AMAIA:
Abro los ojos sobresaltada en aquella habitación de hotel. Tan ordenada, tan impersonal, y tan lejos de casa. Todavía no lo sé, pero hace algunos minutos que se ha desatado la tormenta. Y una portada de revista tiene parte de la culpa. Miro mi móvil, está lleno de llamadas perdidas de mis padres, de mis hermanos y de varios de mis amigos. Pero ni una sola de Alfred. Ayer estuvimos hablando hasta altas horas de la noche, él en Barcelona y yo en Cádiz. Tan lejos y tan cerca, al mismo tiempo.
El móvil se vuelve a encender, miro la pantalla. Es mi madre. No descuelgo, espero a que ella corte la llamada. Sé que me conoce lo suficiente como para saber que si no la cojo el teléfono solo pueden ser dos cosas las que pasan: que no tenga ganas de hablar o que esté dormida. Y, en este caso, sin saber bien por qué, es la primera. Un mensaje de WhatsApp, entra con un sonido seco de vibración.
—Sólo te lo voy a preguntar una vez: ¿Hace cuánto que estás viviendo en Barcelona?
La pregunta de mi madre es clara. Y solo tiene una respuesta posible. Pero me da miedo. No se lo he contado como tal a nadie, excepto a Aitana que me ha guardado el secreto como una tumba.
El silencio en la habitación me asusta. Me he acostumbrado a despertarme con la respiración de Alfred, y ahora el silencio no me gusta. Soy consciente de que tengo que saber, exactamente, cómo ha llegado mi madre a tal conclusión. Y lo hago. Con más miedo que vergüenza, pero siendo consciente de que ya no voy a poder retrasar algo inevitable. Por mucho que quiera.
Abro el navegador del móvil. Dudo por unos instantes, vivo muy feliz en mi ignorancia y romperla va a ser duro. Pero lo hago. Tecleo mi nombre en el buscador que en apenas unos segundos, me hace ser conocedora del motivo de tantas llamadas y de ese mensaje de mi madre. Seguro que Alfred está al tanto. Pero eso lo hablaremos durante mi largo viaje de regreso a casa.
Una revista ha decidido sacarnos en portada, saliendo juntos de la casa de él durante todo el tiempo que no he estado de gira. Y no puedo negar lo evidente, porque si mi madre ha preguntado es que ya ha estudiado todas las redes sociales para saber mis pasos cada día y poder hacer preguntas sin miedo a equivocarse. Suspiro. Se ha terminado la calma en la que hemos estado viviendo hasta ahora.
A partir de ahora, nos esperan todos los medios habidos y por haber, buscando la foto que confirme algo que a ojos de todo el mundo es más que evidente, o al menos así se lo dejan caer a la publicación en la sección de comentarios de la noticia. No quiero seguir leyendo, pero no puedo evitarlo. Siempre me ha podido mi vena cotilla, y ya estoy demasiado mayor como para cambiar determinadas conductas, así que los leo detenidamente.
Hay todo tipo de comentarios. Desde los que dicen que no hay necesidad de perseguirnos hasta los que abogaban por que estaban deseando ver algo más. Y me sentí un poco humillada, no puedo negarlo. Otra vez estaba volviendo a revivir algo en lo que yo no quería participar bajo ningún concepto. Le pongo un mensaje a Alfred.
Su respuesta es una foto de la acera de enfrente de casa atestada de periodistas, esperando a que salga de casa para poder atraparle con sus preguntas. Y la tormenta ya se ha formado. Lo sabemos los dos, me disculpo con un emoticono y él me responde que no pasa nada, que ya se cansarán de estar pasando frío y calor en la acera. Una llamada entrante me saca de mis pensamientos obnubilados y contentos por la reacción de Alfred.
La foto de mi madre ocupa toda la pantalla. Sé que es el ojo de la tormenta. Es mi madre, y junto con Alfred, seguramente es la persona que mejor me conoce en cada paso que doy. Dudo entre si debo colgar, contestar o simplemente esperar a que se canse. Pero no cuelga y yo no puedo cortar la llamada. Así que finalmente, deslizo el dedo haciendo que oiga la respiración de mi madre al otro lado. Silencio absoluto.
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Promesas que no valen nada
Hayran Kurgu"Nuestro futuro depende de cómo entendamos nuestro pasado". Amaia Romero y Alfred García son, respectivamente, la cantante de éxito mundial y el productor de moda. Alfred es definido por todas las personas con las que ha trabajado como despiadado...