AMAIA:
Te observo, con prudencia, desde el quicio de la puerta. Estás cansado, agotado. No se nota a nivel físico, pero estás por los suelos a nivel emocional. Tienes la mirada perdida, tanto que no me ves ni siquiera a través del espejo. Estás tan cansado como yo de los últimos tres días, metidos en medio de un despacho de abogados, buscando las fórmulas legales más elocuentes para nuestra situación. Como si en nuestra vida, y en todo lo que nos rodea, hubiera elocuencia a raudales. ¡Pobres ilusos!
Me acerco, poso mis manos entrelazadas sobre tu ombligo y dejo varios besos en tu cuello. Es mi lugar favorito, podría pasarme ahí todo el día y nunca tendría suficiente, estoy convencida de ello. No sonríes, estás tan serio... y no sabes que es una pérdida de tiempo enfadarte por algo que ya no depende de nosotros. Si quieren despellejarnos, lo harán. Solo nos queda ser consecuentes con todo lo que hemos hablado.
—Tienes que estar tranquilo —y por primera vez, trata de esbozar una sonrisa que no aparece por ninguna parte—. Ya nos lo dijeron. No tenemos nada que temer, aunque crean que deberíamos acudir por separado. ¿Tú estás seguro de todo lo que estamos haciendo, no?
Asientes con vehemencia. Sigues tratando de esbozar una sonrisa que me deje tranquila haciéndome creer que todo está bien, pero te conozco lo suficiente como para saber que ya no eres capaz de mentirme. Lo haces demasiado mal. Y tampoco te sentirías demasiado orgulloso de tu hazaña, estoy segura.
Te vuelves hacia mí y me abrazas. Cuando nos quedamos callados y abrazados, siento que pase lo que pase, cuando salgamos de ese acto de conciliación, podemos salir hundidos y derrotados, o pensando que no hemos corrido la peor de las suertes. Sin embargo, mi pensamiento vuela hacia que otro golpe de suerte aparezca en nuestra vida. Pero soy consciente de que es muy complicado. A estas alturas, todo el mundo ya ha tomado partido en este conflicto.
Y me molesta que, aunque la percepción de la gente sobre ti parece haber cambiado, todo el mundo te ve como alguien que se ha pasado de listo. En realidad, siempre he pensado que las casas discográficas no comprenden bien cómo funciona esto. Son ellos los que nos necesitan a nosotros, no al revés. ¿Para qué sirve una casa de discos si no tiene música que vender? Un sinsentido en todas sus variantes.
—Escúchame —y le agarro la cara con ambas manos—. Lo más importante de esto es que estamos juntos. Y lo estaremos para lo que venga.
—Lo sé.
Sé que lo sabes, pero no sé si todavía eres capaz de procesarlo como deberías hacerlo desde el minuto cero en que nos demandaron. Sé que todos tus pensamientos se han centrado en buscar cómo sacarme de este entuerto y te has equivocado de pleno. Yo solita decidí tirarme a la piscina y ahora asumo que cuando la cagas, y eres mayor, tienes que hacerte cargo de tu mierda. No que otro lo haga por ti.
Las oficinas siguen siendo tan impersonales como siempre. Me sorprende encontrar nuestras caras en medio de aquel pasillo kilométrico, recordando que hemos sido productos estrellas de esta casa en algún momento. Ahora todo parecía tan lejano.
Nuestros abogados ya están en una sala que está abarrotada de personas. Siento que la presión le juega una mala pasada, le sudan las manos y su pulgar juguetea nervioso con el mío. Le conozco lo suficiente como para darme cuenta de que se ha bloqueado. Así que tomo las riendas de la situación, aunque mi abogada me hubiera dejado claro la tarde anterior que no era muy adecuado para mis intereses.
Durante las dos primeras horas, sus abogados y los nuestros discuten sobre términos legales que no me generan ningún tipo de interés y salgo a por un café. Viendo a Alfred desde fuera lo tengo todo claro: está cayendo y no es capaz de decírmelo. No me molesta, la suerte de compartir vida es que aprendes a leer a la gente que te quiere sin muchas dificultades. Me vuelvo a sentar a su lado mientras los términos siguen volando sin que seamos capaces de entender demasiado.
![](https://img.wattpad.com/cover/166385255-288-k226333.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Promesas que no valen nada
Fanfic"Nuestro futuro depende de cómo entendamos nuestro pasado". Amaia Romero y Alfred García son, respectivamente, la cantante de éxito mundial y el productor de moda. Alfred es definido por todas las personas con las que ha trabajado como despiadado...