AMAIA:
Me siento enfrente de ti en la cocina. Te miro, me miras. Y, literalmente, nos follamos entre miradas. Porque fuiste claro con tu advertencia. Aquello no volvería a repetirse, aunque por mí no habría problema, cariño, en que esta noche me convirtieras en tu regalo de cumpleaños. Porque no, no he pasado por alto que hoy es tu vigésimo noveno cumpleaños. Te felicito con dos besos que, sinceramente, de castos tienen poco y no dejan mucho a la imaginación. Te noto cohibido. Máxime cuando llega tu visita del día.
No doy visto quienes son tus visitantes, pero imagino que personas muy cercanas a ti. Sé lo quisquilloso que eres con que nadie venga a mancillar tu templo. Así que me sorprendo cuando me encuentro a dos personas de bastante edad sentadas en el salón y contigo con el gesto totalmente cambiado. Saludo, levantando la mano, pero no recibo contestación. Me paras en seco y me dices que porque no me siento un rato con vosotros, a aclarar algunas cosas.
—Son... mis padres —dice un tímido Alfred en contraposición a la noche en el piano—. María Jesús y Alfredo.
—Encantada —digo dándoles dos besos y sentándome en el borde del sofá que ocupáis tu madre y tú.
El ambiente, aunque no queramos decirlo en voz alta, está un poco tenso. Y comienzo a sentirme cohibida por la situación de la que no entiendo por qué formo parte. Aunque me hayas dicho que hay algunas cosas que aclarar, sigo sin comprender qué pintan tus padres en todo este asunto.
—Demasiado diferente para ser tu novia, ¿no, hijo? —suelta su padre.
—Papá, por favor —y se frota varias veces los ojos—. Ya te he dicho que no es mi novia.
—No... o sea yo... —noto un temblor muy impropio de mí.
—Bueno, o como sea que lo llaméis ahora —insiste su madre.
—No. Creo que se están equivocando. Él y yo solo trabajamos juntos.
—Ya, a las tantas de la noche en su casa en Barcelona. Ahora lo llaman trabajo, Alfredo —dice Chus, con una sonrisita torcida—. Cómo han cambiado los tiempos.
—Ya teníamos ganas de que nos presentaras a una mujer seria en tu vida, hijo, de una vez por todas —las palabras de su padre van acompañadas de una breve sonrisa que mezcla el orgullo y la satisfacción.
No entiendo de qué va toda esta movida. Pero cada vez le noto más nervioso. Y empieza a tirarse del pelo de la ceja, así que le aparto la mano. Y tiro de él hacia la cocina dónde, para mi sorpresa, no están ni Gabriela ni Rodrigo. Caigo en la cuenta de que hoy es su día libre, así que imagino que habrán decidido salir a tomar un poco de aire fresco ahora que se acerca la primavera.
—Lo siento —dice muerto de vergüenza—. Mis padres creen que tú y yo...
—Bueno, sí, que somos pareja —digo culminando la frase.
—Eso. Y estoy tratando de convencerles de que están equivocados.
—¿Sabes que no les vas a convencer de nada y que si lo quieren pensar lo van a seguir pensando, verdad? —digo bien segura de lo que digo recordando a mi madre—. Los padres son así. Más tratas de convencerlos de algo para que te terminen quitando la razón con pequeñas tonterías que confirman sus teorías. Deberías usar la psicología inversa.
—¿No estarás pensando que me voy a hacer pasar por tu novio, no?
—No, cariño. Tú y yo, como mucho, volvemos a follar. Pero nada más.
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Promesas que no valen nada
Fanfiction"Nuestro futuro depende de cómo entendamos nuestro pasado". Amaia Romero y Alfred García son, respectivamente, la cantante de éxito mundial y el productor de moda. Alfred es definido por todas las personas con las que ha trabajado como despiadado...