Capítulo 2.

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Parte narrada por Nickolas Hansen.

—Tu oficina quedó increíble —me dice mi hermana Evah mientras me guía a mi oficina—. Remodelaron todo y me encantó. ¡Oye! ¿Te parece si empiezas revisando algunos papeles?

—¿Oficina? ¿Tengo una oficina? —me saco los lentes oscuros—. ¿Para qué? Si casi no voy a estar aquí.

—Tienes que estar, es tu obligación.

—Evah, te he dicho muchísimas veces que no quiero estar aquí. ¡No quiero hacer esto!

—Nick, ya es tiempo de que te hagas cargo de lo que te corresponde —murmura mientras se detiene frente a una puerta—. Papá estaría muy orgulloso de tí.

—Orgulloso —ruedo los ojos—. Sí, claro.

—Mira, tú sólo haz lo que te corresponde —coloca sus manos en mis hombros—. Esta es tu oficina —abre la puerta y miro todo—, y ella es Roxanne, tu asistente personal —señala a la mujer que está frente a su escritorio.

—Mucho gusto, señor —responde ella.

—Evah, yo no necesito esto...

—Ten un lindo día hermanito. Adiós —me dedica una sonrisa y se aleja—. Con permiso Roxanne.

—Hasta luego —se despide la chica—. Señor Hansen, ¿va a necesitar que le...

—Puedes irte a tu casa —hablo rápido.

—Mhm...¿disculpe? —frunce el ceño—. ¿Por qué?

Le dedico una última mirada seria y entro a mi oficina.













Al día siguiente...

Parte narrada por Roxanne Bennet.

Bueno, al parecer no todo lo que me dijeron del señor Hansen era cierto. Él no es el buen hombre del que habló aquella mujer.

Me apresuro a tomar un taxi para no llegar tarde a la empresa. Y cuando llego, corro al ver al señor Nickolas entrando al gran edificio. Lleva sus lentes oscuros puestos, una chaqueta de cuero café claro y unos pantalones blancos, sin olvidar sus limpios zapatos de marca.

—¡Señor Nickolas, buenos días! —pronuncio y corro, con dificultad por los tacones, detrás de él mientras saco la agenda de mi bolso—. Le notifico los pendientes de hoy... —le digo pero parece ignorarme, así que no dejo de caminar detrás de él—. A las diez tenemos una reunión con la junta directiva, a las once el almuerzo con el señor Vladimir, a las doce la revisión de cuentas con administración, a la una tiene cita en el estudio de fotografía para su nueva imágen corporativa...

Sigo hablando pero parece no importarle, camina hacia el comedor y toma un poco de pan, se lo lleva a la boca y se aleja de ahí para seguir caminando hacia su oficina.

Parezco tonta detrás de él.

—Después tiene la llamada con los nuevos provedores —leo de la agenda—. Y a las dos tiene la comida con el abogado encargado de los derechos de autor de la empresa, pero él me pidió que usted eligiera un restaurante porque... —entra a su oficina y me cierra la puerta en la cara.

¿¡Qué diablos le ocurre!?

Suspiro y trato de controlarme.

Me dan ganas de golpearlo.

¿¡Cómo se atreve a ignorarme así y después a cerrarme la puerta en la cara!? ¡Lo odio desde ya!

—¡Ahg!

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