Capítulo 19.

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Parte narrada por Roxanne Bennet.

—Sólo queremos decirles que ya tenemos al terapeuta que atenderá al señor —lo señalo—. Las terapias comienzan la próxima semana y el mismo terapeuta vendrá aquí, si no tienen problema con ello.

—No, por supuesto que no —responde la señora Jonas—. Está perfecto.

—Señor —me inclino hasta él—, la terapia podrá ayudarlo a superar esta situación, el hombre que lo atenderá está especializado y es experto en tratar con personas que han sufrido algún accidente.

—Lo que a mi me pasó no fue un accidente —me responde molesto—. Me dispararon, a propósito. Y no necesito de un terapeuta, estoy paralítico, no loco.

Miro a mi jefe, puedo ver la culpabilidad que expresan sus ojos. Él está sentado al frente de la mesa de aquel hogar, mientras arma disimuladamente un rompecabezas que está sobre la mesa.

—Henrik, no seas grosero con la señorita —su esposa le riñe—. Ellos intentan ayudarte, sólo déjales.

—No necesito la ayuda de nadie —murmura—, nadie podrá hacer que yo vuelva a caminar.

—Señor...

—¿Y usted? —mira a Nickolas armando el rompecabezas—. ¿No le enseñaron a no tomar lo que no es suyo?

—Disculpe —responde—. Desde que era un niño me ha gustado armar rompecabezas y...

Una gran idea llega a mi cabeza y siento que el foquito de mi cerebro se enciende.

—¡Tengo una idea! —chasqueo mis dedos—. Rete al señor Nickolas a que arme el rompecabezas completo en un determinado tiempo y si lo logra, usted aceptará la terapia.

El señor Henrik me mira no muy convencido.

—¿Y si él pierde? —pregunta.

—Si yo pierdo... —responde mi jefe y lo piensa por un momento—, si yo pierdo le cambiamos esta televisión —señala la televisión algo vieja—, por una más nueva, de 60 pulgadas, 4k, 3D, lo mejor que haya en el mercado.

—¡Sí! —responde su esposa emocionada—. ¡Acepta el trato, Henrik!

—De acuerdo —dice después de haberlo pensado—, tiene 30 minutos.

Nick se frota las manos antes de iniciar a armar el rompecabezas.

El tiempo avanza, la señora Jonas y yo estamos como locas dándole ánimos a Nick para que siga y pueda terminar.

—Relájese señor Nickolas, faltan aún diez minutos —digo cuando veo que comienza a estresarse. Se detiene unos segundos y toma un poco de aire, para después continuar.

—No lo va a lograr —menciona el hombre—. Es imposible.

Nick mueve su brazo, y las pocas piezas que le faltaban de colocar, se caen al suelo.

—¡Señor Nickolas, las piezas! —digo alterada y nerviosa—. Usted siga, yo las levanto.

Me inclino con rapidez y alzo cada una de las piezas, él va colocando las piezas que le faltan en los espacios restantes.

—Cinco minutos... —menciona el hombre mirando su reloj.

—Uff... —escucho un suspiro de mi acompañante—. ¿Son todas las piezas, Roxanne?

—Sí —las pongo sobre la mesa. Él comienza a darse prisa, porque aún le faltan unas cuantas.

Cuatro minutos faltan, mi jefe termina de poner las últimas dos piezas que hay en la mesa.

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