AMAIA:
Llevo dándole vueltas desde hace varios días a tus palabras sobre mi situación con Aitana. Que tú no puedes ser la causa de la separación ni de la unión. Que quizás es conveniente que tenga una conversación con ella. ¿Y qué voy a decir: Que lo siento mucho porque no he estado a la altura de las circunstancias? ¿No debería ser al revés?
Me encaminé hacia el jardín, donde se pasaba las tardes con tal de no cruzarse conmigo. Me sonreí para mis adentros, al descubrir que de algún modo, no era más que un método para evitar una discusión todavía mayor. Porque, no iba a mentir, cada vez que nos encontrábamos en un rincón de aquella casa, parecíamos a punto de sacarnos los ojos por cualquier nimiedad.
—Llamaste a mi madre —dije sentándome en una tumbona enfrente de ella—. Y no comprendo ese afán de meterte en mi vida. No eres mi madre, solo eres mi amiga. Y yo no estoy segura de que ya sigamos siéndolo.
—Yo tampoco —confesó con tono triste y apagado.
Pensé que me iba a responder con su dureza y sequedad habitual. Pero si con Alfred parecía avanzar, al menos en lo que me dejaba ver, conmigo parecía haberse estancado. Y no me sentía mal por ello. Yo fui clara con ella, la abrí la puerta para irse cuando quisiera y, sin embargo, Alfred estaba convencido de que teníamos que acabar aquel disco que me estaba poniendo la cabeza como un bombo con todas las ideas que le salían a Aitana de la cabeza y que Alfred se afanaba en recopilar.
Cuando, al fin, levantó la cabeza, me di cuenta de que no era la única que descansaba poco y mal. Según Alfred, también yo descansaba mal; hacía varios días que no dejaba de dar vueltas por las noches de manera incesante por la cama mientras trataba de balbucear palabras que no conseguía descifrar de manera nítida.
Tenía unas ojeras sumamente perfiladas, que ni siquiera una buena capa de maquillaje, habían logrado hacer desaparecer. La mirada estaba apagada. Se encontraba cansada. Y conocía bien esa situación. Yo había pasado por ella con Alfred un tiempo atrás. ¿Me estaba convirtiendo en un Alfred 2.0, pero esta vez en mujer? Sacudí la cabeza, tratando de hacer caer esa imagen por su propio peso.
—¿Te hace feliz?
Solo tres palabras en forma de pregunta, que parecía responderse por sí misma pero que ella quería escuchar de mi boca. Y asentí con la cabeza, hoy no me apetecía dar explicaciones. ¿Para qué voy a esforzarme con alguien que no quiere escucharme? Aunque esta vez, estaba sumamente atenta a todo lo que decía.
—Es la primera vez que te veo tan feliz desde lo de... bueno...
—Desde que pillé a Gustavo follando con otra —dije en tono totalmente neutro—, puedes decirlo. Él lo sabe. Todo.
Remarqué en profundidad ese todo. No quería darte pie a que pensaras que le había contado las cosas a medias y él había tenido que hacerse una composición rápida e inexacta de todo lo que vino después. Me había costado tanto abrirme con él, que ahora me sonreí al recordar aquella conversación después de una noche loca.
—¿Todo? —y enarcó una ceja.
—Todo —volví a repetir mientras jugueteaba con mis manos nerviosas—. No tenemos secretos. Ni los necesitamos.
—¿También te tuvo que sacar la historia con sacacorchos?
Aunque nunca me lo había dicho, sabía que estaba sumamente dolida porque se había enterado después de que yo regresara de Nueva York y nunca quiso creerlo hasta que yo se lo confirmé con mis propias palabras. Y esta vez, se te habían vuelto a adelantar, Aitana, querida. Aunque, en esta ocasión, era diferente, digamos que fue un intercambio de cromos. Si yo le hacía sabedor de su mierda, él iba a pagarme de la misma manera.
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Promesas que no valen nada
Fanfiction"Nuestro futuro depende de cómo entendamos nuestro pasado". Amaia Romero y Alfred García son, respectivamente, la cantante de éxito mundial y el productor de moda. Alfred es definido por todas las personas con las que ha trabajado como despiadado...