Capítulo 29.

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Parte narrada por Nickolas Hansen.

Seco mi cabello después de tomar una ducha y me enredo una toalla en la cintura.

Comienzo a afeitarme un poco y escucho el sonido de mi celular en la habitación.

—Tienes una llamada de la señora Catherine —escucho que Roxanne me dice desde afuera—. ¿Te paso tu celular?

—No, responde tú y dile que estoy ocupado —hablo. Minutos después termino de afeitarme y salgo del baño.

—Eh... Él no puede contestar en este momento —veo a a Roxanne sentada al borde de la cama, me mira y cubre el micrófono del móvil para luego susurrarme—. Dice que qué es tan importante como para no atenderla.

Resoplo y extiendo mi mano, ella me da el móvil y me lo llevo a la oreja.

—¿Qué pasa, Catherine? —respondo.

—¡Nick! ¡Qué bueno escucharte! —dice—. Estaba muy preocupada, ¿por qué no me llamaste?

—Uhm... —murmuro—. No sabía que tenía que hacerlo.

—¿Qué? —carcajea—. Obviamente, tienes que avisarme todo lo que hagas en Nueva York. ¿Qué te pareció? ¿Te gustó?

—Sí, bueno no he tenido tiempo de recorrer la ciudad pero... Es linda —voy a sentarme a la cama.

—Me alegro que te guste, ojalá podamos ir juntos alguna vez —la escucho decir—. ¿Por qué estás tan serio? ¿Sigues molesto conmigo? ¡Desmentí todo el jueves! Ya todo el mundo sabe que tú sigues siendo soltero, ¿ahora puedes perdonarme?

—Gracias por hacerlo —hablo—. Y no te preocupes, no estoy serio, lo que pasa es que tengo mucho trabajo, ¿te parece si hablamos luego?

—Claro, no quiero interrumpir. Hasta luego, Nick. Te quiero.

—Adiós, yo también.

Cuelgo a la llamada y lanzo el celular a la cama.

—¿Desde cuándo Catherine está detrás de ti? —Roxanne, quién sigue sentada en su cama, me pregunta.

—No lo sé —alzo mis hombros—. Y no me importa saberlo, sinceramente.

—Mhm uhm... —murmura y después suelta un suspiro.

—¿Por qué preguntas? —la miro pero ella no enlaza su mirada con la mía—. ¿Roxanne?

Cuando pronuncio su nombre se levanta, camina hacia mí y se queda de pie en frente de mí.

—Sólo curiosidad —alza sus hombros. Observo su vestido, le queda muy bien, es un poco suelto y le llega arriba de la rodilla. No entiendo cómo a alguien le puede quedar tan bien el color azul.

Hago una seña con mi dedo para que se de la vuelta y sonríe. Se da la vuelta lentamente y puedo notar lo increíble que se ve. Me fascina.

—Te queda muy bien el vestido —sonrío—. Increíblemente bien.

—Gracias —sus mejillas empiezan a tomar un poco de color carmesí.

Se aclara la garganta y se sienta a mi lado.

—¿Qué es lo que vamos a hacer ahora? Estoy preocupada porque no pudimos obtener los documentos impresos.

—Mhm... No lo sé —me muerdo el labio inferior—. Lo que sí sé es que ya no podemos exponerlas de esa manera, no voy a permitirlo.

—Entonces tenemos que idear otro plan —ladea su cabeza—. Un plan B.

—¿Crees que en realidad usen esas pruebas en nuestra contra? —le pregunto—. Quiero decir, si no les hacemos nada, ellos no lo harán, ¿o sí?

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