Capítulo 23

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Le di el último trago a mi cerveza

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Le di el último trago a mi cerveza.  En líquido ámbar se deslizó por mi garganta y cayó pesadamente en mi estómago.

Liam se había ido hacía dos horas y aún no regresaba. Sentía la ira y el llanto burbujear en la misma medida dentro de mí.

Necesitaba que él me explicará que estaba pasando,porque yo ya estaba imaginando un montón de cosas que solo me hacían doler el pecho.
Un chico de segundo año me pasó algún tipo de trago en un vaso, y lo empujó a mi boca hasta que me lo tragué de un solo intento.

Luces estallaron en mi cabeza, y la Sacudí, poniendo de pies y saliendo de la cocina. Estaba un poco mareada, pero sabía que aún me encontraba lo suficientemente sobria.

Necesitaba encontrar a mis amigos, no sabía de ellos desde hacía un par de horas. Subí las escaleras, casi tropezando en el último escalón. Busqué primero en los baños, pero ahí no había nadie, la habitación de Susan también estaba vacía y me había asegurado de poner llave a la de mi madre. Eso solo dejaban dos opciones: La de invitados y la mía.

Comencé con la de huéspedes, y cuando abrí un poco la puerta y los sonidos jadeantes y excitados me hicieron dar un paso atrás. Melissa y Emma estaban ahí... Jugando a la mamá y la mamá.
Cerré rápidamente, llevando mi mano a mi frente para masejearla. La habitación había estado lo suficientemente oscura y daba gracias a Dios por eso.

Bien, dos menos; restaba uno.

Mike estaba sentado en el piso, con su espalda apoyada en la cama y una botella de alcohol a su lado. Cuando me escuchó entrar, sus ojos se alzaron hacia mí, y estos estaban velados por por lágrimas contenidas.

Me dio una sonrisa, pero su semblante taciturno me preocupó. Entré enseguida, cerrando la puerta con seguro.

—Mike, ¿qué sucede?—Di unos pasos con intención de acercarme. Él negó, y agachó su cabeza, enterrandola en sus manos. Me agachóé, y traté de tomarlo por los hombros para que me mirará.—Háblame, ¿qué sucede?

Entonces, volvió a mirarme. Nunca había visto a mi mejor amigo llorar,y sentirlo tan débil me partió el alma.

Dos gruesas lágrimas rodaron por su mejilla. Se lanzó sobre mí, envolviendo sus brazos y enterrando la cabeza en la curva de mi cuello.

Lo abracé de vuelta, sintiendo como se sacudían sus hombros con cada sollozo. La culpa apareció en mi pecho.

Llevaba tanto tiempo concentrada en mí misma, que me cegué y no pude ver las cosas por las que estaba pasando mi amigo. Ahora él estaba dejando salir todo, y comenzó a hacerlo solo; encerrado en una habitación vacía mientras yo estaba metida en mi propio mundo.

Era una amiga horrible.

—Todo estará bien.—Susurré contra su cabello, sintiendo que me echaría a llorar con él en cualquier momento.

Ni Te Quería TantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora