Capítulo 11.

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Parte narrada por Roxanne Bennet.

—¡No puedo creerlo! ¡Esto es mi maldita culpa! —golpea el volante de su auto mientras conduce hacia la empresa.

—Señor, así como le dijimos a la señora Jonas —pronuncio—, le ayudaremos en todo lo que podamos. Si es posible, contrataremos a los mejores médicos para que él pueda volver a caminar.

—¡Que no es posible, Roxanne! —grita estresado—. ¡Si hubiese habido alguna posibilidad, nos lo hubiesen dicho! ¡Ese hombre se quedará paralítico!

—Pero, señor, tenga confianza en que eso puede pasar. ¡Yo vi un video en donde un chico era paralítico pero con las...

—¡Pero nada, Roxanne! —frena el auto de golpe—. Bájate.

—¿Disculpe? —frunzo el ceño. ¿Me está corriendo de su auto? ¡¿Qué carajo le sucede?!

—¡Que te bajes! ¡Quiero estar solo!

Me sorprende lo grosero que está siendo, pero por supuesto que me bajo.

—Bájate ahora —se estira hasta abrir mi puerta y me hace una seña mientras los demás autos suenan detrás de nosotros.

—Por supuesto que sí —me saco el cinto de seguridad y bajo de su auto azotando la puerta—. ¡Patán!

Él arranca sin tener consideración de mí. ¡Uhg cómo odio cuando se pone así de insoportable!

—¡No! ¡Mi bolso! —grito cuando me acuerdo de que lo he olvidado, alzo la mano para que me vea pero ya va demasiado lejos—. Carajo.

Camino por el parque que queda cerca de donde estoy. Mi yo interior no ha dejado de maldecir a mi insoportable jefe.

—¡Idiota, prepotente, insoportable, niño de papi! —murmuro con odio—. Pero me va a necesitar, y yo no estaré ahí, maldito rico, ¿¡quién se cree para tratarme así!? Y por encima cuando le he ayudado con todo esto, ¡uhg, lo odio!

Camino enojada en dirección a la empresa. Allí le pediría a Caroline que me prestara un poco de dinero para pedir un taxi e irme a mi casa. Estoy harta de trabajar con ese hombre insoportable.



•••




Parte narrada por Nickolas Hansen.

Al llegar al restaurante en donde solía ir Scott a comer, subo las escaleras y lo busco en el segundo piso, que es a la vez una terraza.

Logro localizarlo sentado y frente a él se encuentra una chica muy atractiva, seguro es una de sus conquistas.

Furioso, me acerco a su mesa y pongo mis manos en ella haciendo ruido para que me mire y note lo molesto que estoy.

—¡Nick! —sonríe en mi dirección—. Te presento —señala a la chica—, ella es Marine, una amiga.

—Un gusto —la chica me dedica una mirada coqueta, que yo ignoro—. Iré al tocador, ahora vuelvo.

Se levanta de su asiento y se aleja de nosotros.

—¿Quieres sentarte, amigo? —me ofrece con una sonrisa. Me cabreo más.

—No puedo creer que estés tan tranquilo como si no hubiese pasado nada —lo señalo—. ¡Tú eres el único culpable de que ese hombre se quede paralítico para el resto de su vida!

—Bueno, al menos no tendrá que volver a caminar para ir a su trabajo, además, se ha ganado el cielo contigo —se burla—. En ese caso, quiero ser yo a quien le disparen.

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