Liam
Danna despertó a la mañana siguiente, con la firme convicción de no permitirme verla.
Mis amigos insistieron en que debíamos irnos, dormir un poco o asistir al instituto, y aunque ellos se fueron; yo no me moví del hospital. Ni siquiera cuando su padre y hermana increparon contra mí.
Su rechazo dolía casi tanto como saber que se odiaba lo suficiente así misma como para intentar lastimarse.
Toda la situación provocaba que mi corazón se sintiera pesado y turbio; perdido y con miedo.
Si el amor que Danna sentía no alcanzaba para sí misma, ¿qué podía esperar que me diera a mí?
Mi celular no dejó de sonar en toda la mañana, y mientras mi madre llamaba; yo intentaba colarme en la habitación de la pequeña rubia a como diera lugar.
Tuve éxito en el cuarto intento, cuando los cambios de turno y la hora del almuerzo coincidieron. Vi a algunas mujeres y hombres salir del pequeño estar a un lado de las habitaciones, mientras otras cargaban sus almuerzos e iban a cafeterías. Aproveché los pocos minutos de confusión y entré en la habitación 203.
Danna estaba despierta, acostada en la incómoda camilla mientras su mirada ausente estaba puesta en el paisaje más allá de la ventana que deba al aparcamiento del edificio. El televisor estaba encendido, pero no tenía volumen.
Sus ojos no se apartaron del pequeño cuadro, y dijo con queja.
—No tengo hambre, no insista.—Su cabello rubio era una maraña esparcida por la almohada de color blanco inmaculado, su piel tenía un tono mortecino, e incluso a la distancia; podía notar las pronunciadas ojeras que amenazaban con llegar a sus altos pómulos.
Dios.
Mi corazón dio un brinco; casi lo sentí en mi garganta, casi temí que explotará en ese instante. Sentía como si no la hubiese visto en años, y aunque ya sabía que estaba bien, que se salvaría; justo en ese momento, viéndola ahí: creí que mis piernas cederán. El alivio era tan grande como mis ganas de correr a besarla.
Estaba viva; aún teníamos oportunidad. Aún podíamos sanar.
—Deberías comer.—Dije por fin, eligiendo dar un paso más allá del umbral; sintiendo como la ansiedad de ir hacia ella empezaba a carcomer mi pecho. Danna giró el cuello hacia mí, mirándome con una expresión de horror y sorpresa; mientras parecía ponerse más pálida. Si es que eso era posible.
Cerré la puerta, y me recosté en ella.
—Yo...—Las palabras comenzaron a salir torpemente de sus resecos labios.—Yo pensé que era la enfermera.—Sacudió la cabeza, como si intentará ahuyentar cosas que no quería ahí.—¿Qué haces aquí?—Suspiró.—Vete; no quiero verte.
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Ni Te Quería Tanto
Teen FictionEN CORRECCIÓN. El chico que me gusta me ha confesado que esta enamorado de mi mejor amiga.... Esto va a estar jodido. •~•~• Mientras él me hablaba de lo profundamente enamorado que estaba de Emma, un agudo dolor atravesó mi pecho. En ese momento no...