Capítulo 6.

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Parte narrada por Nickolas Hansen.

Scott conduce a toda velocidad mientras sujeta el volante con una mano y una botella de cerveza con la otra.

—Hermano, te aseguro, que nunca te olvidarás de la locura que haremos —dice antes de darle un trago a su bebida.

—¡Cuidado! —señalo hacia el frente cuando veo a una persona cruzar la carretera—. ¡Frena!

Él frena de golpe y por suerte no pasa nada. Sólo que me doy en la frente con el vidrio de la ventana.

Se ríe.

—Estuviste a punto, idiota —digo sobando mi frente, le doy un trago más a mi cerveza y él carcajea.

—Lo tengo controlado, no te alteres princesita —dice y deja pasar a la persona antes de seguir avanzando.

Cuando llegamos al dichoso lugar, bajamos del auto. Decido quitarme el saco y dejarlo dentro del auto porque el calor comienza a apoderarse de mí. El clima en Los Ángeles en estas fechas es un tanto caluroso.

—Toma esto —Scott llega a mi lado y me extiende una máscara negra—. Aquí comienza la aventura.

—¿Para qué la máscara? ¿Vamos a una fiesta de disfraces? —carcajeo e intento no caerme. Estoy un tanto ebrio.

—Sólo colócatela ya —me exige. Le hago caso y entramos a la lujosa licorería

—Todavía no entiendo lo de las máscaras —murmuro y estoy a punto de caerme pero él me jala del brazo.

—Estás muy ebrio —se ríe de mí—. Lo de las máscaras es sólo para divertirnos.

Lo miro extraño, pero después comienzo a reír.

—¡Vamos a disfrutar de esta noche! —dice extendiendo sus brazos—. Toma lo que quieras, tienes para elegir.

Veo los grandes estantes de vinos y licores que hay en el lugar. Por un momento pienso en que vinimos a comprar bebidas, pero ese pensamiento se va de mí cuando miro a Scott sacando un arma y apuntando al hombre que atiende.

—¿¡Qué carajos haces!? —le pregunto confundido e intentando que deje de apuntar al hombre.

—¡Dame todo el dinero que tienes! —le exige al hombre—. ¡Quiero el dinero ahora!

El hombre saca un arma por debajo del mostrador y apunta a Scott.

Entonces todo sucede muy rápido.

Scott dispara y el hombre cae detrás de la vitrina. Mi acompañante corre para tomar el dinero y yo me quedo paralizado.

¿Qué debo hacer ahora?

—¡Vámonos! —me dice y sale corriendo hacia afuera.

Yo no puedo moverme, estoy mirando al hombre desangrandose y no puedo hacer nada.

—¡Carajo, Nickolas! ¡Vámonos! —Scott vuelve y me jala del brazo.

Estoy sin poder asimilarlo mientras él entra al auto y lo enciende.

—¡Sube al maldito auto, Nickolas! —me exige y hace sonar el calxon—. ¡¿Quieres quedarte?!

—¡Scott! ¡Maldita sea! ¡¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer?! —grito cuando he reaccionado—. ¡Ese hombre se puede morir! ¡Tenemos que llamar a una ambulancia!

—¿Estás loco o qué? Si llamamos, nos van a descubrir. Sube antes de que alguien pase cerca y nos vea.

—¡Esto no es un maldito juego!

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