ALFRED:
Después de llegar a casa, sé que todo ha cambiado. Nada puede permanecer igual después de la noche de hoy. Son más de las cuatro de la mañana, y en el recibidor hay un capazo de bebé, así que doy por hecho que los nietos de Rodrigo y Gabriela están en casa. Mañana saludaré a su hijo, con el que tengo buen trato, y le preguntaré por las últimas novedades en el mercado argentino. Mi sorpresa es mayúscula, cuando Gabriela está despierta y me dice que me tengo que quedar a cuidar de sus nietos porque Héctor, su hijo, ha tenido un percance en el aeropuerto y ha terminado en el hospital, así que necesitan a alguien que se haga cargo de los pequeños. Pienso en negarme, pero no puedo hacerlo así que sonrío y veo como unos ojos traviesos me miran por encima de la manta. Es Alejandro, su nieto mayor.
—Abuela —pregunta el niño—, ¿por qué nos tenemos que quedar con él?
Mi mirada se posa en el espejo que hay en mi habitación, donde me llevo a los dos niños bajo la atenta mirada de Gabriela. Tengo cara de circunstancias, ahora de lo único que tengo ganas es de dormir y, por supuesto, de que Amaia venga a descubrir cuáles son mis razones para que vuelva. Que las tengo, aunque nunca las diga en voz alta.
Alejandro no tarda mucho en dormirse. No sé si le caigo bien o mal, es un niño que habla poco, pero me lo paso bien siempre que está pululando por aquí. Me recuerda a mi yo de cinco años, aunque no voy a mentir, sigo siendo un niño encerrado en el cuerpo de un hombre. Pero hay algo que me pone muy nervioso en los niños, que siento que tienen la necesidad de toquetear todo y, por lo general, hacer preguntas demasiado incómodas. La última vez que estuvo aquí, me preguntó por qué me tiraba del pelo de las cejas. Simplemente me limité a sonreír y a decirle que en algún momento de su vida comprendería que no todo era de color de rosa. No creo que lo haya entendido a día de hoy.
Cuando estoy ya desnudo de cintura para arriba, noto como una mano tira de mis pantalones con insistencia. No creo que un bebé de apenas ocho meses sepa hacer esas cosas, y allí me vuelvo a encontrar con tus ojos más que curiosos y tu sonrisa ladeada. Me miras con cara de somnolencia absoluta.
—¿Mañana podemos jugar a ser estrellas de rock, tío Alfred?
Su padre es de mi edad, así que es como el hermano que nunca he tenido. Tenía una buena relación con ellos. Me hacía mucha gracia su marcado acento de Buenos Aires. Y, siempre jugábamos, cuando venía de visita, a creernos estrellas de rock. Sonreí al pensar que ese niño ni siquiera sabía quién era yo, y me consideraba como una de ellas, pero me daba tanta ternura. Me devolvía a mi más tierna infancia. Así que le indiqué que sí con la cabeza, pero le hice prometer que la abuela no se enteraría de nuestras fechorías.
Son las siete pasadas de la mañana, apenas he dormido dos horas y media, cuando un llanto me despierta. Es la pequeña Lucía. Doy por hecho que será su manera particular de decirme que tiene hambre o que quiere cambio de pañal. Como lo primero no parece acabar con su angustia, doy paso a lo segundo. Tardo varios intentos en hacerlo adecuadamente. Siento la risotada de Alejandro, y le cuento que soy hijo único, me responde que no pasa nada, que puedo actuar como su hermano mayor. Si tú supieras que tengo edad para ser tu padre...
Después de desayunar, nos vamos al estudio de grabación, donde Alejandro se cuelga mi guitarra favorita, una PRS Multifoil, vieja compañera de batallas y de angustias. No sé si eres consciente, nene, de que tienes cierto tino para esto e incluso llegas a dar un par de acordes. Veo que tu padre no ha perdido el tiempo contigo. Le meso el pelo en señal de conformidad, y él continúa creyéndose una estrella de rock mientras yo actúo con su hermana sentada en mis piernas como fans locos totalmente enfervorecidos por una actuación brillante. Sentí que la desazón de la noche anterior, parecía abandonarme por un tiempo, ya me lo iba mereciendo. Aunque no tarda mucho en volver, cuando Alejandro se para en seco y me mira.
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Promesas que no valen nada
Fanfiction"Nuestro futuro depende de cómo entendamos nuestro pasado". Amaia Romero y Alfred García son, respectivamente, la cantante de éxito mundial y el productor de moda. Alfred es definido por todas las personas con las que ha trabajado como despiadado...