ALFRED:
Me paso las manos por la cabeza, meciendo el pelo completamente sudado en las puntas. Me vuelvo a rascar insistentemente los ojos. Pero no soy capaz de abandonar el estudio e ir detrás de ella. No puedo. Mi mente me lo pide a gritos, pero sé que cuando me pare delante de la puerta, todo va a ser demasiado difícil para mí. Hace mucho que no estoy acostumbrado a mantener conversaciones normales con la gente con la que trabajo. Y, aunque sé que ella es diferente a todos los músicos anteriores, desisto de mi idea.
Me tumbo en el sofá del estudio. Pienso, atribulado, sobre lo que me ha dicho, hago daño con mis palabras. Y a ella he sido capaz de herirla en lo más profundo. Le he dicho que es una jodida negada en lo mejor que hace. Todo porque me ha dicho que no es capaz de sentarse al piano. Joder, Alfred, esa chica tiene razón. Eres un jodido cabrón y no lo puedes evitar. Has pagado con ella tus frustraciones del pasado, me dice mi yo interior.
Le he dicho, con toda mi mala leche, que es mediocre. Que es débil. Y ser débil en esta vida no es nada malo, pienso dentro de mí. Yo mismo, soy el tipo más débil del planeta que se esconde bajo una sombra perfecta de estupidez, mala educación e ironía fina. Y me odio por eso. Aunque no debería. Mi pasado me atormenta desde hace demasiados años, por eso he construido un muro contra todo el mundo. Me alejo de las relaciones duraderas, no quiero a nadie más de los que tengo en mi círculo más íntimo y, por encima de todas las cosas, me mantengo en silencio en este mundo infectado de rumores con mala saña. Calladito, por norma general, estoy mucho más guapo.
Mi cabeza funciona tan rápido que creo que estoy echando humo por las orejas, pero no. Me siento sucio, asqueroso. Y me planto delante de su puerta, paso la mano por encima de la madera bien conservada de la misma pero no hago ninguna llamada. Me asusto cuando oigo la puerta de la entrada, en ella están parados Gabriela y Rodrigo mirándome con gesto extrañado. Cuando cruzo un par de miradas con ella, se da cuenta de todo. Se me ha ido de control. A mí, el tipo más cuadriculado del mundo, todo se me ha escapado entre los dedos. Y ya no hay vuelta atrás, de eso también estoy convencido.
Pongo un par de excusas vagas para no ir a comer. Me encierro en el estudio. No atino a dar dos notas seguidas en el piano sin pensar que he despreciado a, casi con toda seguridad, la mejor pianista que he conocido en mi vida. He sido duro, inflexible. Y he tensado tanto la cuerda que ella ha decidido cortarla. Lo lógico sería ir detrás de ella, sentarme en su cama y pedirle disculpas. Decirle que, en realidad, no me cae tan mal como cree. Pero hace tanto tiempo que he perdido las buenas costumbres, que no sé cómo hacerlo, por lo que la idea se dispersa en mi cabeza.
Siento unos pasos en el estudio. Quizás sea Amaia para despedirse, aunque dudo que lo vaya a hacer. Yo no lo haría ni en el mejor de los casos. He sido un tipo sumamente desagradable con ella desde que llegó aquí. Cuando unas manos se posan sobre la tapa del piano, suspiro aliviado al ver que no es ella sino Gabriela que me trae algo de cenar, trato de evitar la conversación pero la manera en que se sienta en la silla, me hace entender que no se va a ir tan fácilmente.
—¿Has vuelto a perder el control, no?
No contesto. Ella ya sabe la respuesta incluso antes de hacer la pregunta. No importa lo que pase entre nosotros, que siempre tienes la respuesta adecuada. Y eso me jode, porque me conoces tanto que no soy capaz de ocultarte nada de mí. Y sabes interrogarme hasta, literalmente, sacarme las tripas.
—¿Se ha ido ya, verdad? —pregunto con miedo y angustia.
—¿Quién se tenía que ir?
—Pues quién va a ser... ¡Amaia! —digo mientras camino hacia el ventanal que me muestra una luna resplandeciente—. Creo que he sido demasiado duro con ella.
ESTÁS LEYENDO
Promesas que no valen nada
Fanfiction"Nuestro futuro depende de cómo entendamos nuestro pasado". Amaia Romero y Alfred García son, respectivamente, la cantante de éxito mundial y el productor de moda. Alfred es definido por todas las personas con las que ha trabajado como despiadado...