Capítulo 30

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—¿Podrían  soltarse, por favor?—La voz de mi madre taladra entre la bruma que Ethan  provocó

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—¿Podrían  soltarse, por favor?—La voz de mi madre taladra entre la bruma que Ethan  provocó. De un empujón  me aparto; sintiendo mi cara arder.

Teresa nos observa con seriedad,  con las manos en su cintura, y su sombrero de ala ancha cubriéndole  casi la mitad del rostro. Ethan  dio un instintivo paso atrás, y yo lo imité, donde gracias a Dios por el hecho de que mi madre  no llevará chanclas en esos momentos.

—¿Alguno de ustedes quiere empezar a hablar o comienzo yo con las preguntas?—Cambio  la posición de sus brazos, cruzandolos  ahora sobre su pecho.

Santa virgen, podía escucharla  preguntando sobre condones, pastillas y esas cosas. Lo mejor era aclararle cualquier cosa antes de que ella hablara.

—Somos amigos.

—Estamos enamorados.

Ethan  y yo hablamos al unísono. Mi madre arqueó una ceja, y yo golpeé  mi frente con la palma de mi mano, el idiota a mi lado me miró  con el ceño fruncido.

—¿Amigos con... beneficios?—Preguntó  Teresa. Sus ojos color humo adquirían un brillo de molestia cada vez mayor.

Ya estaba,  hasta aquí había llegado Candace  Jones. Era mi fin.

—¡No, mamá!—chillé.—Sabes que no haría algo así, somos solo amigos.

—Pero yo quiero a Candace  como más  que una amiga, Teresa.—Ethan  imitó  la postura de mi madre. ¿Es qué  este chico era idiota?—Estoy enamorado de ella, y ella también lo esta de mí; solo que no se decide a...—Mis manos fueron a su boca.

—Cállate, por favor. —Le di una mala mirada.

—Ethan, ayuda  a los demás  recoger las cosas.—Sentenció  mi mamá.—Hablaré  contigo luego. La mirada que le dio, que fácilmente  podía congelar hasta el mismo infierno, no dejó espacio para réplicas.

Ethan  se alejó  a regañadientes, y cuando volví  a mirar a mi madre, el nudo en mi estómago se apretó aún  más.

—No es lo que parece, ma.—Apretujé  mis manos con nerviosismo.

Teresa me observó  unos segundos, antes de inclinarse y sentarse sobre la arena. Su gesto estaba serio, pero ya no me parecía tan enojada.

Me senté  a su lado.

—Sabes qué  lo que dije sobre querer un nieto era broma, ¿verdad?  Es decir, no ahora; no hay prisa.

Mi vergüenza  fue en aumento.

—Mami, no tenemos ese tipo de relación.—Suspiré.—Solo fue un beso.

Teresa se quedó en silencio por algunos segundos,  estudiando detalladamente mi rostro

—Pensé  que estabas con ese otro chico... ¿cómo  se llamaba? ¿Tiam?

Fruncí  el ceño.

Ni Te Quería TantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora