Capítulo 35

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Liam

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Liam

Danna  despertó  a la mañana siguiente, con la firme convicción de no permitirme verla.

Mis amigos insistieron en que debíamos irnos, dormir un poco o asistir al instituto, y aunque ellos se fueron; yo no me moví  del hospital. Ni siquiera cuando su padre y hermana increparon  contra mí.

Su rechazo dolía casi tanto como saber que se odiaba lo suficiente así  misma como para intentar lastimarse.

Toda la situación provocaba que mi corazón se sintiera pesado y turbio; perdido y con miedo.

Si el amor que Danna  sentía no alcanzaba para sí misma, ¿qué  podía esperar que me diera a mí?

Mi celular no dejó  de sonar en toda la mañana, y mientras mi madre llamaba; yo intentaba colarme en la habitación de la pequeña rubia a como diera lugar.

Tuve éxito  en el cuarto intento,  cuando los cambios de turno y la hora del almuerzo coincidieron. Vi a algunas mujeres y hombres  salir del pequeño estar a un lado de las habitaciones, mientras otras cargaban sus almuerzos e iban a cafeterías.  Aproveché  los pocos minutos de confusión  y entré en la habitación  203.

Danna  estaba despierta, acostada en la incómoda  camilla mientras su mirada ausente estaba puesta en el paisaje más  allá  de la ventana que deba al aparcamiento del edificio. El televisor estaba encendido, pero no tenía volumen.

Sus ojos no se apartaron del pequeño cuadro, y dijo con queja.

—No tengo hambre, no insista.—Su cabello rubio era una maraña esparcida  por la almohada de color blanco inmaculado, su piel tenía  un tono  mortecino, e incluso a la distancia; podía notar las pronunciadas  ojeras que amenazaban con llegar a sus altos pómulos.

Dios.

Mi corazón  dio un brinco; casi lo sentí  en mi garganta, casi temí  que explotará en ese instante.  Sentía como si no  la hubiese visto en años, y aunque ya sabía  que estaba bien, que se salvaría; justo en ese momento, viéndola ahí: creí que mis piernas cederán. El alivio  era tan  grande como mis ganas de correr a besarla.

Estaba viva; aún  teníamos oportunidad. Aún podíamos sanar.

—Deberías comer.—Dije por fin, eligiendo dar un paso más  allá  del umbral; sintiendo como la ansiedad de ir hacia ella empezaba a carcomer  mi pecho. Danna  giró  el cuello hacia mí, mirándome con una expresión  de horror y sorpresa; mientras parecía ponerse más  pálida.  Si es que eso era posible.

Cerré  la puerta, y me recosté  en ella.

—Yo...—Las palabras comenzaron a salir torpemente de sus resecos labios.—Yo pensé  que era la enfermera.—Sacudió  la cabeza,  como si intentará ahuyentar  cosas que no quería  ahí.—¿Qué  haces aquí?—Suspiró.—Vete; no quiero verte.

Ni Te Quería TantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora