Capítulo 12.

9.9K 507 20
                                    

Parte narrada por Roxanne Bennet.

—Y sí, así fue. Me bajó de su coche en medio de la calle, y no me dio tiempo de tomar mi bolso —resoplo recordando aquello—. Tuve que caminar hasta acá y con tacones, y después pensé en pedirte dinero para un taxi, pero me dijeron que saliste temprano —le digo a Caroline mientras estamos sentadas en el comedor de la empresa—. Tuve que volver a caminar a mi casa, y estar parada afuera porque mis llaves se quedaron en mi bolso. ¿Puedes creerlo? ¡Y todo por la culpa de mi jefe y su mal humor!

—Oye, qué mala educación —niega Caroline—. ¿Quién se cree para tratarte así? Que locura.

Toma su taza de café y nos levantamos para caminar hacia nuestros escritorios.

—Es un idiota, te juro que me dan ganas de ahorcarlo —aprieto mis manos y digo entre dientes—. No lo soporto. ¡Ah! Y eso no es todo, el señor ni se dignó en ir a entregarme mi bolso personalmente. Mandó a su chofer y ni una disculpa hubo.

Caroline se sienta detrás de su escritorio y yo decido hacerle un poco más de compañía, por lo que me quedo en pie.

—¡Pero mira! El hombre más atractivo resultó ser todo un patán —dice negando con la cabeza.

—Y más que eso.

—¡Uy! —susurra mientras mira detrás de mi—. Hablando de él, ya llegó.

—Buenos días —escucho aquella voz y enseguida mi piel se eriza.

—Buenos días —responde Caroline.

Yo no pienso responder, por lo que me cruzo de brazos y sigo dándole la espalda.

—Dije, buenos días —vuelve a repetir para que yo le dé los buenos días. Pareceré grosera, pero esto es para que entienda que él fue más grosero dejándome en la calle.

—Caroline, le dices a mi jefe que estaré en Administración recogiendo unos documentos —digo en voz alta y me alejo de allí.

Lo ignoro completamente y ni siquiera me detengo a mirarlo.

Imbécil.

Luego de recoger los documentos que tenía pendientes, regreso a mi escritorio y veo una pequeña nota sobre el iPad.

"Te necesito en mi oficina, ahora.

-Jefe. "

Tomo el iPad, toco la puerta de su oficina y me abre enseguida. Me deja pasar y me ofrece un asiento, pero yo niego.

—¿Qué se le ofrece, señor? —pronuncio indiferente, veo que se sienta en su silla giratoria y no despega sus ojos mieles de mí.

—¿Me puedes decir qué te pasa?

—No me pasa nada —coloco el iPad sobre su escritorio.

—No soy tonto, Roxanne.

—Bueno, si no fuera tonto como usted dice —me apoyo en las sillas que están frente a él—, sabría perfectamente lo que me pasa.

—Mmm... ¿Lo ves? —dice—. Sí te pasa algo.

—Me bajó de su coche en medio de la calle, tuve que caminar mucho para llegar aquí, más aparte, tuve que llegar a mi casa y esperar afuera porque mis llaves estaban en mi bolso que usted —lo señalo—, se quedó. Y no sólo eso, hacía frío y me salieron apoyas en los pies porque traía tacones. ¿Ahora ya entiende que es lo que me pasa?

Intento controlarme, si no lo hago, podría echarme a llorar de coraje.

—Y por supuesto —suelto irónica—. Tuve que esperar a su chofer a que me entregara mi bolso, ¿por qué? ¡Porque un niño rico como usted jamás iba a dar la cara para entregármelo personalmente!

JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora