Capítulo XXXVII

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ALFRED:

Antes de irme, necesariamente tengo que liberar el secreto que hizo que todo cambiara. O al menos, que fuera el principio del cambio. Noto tus ojos bien clavados en mi nuca mientras meto mis pocas pertenencias en la bolsa de viaje. En unas horas, tú estarás viajando al sur y yo hacia Barcelona. Nuestros caminos vuelven a separarse, pero sé que esta vez solo será un instante. Cuando nos queramos dar cuenta, nos estaremos volviendo a ver.

—Hay algo que sabes y que no has preguntado por ello...

Una breve sonrisa se escapa de sus labios, pero no oculta su tristeza porque yo no vaya a acompañarla. No quiero hacerlo. Ella es la estrella. Y yo ya he orbitado demasiado a su alrededor y ahora... ahora toda mi vida depende casi exclusivamente de ti. Siento que debemos empezar a hacer que tu carrera sea tuya y yo solo haya sabido meter la mano en tu mierda y sacar lo importante de ahí para cerrarlo con un buen tapón de cemento.

—Me lo contó Aitana... dice que has desplumado a la casa discográfica.

Me sonrío. Para mí es casi como una gran victoria. Es la reparación por tantos años de oprobio. Para el resto del mundo es solamente una cuestión de dinero, pero ella y yo sabemos que no. Que todo va mucho más allá de eso. Nunca me han interesado ni el dinero ni los premios. Por eso, los segundos siguen guardados en cajas en el estudio. Y creo que allí continuarán. Al menos por ahora.

—No deberías estar triste —digo dándole un largo beso—. Cuando te quieras dar cuenta, nos estaremos viendo de nuevo.

No consigo que sonrías, simplemente te encoges de hombros. Y te comprendo, la primera separación va a ser dura. Demasiado para los dos. Pero, me voy satisfecho de este viaje. He cumplido todo lo que pensaba. Hablar contigo, definir un poco mi futuro y, sobre todo, que supieras la verdad. Me hubiera gustado que Aitana no se fuera de la lengua, pero las cosas no siempre salen como uno desea.

Me siento en la cama, a tu lado. Y te abrazo. No sabes todo lo que te debo. Gracias por haber abierto una puerta a mi pasado y hacer que quedara entreabierta para poder recomponer todo lo que merecía mi atención y, por supuesto, mi cuidado para que mi futuro fuera el que yo quería que fuese. No ha sido un camino fácil, pero me siento orgulloso de haberlo podido recorrer y, principalmente, de poder decir que he sobrevivido a toda mi mierda. No es poco, lo sabes.

—Estoy muy orgullosa de ti —me dice sonriéndome.

—Y yo de ti. Siempre.

Nunca te lo había dicho con palabras hasta hoy. Pero cuando me pusieron aquel contrato con tu nombre entre las manos, pensé que te podía dar yo a ti. Yo era un músico muy normalito. Al menos en comparación contigo. Y siento que nos hemos redescubierto en todos los sentidos. Pero necesito cerrar este capítulo. Decir adiós a todo lo que ya ha dejado de atarme a un pasado tan aciago.

—¿Es verdad todo lo que ha dicho Aitana?

—No te lo puedo decir, porque no sé lo que ella sabe.

Ella sonríe y niega con la cabeza, dándose cuenta de que hay cosas que aunque quiera no han cambiado demasiado. Para el resto del mundo, sigo siendo el mismo ogro que ella dejó en Barcelona hace cuatro meses. Así que no tengo información que ella sí.

—Me dijo que ganaste un juicio millonario, al productor, a la banda... a nuestros antiguos jefes. Y eso es todo lo que sé realmente.

Entrelazo mis dedos con los suyos, y jugueteo brevemente con ellos. Sé que tengo que ser sincero, pero hay mecanismos de mí mismo que todavía me cuesta controlar. Uno de ellos es el mal humor. Y que Aitana sepa tanto de mí, sin que nada haya salido de mi boca, me molesta. Aunque le agradezco que no haya hecho demasiados comentarios hirientes en los últimos días. Creo que en algún momento tendré que tener la conversación con ella... tengo que disculparme por tantas cosas... pero volvamos al asunto importante.

Promesas que no valen nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora