía: Me enamoré  de Liam, de mi mejor amigo y de la única persona que parecía conocerme mejor de lo que yo misma me conozco.

No hay nada más  aterrador que eso, que alguien tenga el poder de destruirte o armarte con solo una palabra o una caricia, y sin darme cuenta, le había entregado tal cosa a este chico junto a mí, a este que se negaba a dejarme sola incluso cuando se lo pedía casi a gritos.

—Wick  es cien veces mejor que esto, ¿por qué  no estamos viéndolo?—Por fin me miró, y sus ojos: profundos, líquidos y aterradores provocaron que quisiera salir corriendo tan rápido como latía mi corazón en ese momento.

Desvié  los ojos hacia la TV.

—No tienes que quedarte a verla.—Susurré, tragando casi en seco.

Con mi cabeza apoyada en uno de sus hombros, sentí  perfectamente cuando los encogió.

—No me quiero ir.—El silencio  se hizo por un par de segundos antes de que continuará.—Te lo dije, Danna: no me iré; ni ahora ni nunca.

Eso sonaba a una promesa, y siempre las odié.

—No te necesito.—Las palabras saltaron de mi boca,  y traté de incorporarme hasta que logré  quedar sentada.—¿No sabes aceptar un No? Estoy hasta el tope contigo; no eres indispensable, ¿okey?

Odiaba saber que incluso en ese momento estaba mintiendo, quería tan desesperadamente que  él  dijera que se quedaría que el deseo dolía  hasta los huesos.

Ni Te Quería TantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora