Capítulo XV

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ALFRED:

Estoy seguro de que mis palabras te desconciertan antes incluso de conocerlas. Ya sabes que no soy un tipo fácil, soy vanidoso, ególatra, huraño, sobrado, ermitaño y todo lo que se te pueda pasar por la cabeza después de haberme conocido. Pero contigo no estoy siguiendo mi plan marcado. Fíjate que he sido capaz de renunciar al contrato de mi vida, algo que nunca me había planteado hasta que alguien puso tu nombre encima de la mesa. Sabía que las cosas te tenían que ir suficientemente mal como para que aceptaras trabajar conmigo, sabía que no me soportabas y menos después de lo que había pasado con Aitana. Te lo veía en la cara cada vez que nos cruzábamos en las escasas galas de premios a las que iba. Nunca nos habíamos saludado de manera cortés... así que era imposible empezar con buen pie.

Antes de tu llegada, te había investigado. Como hacía con todos. Pero contigo había ido más allá. No me había quedado en la superficialidad de tus últimos discos. No me podía quedar así. Por la simple razón de que no me creía que, tal y como decías en todas las entrevistas que había recopilado sobre ti, buscaras nuevos sonidos. ¿Y la huida a Nueva York? ¿Y el dejar el piano de lado? No conseguía hacer casar las piezas, pero lo iba a terminar haciendo. Solo necesitaba saber cuáles eran las piezas que me faltaban. Tenía tres cajas en mi habitación llena de recortes de prensa relacionada contigo, por suerte nunca habías sido demasiado cotilla, porque podrías llegar a pensar que soy un psicópata.

Había poco que rascar sobre tu huida a Nueva York... hasta que se me iluminó la bombilla a altas horas de la madrugada el día antes de conocerte. ¿Y si no habías ido a buscar un nuevo sonido sino huyendo de algo tan grave que te había destrozado en todos los sentidos? No quería ser fatalista pero tenía que ser lo suficientemente grave como para haberlo dejado atrás todo sin atisbo de duda. Más pensaba y menos comprendía. Y para más inri, después de nuestra sesión de piano de esta noche, no puedo pegar ojo. Aunque hoy volveré sobre el tema. Si quieres hacer un gran disco, primero tienes que resolver la mierda que llevas dentro y todavía estás demasiado lejos de eso. Y, aunque corría el riesgo de que hicieras preguntas sobre mí, sabía cómo esquivarlas. No he construido un muro durante los últimos años para que me lo tires con un soplido.

Cuando me levanto a más de las cinco de la tarde, Gabriela me está esperando. Sé que no te ha pasado inadvertido que ahora trabajemos por las noches. Solo espero que tus preguntas no sean malintencionadas, porque ya nos conocemos. Me sirve un plato de comida lleno hasta los topes, que no tardo en devorar con la mirada. Últimamente puedo comer en cantidades industriales y no sentirme saciado.

—¿Y este cambio de trabajar por las noches? —me dice alzando las cejas.

—Estamos empezando a producir algo interesante. Pero solo sucede a esas horas —digo dando un mordisco a las alitas de pollo—. Y como comprenderás no puedo perder más tiempo...

—Ya, perder más tiempo. Yo pensaba que no lo habías perdido hasta ahora.

—Y no lo he hecho, pero tenemos que empezar a pensar en otras cosas...

—Ajá —dijo mientras me servía un poco más de agua—. Pues solo espero que no la hagan terminar llorando hasta bien entrada la mañana como todas estas noches.

Y levanto la cabeza al instante. ¿Por qué has obviado ese detalle tan importante para nuestros intereses compartidos desde aquel fatídico día pringados de barro? No me gusta ver llorar a una mujer, pero no voy a mentir, si lo está haciendo es que de algún modo se está purificando. Esperar que lo hiciera conmigo era algo parecido a esperar que me diera el tiro de gracia. Nuestros momentos más íntimos se daban siempre en esa situación tan extraña delante del piano, pero que era únicamente nuestra.

Promesas que no valen nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora