ALFRED:
Me froté instintivamente los ojos, en el mismo instante en que terminé de grabar aquella maqueta de unos veinte temas, en lo que entendía que sería mi futuro trabajo discográfico. Noté la mirada escrutadora de Amaia desde la sala de mezclas, dónde me estaba esperando con una sonrisa de oreja. Hacía días que parecía que me estaba ocultando algo, pero supuse que no debía ser nada malo, especialmente, cuando sonreía de esa manera tan especial.
—Si no fuera porque te conozco lo suficiente, creería que me estás ocultando algo —comenté mientras la abrazaba por la espalda y ella suspiraba—. ¿No ha pasado ninguna gravedad de la que deba saber algo, no?
—No, nada de eso —respondió.
Yo suspiré con tranquilidad. Habíamos pasado de una época de total tempestad, a una calma inusitada para los dos. Y eso me escamaba. Aunque me gustaba, poder estar así. Nosotros, con Rodrigo y Gabriela de vuelta, ajenos a todo lo que el mundo real parecía estar esperando para depararnos cuando volviéramos a nuestra casa en Barcelona. Era una sensación extraña.
—¿Seguro que va todo bien? —volví a preguntar.
—Ajá —y se sonrió como una niña pequeña que ocultaba un gran secreto—. ¿Vas a entrar a grabar todo ya?
A veces me sorprendía la obsesión que estaba empezando a tener Amaia con los tiempos que estaba empleando en la grabación de mi trabajo. No era habitual en ella, y la había escuchado hablar en un par de ocasiones con Gabriela y Rodrigo sobre las fechas de descanso que me iba a tomar. ¿No se supone que esas cosas debería hablarlas conmigo? ¿O soy el último mono y no me entero de nada hasta que tengo la mierda encima? Me quité todas aquellas estupideces de la cabeza.
—En realidad, todavía no he hablado con nadie de la banda. Me lo quiero tomar con calma —sentencié, mientras sus ojos permanecían fijos en mí—. ¿Tantas preguntas son por...?
—Son por simple curiosidad, eso es.
Se quedó en silencio, quizás esperando a que la dijera con exactitud cuales iban a ser mis pasos en los próximos días y semanas. Siempre había sido un tipo demasiado mecánico y metódico y ahora no respondía a ningún patrón completo. Digamos que estaba saltándome mis propias reglas sin sentirme, por primera vez en muchos años, culpable por ello.
Lo primero que se me cruzó por la cabeza es que, tal vez, después de tantas semanas encerrados en el estudio, quería ir a ver a su familia a Pamplona. Era una cosa lógica. Aunque deseaba con todas mis fuerzas que no me pidiera ir, porque la última vez que nos habíamos encontrado con gran parte de sus amigos, había sido un poco desastrosa la experiencia.
No es que nos hubiéramos caído tan mal como con Aitana, pero me seguían viendo como un tipo más raro que un perro verde, aunque reconozco que su amiga Itxaso fue sumamente encantadora. Pero yo me pasé la noche, atrapado en una serie de conversaciones que terminaron por parecerme sumamente insustanciales. Así que, como creo que Amaia se había dado cuenta, crucé los dedos pensando en que no se tratara de aquella posibilidad.
—¿Quieres ir a ver a tus padres? —me atreví por fin a preguntar.
—No... bueno, no quiero ir sola —y suspiré con cierta resignación.
Creo que se dio cuenta de que mi suspiro no había sido de agrado en absoluto. Pero me conocía lo suficiente como para saber lo que me estaba pasando por la cabeza, esperaba que fuera así. Porque si lo tuviera que expresar en palabras me iba a costar todo un mundo. Y no quería tener que poner buena cara en algo que no me gustaba hacer. Porque lo de fingir, digamos que todavía no se me daba demasiado bien. Aunque había mejorado sustancialmente desde la última vez.
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Promesas que no valen nada
Fanfiction"Nuestro futuro depende de cómo entendamos nuestro pasado". Amaia Romero y Alfred García son, respectivamente, la cantante de éxito mundial y el productor de moda. Alfred es definido por todas las personas con las que ha trabajado como despiadado...