AMAIA:
Doy vueltas, una y otra vez, a la cucharilla del café. Se balancea, sigue girando y yo me pierdo en las ondas circulares que se forman con su paso. Alfred me ha pedido que sea yo quién empiece a ver qué busca exactamente Aitana con su disco. Y estoy muy perdida, porque no sé cómo afrontar esto. Sé que solo busca un momento de intimidad para las dos, noto su mirada posada sobre mí en el desayuno. Todo esto, Alfred, te lo puedo perdonar porque estoy loquita por tus huesos, no encuentro otra razón.
La relación entre las dos está en un punto gélido. Y sé bien lo que pasa. O al menos lo que ella quiere que pase. Que yo ceda y le diga a Alfred que todo se ha terminado y que podemos volver a casa con una victoria en su bolsillo, pero es que no puede ser más necia, ni aunque lo intente. Y ahora los desplantes que le hace a él, me duelen a mí. Y ella parece ser sorda, ciega y muda con respecto a este tema.
—No sé por dónde empezar, sinceramente —digo resoplando mientras sigo dando vueltas incesantes al café—. ¿Qué me aconsejas que haga?
Los ojos de Alfred están cargados de luz. Para los dos, es una oportunidad de oro para demostrarla que esto que tenemos es de verdad, dure un mes o toda la vida. No me he marcado plazos y creo que ha sido la mejor decisión que hemos podido tomar. Que todo surja, sin más.
—Que hables con ella.
Volteo los ojos hasta dejarlos por completo en blanco. Noto su risa justo enfrente de mí. Y no me hace gracia. Sé lo que estás tratando de decirme. Que una cosa es que yo tenga las ideas claras y otra cosa es lo que ella quiere entender y no podemos estar en puntos más opuestos de todo lo que nos sucede. Ella piensa que soy una niña inocente a la que puedes engañar con un solo chasquido de dedos, y yo pienso que si es más necia es porque se ha estado entrenando en este tiempo.
—No tenemos nada concreto sobre lo que hablar —dije frotándome los ojos de cansancio—. Yo creo que ella tiene su versión de la historia y yo la mía.
—A lo mejor es que ella necesita que tú le expliques algunas cosas.
—¿Cómo cuáles? —pregunté levantando las cejas.
—Por ejemplo, cómo te sientes. Ella no es tonta. Es tu mejor amiga. Y al final, los buenos amigos solo quieren que tomemos las decisiones que nos hacen bien.
Me sonreí de manera irónica. Esos, cielo, deben ser tus mejores amigos. Porque los míos, que ya están al tanto, no te pueden ver ni en pintura. Ya me lo han dejado caer, eso sí, todo rodeado de una fina capa de ironía que creen que todo lo disimula. Pero no. Son como Aitana, ahora mismo son un poco desconocidos para mí.
—Menos mal que no eres una carmelita descalzada...
—Que no lo sea con ella, no quiere decir que no sepa serlo contigo —y sentí su mirada clavada en mí—. Y tengo claro que, si tengo que arrastrarme por ti, lo voy a hacer. No tengas la menor duda de eso.
En realidad, todas mis dudas se habían evaporado con el correr de las semanas, de los meses. Y del correr del tiempo, en general. No dudaba de ti, y tenía claro que podías llegar a hacer muchas cosas por mí después de ver como no tuviste ninguna duda en tomar un vuelo a la máxima urgencia, cuando pasó lo que pasó después de encontrarme con Gustavo. Desde luego, tú siempre habías tenido muchos más gestos que yo, eso tampoco podía negarlo.
La presencia de Aitana se había convertido en algo muy incómodo para mí. Pero decidí dejar todo lo personal de lado, haciendo caso a tu consejo. Yo estaba ahí para trabajar, y si conseguía llevarme algo personal mejor que mejor. Pero no pensaba forzar la máquina. Porque ya estaba cansada de poner buena cara siempre.
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Promesas que no valen nada
Fanfiction"Nuestro futuro depende de cómo entendamos nuestro pasado". Amaia Romero y Alfred García son, respectivamente, la cantante de éxito mundial y el productor de moda. Alfred es definido por todas las personas con las que ha trabajado como despiadado...