Capítulo 14

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—Quisiera que me mirarás a mí  de la forma en la que lo miras a él

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—Quisiera que me mirarás a mí  de la forma en la que lo miras a él.—Su voz fue un susurro pero escuché  cada palabra.—Date cuenta: aquí  estoy yo.

Liam dejó  su frente recargada sobre la mía, mientras mantenía  sus ojos cerrados.
Realmente me sentí  miserable. No sabía cuán profundos eran sus sentimientos hacia mí, pero sí  tenía claro que no estaba lista para corresponder a ellos; para ver más  allá de los míos.

—Lo siento.—Fue lo único  que atiné  a decir. Él suspiró  pesadamente, y bajó  uno de sus brazos; dejando espacio para que escapara de su presa.

—Ve a hablar con él.—Abrió  los ojos, y estos estaban velados de demasiadas emociones. Eran los más  profundos que había visto.—Necesitas darte cuenta tú  misma. Cuando eso suceda, yo voy a estar esperándote; no importa cuánto nos tome, Candace.

No comprendí  a lo que se refería, pero me alejé  y lo cuando salí él  aún  estaba recargado contra los casilleros.

El corazón me latía a un ritmo desbocado. ¿Desde cuándo  Liam sabía de mis sentimientos por Ethan?

Dios. Él  tenía  razón: Ethan no me quería de la manera que necesitaba.

No entré  a las siguientes dos horas de clase, debía  tomarme  un momento para comprender lo que había sucedido:

>Besé  a Ethan: dejando ir con ello años de frustración.

>Él  no me rechazó.

>Liam nos vio.

>Por alguna extraña razón; los único que quedó  impreso en mi mente fue la mirada de decepción que recibí  por parte del chico de ojos castaños.

>Y bueno, recibí más  besos en esas últimas semanas que los que me habían dado en todo el resto de mi vida. No es que fuera un dato importante, pero sí  que era curioso.

Todo esto me dejaba con un par de opciones, pero antes de ponerlas en práctica necesitaba hablar con el bastardo.
Busqué  de nuevo en la cafetería cuando el segundo receso comenzó, ignoré  los mensajes de Emma y Mike.  No estaba ahí, ni tampoco en la biblioteca  o en el campo de entrenamiento; entonces recordé el lugar que frecuentabamos  cuando éramos realmente amigos; y fui allá.

Era un sitio en la parte trasera del edificio, donde un nacimiento de enredaderas silvestres  escalaban sobre dos grandes vigas de concreto,  dejando una pequeña sombra en medio de las dos paredes. Él  estaba ahí  recostado, con la cabeza echada hacia atrás mientras tenía lo ojos cerrados.

Creo que me escuchó  llegar, porque enseguida su mirada contactó con la mía.

—Go...Candace. —Dijo.

Los nervios estaban carcomiendo mis entrañas.  Di un par de pasos vacilantes con la intención de acercarme.

—¿Estas ocupado? —Metí  mis manos sudorosas en los bolsillos traseros de mis vaqueros.

Ni Te Quería TantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora