Capítulo 30.

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Parte narrada por Roxanne Bennet.

Justo cuando termino de escribir un mensaje para Caroline explicándole brevemente que nos quedaríamos un poco más, por trabajo, en Nueva York, me llega un nuevo mensaje, pero ahora se trata de David.

Abro el mensaje y leo su contenido en voz alta.

“Hermosa, ¿estás bien? Fui a tu casa y nadie me abrió, ¿qué pasó contigo? -David”.

—Linda —me llama Nick desde la puerta de nuestra habitación—, ¿qué quieres que hagamos hoy?

Lo miro y veo que tiene un cepillo de dientes en su boca. Me acomodo un poco más en el sofá y alzo los hombros en su dirección.

—Hay tantas cosas qué hacer aquí, que sinceramente no sé —sonrío. Se gira y va unos segundos a la habitación para dejar el cepillo y enjuagar su boca, y luego viene hacia mí y se sienta en el reducido espacio que dejo libre en el sofá ya que estoy casi acostada en el.

Me quita el móvil de las manos y lee el mensaje de David, siento su cuerpo tensarse y comienza a teclear algo.

Paso mis brazos por sus hombros y lo atraigo a mí para leer el mensaje que está escribiendo y de paso dejar un beso en su mejilla.

—¿Qué escribes?

—Le daré una lección a mi rival —dice sin dejar de mover los dedos sobre la pantalla—. Roxanne ahora es mi...

—¡No escribas eso! —le arrebato el móvil.

—¡Oye! ¿Qué te pasa? —me mira con un gesto extraño—. ¿Por qué no quieres que escriba eso? ¿Quieres ocultar lo nuestro?

—Nickolas —ahora me siento en el sofá extendiendo mis piernas y él se acerca más—, no es que quiera ocultar lo nuestro, pero, ¿qué pasará cuando toda tu familia y Catherine se enteren que nosotros estamos saliendo? ¡Me van a odiar! ¡Mucho más Catherine!

—No digas cosas absurdas —intenta arrebatarme el móvil, pero lo escondo detrás de mí—. ¡Dámelo!

—No te lo voy a dar —me cruzo de brazos—. Y no son cosas absurdas, creo que es mejor que mantengamos nuestra relación en secreto, al menos por un tiempo.

—Lo que no quieres es decirle a David que estamos saliendo, ¿verdad? —me mira achicando los ojos—. ¿Por qué? ¿Te interesa David?

Ruedo los ojos.

—No puedo creer lo que estás diciendo —niego molesta—. ¿Qué te sucede, Nickolas?

—Cariño —murmura con voz tranquila—. Perdón, no quise decir eso. Lo que no entiendo es, ¿por qué quieres ocultarlo?

—Tu familia me va a rechazar por ser una secretaria —hablo—. ¿Acaso crees que a tu hermana Evah le gustará verte junto a una empleada de su empresa? ¡Obviamente no!

—Ella está casada con un empleado de la empresa —alza sus hombros—. Relájate, preciosa, eso no pasará. Y si sucediera, ¿qué? Ella no tiene derecho en decidir sobre mi vida, así que tranquila.

Lo miro no tan convencida.

—Esperemos un poco más y lo hacemos público —digo. Suelta un suspiro pero no le queda otra opción más que acceder.

—Lo acepto sólo si me das unos besos —se acerca a mí y sonrío.

—Los que quieras —lo acerco jalándo de su camisa de cuello y uno nuestros labios.

Es increíble besarlo, tiene unos labios muy suaves y ahora sabor a menta por la pasta dental.

Él mete su lengua a mi boca y se acerca más para besarme con más intensidad.

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