AMAIA:
Salgo de mi casa temprano. El tren me espera para regresar a Barcelona después de las Navidades en las que me has dicho que tienes que pensar mucho y yo no entiendo sobre qué debes reflexionar. Creo saberlo, pero no quiero decirlo en voz alta. Están pasando muchas cosas que a los dos se nos han ido de las manos hace ya demasiado tiempo. Y es probable que ninguno de los dos sepamos ponerle freno a todo lo que nos pasa. Te he llamado varias veces durante estas fiestas pero siempre me respondes con respuestas vagas del tipo: "Creo que es lo mejor para los dos", "podemos salir muy mal parados" y, la mejor para mi gusto, "quizás me he precipitado al pensar que podíamos hacer algo grande juntos".
Pues te has equivocado. Yo sé que podemos hacer algo gigante juntos, pero te has cerrado en banda. Te escribo un mensaje. Es la última vez que lo voy a intentar. Hoy tengo que estar en Barcelona por motivos profesionales, una entrega de premios. Te informo de que voy a estar, y sé que tú también. Tu mánager me lo ha confirmado. Y soy clara, no me ando con rodeos. Necesito saber qué esperas de mí, pero no contestas. Así que, cuando me bajo en la estación y me recibe mi hermano, me siento muy perdida. No sé en qué punto exacto se encuentra ahora la relación que sea que tengamos.
Le cuento los avances que he hecho contigo y, para mi sorpresa, él también ha averiguado algo sobre ti. Desconozco si estás al tanto. Porque parece que antes de que la información me llegue, tú ya sabes todo lo que yo sé. Y eso me enerva, porque me llevas ventaja en todo lo que hago.
—Yo creo que esto es una chorrada... pero he averiguado algo sobre él.
—¿El qué? —pregunté con los ojos abiertos como un búho en plena noche.
—Efrén me habló sobre esa banda —y puso los ojos en blanco—, malísima, por cierto. Y es verdad que trabajó con ellos. ¿No sabes por qué se separaron?
—No, pero no me lo digas. Solo necesitaban tiempo para desarrollar sus personalidades por separado.
—Pues no. Hoy te has equivocado.
Se sonríe. Siempre hemos tenido esta complicidad para hablar de música sin necesidad de andarnos escondiendo bajo palabras veladas de crítica o alabanza, por eso siempre le cuestiono casi todos los pasos que doy. Y, al día siguiente de contarle lo que Alfred me había propuesto, me dijo que no me preocupara, que había tomado la decisión correcta.
—Antes de saberlo, quiero hacerte una pregunta.
—Tú dirás —dice agarrando un gran trozo de pizza.
—¿Crees que tomé la decisión correcta?
No es que tenga dudas pero... ¡bueno, soy un manojo de dudas, vale! Los últimos movimientos de Alfred me tienen totalmente desconcertada. No entendía su reacción justo ahora que todo parecía marchar sobre ruedas y que los dos habíamos alcanzado una conexión musical privilegiada. ¿Es que había algo mal en todo lo que habíamos hecho hasta aquel día en que me dijo que, tal vez, era mejor separarnos un poco para ver ideas?
—Sí, lo creo —y me mira con ojos de soslayo—. ¿No lo crees tú?
—Está raro. Me ha pedido un tiempo.
—Él es raro. Ya lo sabías cuando aceptaste trabajar con él. No sé dónde está el problema.
Me debato sobre si hablar de esa rutina tan particular que hemos alcanzado, pero necesito decírselo a alguien. Aitana no me había dejado de dar el coñazo con lo mal productor que era, así que cuando esa mañana abandoné el piso que compartíamos en Madrid desde hacía un par de años, supe que tenía que revelarle mi mayor secreto de los últimos meses a alguien. Y no podía confiárselo a nadie más. Ni siquiera a mi círculo más íntimo, porque eso suponía demasiadas preguntas que todavía no estaba preparada para responder.
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Promesas que no valen nada
Fanfiction"Nuestro futuro depende de cómo entendamos nuestro pasado". Amaia Romero y Alfred García son, respectivamente, la cantante de éxito mundial y el productor de moda. Alfred es definido por todas las personas con las que ha trabajado como despiadado...