Durante días me he encerrado en mi habitación para realizar una pequeña investigación respecto a las mejores universidades que hay en la ciudad, pero las opciones son demasiado limitadas. Al parecer, la mejor que hay en kilómetros a la redonda es la UCLA; es decir, la universidad a la que Marco y aquel chico extraño asisten.
Rendida de tanto buscar "algo más", decidí hablar con Marco en su estudio para obtener algo de información confiable respecto a las carreras, las materias que contienen y sus requisitos para ingresar...
- La universidad está dividida por distintas escuelas. - Comenzó a explicarme, totalmente entusiasmado de ver mi interés en ella.- La escuela de medicina David Geffen, Escuela de Enfermería, Escuela de Odontología y La Escuela de Salud pública Karin Fielding; además de La Escuela de Administración Anderson, y La Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de Henri Samueli. Yo estudio en la escuela de medicina; pero sé que la medicina no es lo tuyo, así que no te voy a aburrir con datos innecesarios...
- Ahora que me ha puesto usted al corriente, haré lo posible por olvidarlo. - Dije, imitando una voz masculina y recitando a Sherlock Holmes. Marco reconoció casi de inmediato aquella frase, y me continuó el juego.
—¡Olvidarlo! - Exclamó imitando a Watson.
—Entiéndame —expliqué aún con la voz de Sherlock.— Considero que el cerebro de cada cual es como una pequeña pieza vacía que vamos amueblando con elementos de nuestra elección. Un necio echa mano de cuanto encuentra a su paso, de modo que el conocimiento que pudiera serle útil, o no encuentra cabida o, en el mejor de los casos, se halla tan revuelto con las demás cosas que resulta difícil dar con él. El operario hábil selecciona con sumo cuidado el contenido de ese vano disponible que es su cabeza. Sólo de herramientas útiles se compondrá su arsenal, pero éstas serán abundantes y estarán en perfecto estado. Constituye un grave error el suponer que las paredes de la pequeña habitación son elásticas o capaces de dilatarse indefinidamente. A partir de cierto punto, cada nuevo dato añadido desplaza necesariamente a otro que ya poseíamos. Resulta por tanto de inestimable importancia vigilar que los hechos inútiles no arrebaten espacio a los útiles.
-Impresionante, Sherlock. - Aplaudió completamente sorprendido, aun que no sé por qué ya que él se conoce cada frase y razonamiento literario de memoria a la perfección. Nadie mejor que él puede recitar a William Shakespeare o Charles Dickens. - En lo personal, pienso que lo que más podría resultar de tu conveniencia es la escuela de Ingeniería. - continuó con lo que estábamos hablando desde un principio.- Existen varias ramas de la ingeniería que podrían ser de tu interés, como por ejemplo: La ingeniería mecánica, la ingeniería civil, o [la más conveniente para mí] la ingeniería biomédica.
Aquel chico estudia ingeniería mecánica. No pueda estudiar allí; o, por lo menos, no la misma carrera.
- Me interesa la ingeniería, pero...
- Pero no despierta ningún interés sorprendente en ti. - Concluyó, como si pudiera leer mi mente.- Lo sé, yo también pasé por lo mismo hace dos años.
¡Estoy frente al profesor Xavier en persona!
- Con la diferencia de que a ti no te obligaron a escoger una Universidad en esta maldita ciudad. - Gruñí de mala gana, volviendo a sentir frustración y molestias por tener que estar tan limitada a causa de mis padres y mi hermana.
- ¿No? Fue mamá quien me convenció de escoger venir aquí. Yo quería ir a Yale, pero ella no posee un buen concepto de esa escuela por alguna razón. - Confesó con su mirada perdida en algún punto X en la habitación, y luego se volvió un poco triste.
- Eso no me lo habías dicho...
- No, porque sabía que tú defenderías mis deseos y harías lo posible por convencer a nuestra madre de permitirme ir a donde deseara.
- Y debiste hacerlo. - Exclamé disgustada, pero él negó con la cabeza levemente.
- A veces debes hacer sacrificios, intentar comprender a los demás y complacerlos para poder sentirte bien. - Expresó con un profundo pesar en su voz, y yo me crucé de brazos sin querer comprender lo que acaba de decir.
- Siempre pensé que tú querías estudiar literatura. Estaba segura de que serías un muy buen escritor. - Declaré en voz baja, sintiendo amargura con cada palabra porque él siempre demostró tener una impresionante aptitud, un inigualable potencial para dominar las palabras.
- Yo también. - Volvió a sonreír, a pesar de que aquello también le dolía.- Pero nunca me verás deprimido, frustrado o molesto a causa de ello, porque sé que no es el fin del mundo y la vida está llena de oportunidades para aprender, para superarnos a nosotros mismos a pesar de todo. Puede que no sienta amor por la medicina, pero sé que si me esfuerzo por sentir aprecio y admiración por ella, podré llegar, no solamente a ser una mejor persona, sino un muy buen médico completamente capaz de salvar la vida de las personas.
- Las palabras también pueden salvar vidas... - Insistí.
- ¡Mejor aún! Tienen algo en común. - Sonrió aún más ampliamente, y esta vez logró hacer que mi molestia se disipara.
Suspiré larga y profundamente. Tomándome un instante para pensar decidí darle una oportunidad a cualquier materia que pudiera contener "algo" que sea de mi interés, y por eso acabé convenciéndome a mí misma de que la ingeniería no se oye nada mal.
- Hay una rama de la ingeniería que contiene en parte la física y la química. Me gustaría intentar eso, ya que son mis dos materias favoritas. - Me encogí de hombros, y él asintió levemente sin borrar la sonrisa de su rostro.
- Mañana mismo te llevaré conmigo a la Universidad para que la puedas conocer y averigües un poco más.
****
A la mañana siguiente desperté muy temprano con la intención de tener el tiempo suficiente para prepararme y desayunar. A las siete en punto de la mañana yo ya estaba lista y preparando un simple pero rico desayuno proteico, y esperando a Marco para salir.
Cuando me senté a comer mi muesli de avena, frutos secos, pasas y frambuesas con un vaso de jugo de naranja, Marco apareció completamente concentrado en un par de apuntes escritos por sí mismo en un gran cuaderno forrado. Me sorprendió que haya bajado las escaleras con la cabeza metida entre esas hojas; aún que teniendo en cuenta cómo es él, de seguro ya se conoce de memoria el trayecto y ni siquiera necesita ver para saber dónde debe pisar.
- Bongiorno, mio caro fratello. - Lo saludé con una gran sonrisa, y este se acercó a mí simplemente para depositar un beso sobre mi cabeza.
Sin siquiera mirar, sacó la jarra de jugo fresco natural del refrigerador y se lo sirvió en un vaso de vidrio; luego, abrió uno de los muebles y estiró la mano para sacar de allí una bolsa de pan integral para prepararse un simple sándwich de jamón, pimiento, queso, y lechuga.
- ¿Ya estás lista? - Finalmente separó la vista de aquel cuaderno, pero solamente para examinar mi atuendo.
No creo que tenga nada que criticar. No hay nada "revelador" o exhibicionista en un conjunto de pantalón recto de traje color azul y una camisa entallada color gris. No quise recogerme el cabello, así que, además de el cuello, las manos y mi rostro, no hay más piel que apreciar.
- ¿No crees que sería mejor que te pongas una chaqueta? Esa camisa es un tanto trasparente. - Comentó en desacuerdo conmigo, y yo maldije por dentro.
Afortunadamente ya tenía preparado un saco que va a juego con el pantalón, y lo coloqué sobre mis hombros como una capa simplemente para conformarlo a él y no para abrigarme. No pienso utilizar demasiada ropa bajo ese maldito sol abrasador que está apareciendo por detrás de las montañas; es suficiente con tener una capa de tela que cubra cada centímetro de mi piel para evitar quemarme.
- ¿Realmente necesitas utilizar tacones altos para asistir a un recorrido de orientación? - Esta vez se quejó de mis zapatos que, en realidad, no eran tan altos. ¡Apenas tienen diez centímetros! Y son mucho más cómodos de lo que parecen.
- No me voy a cambiar los zapatos, si es lo que esperas. - Me atreví a ponerle un alto esta vez.- Va con el conjunto.
- Unas zapatillas del mismo color también irían bien con tu conjunto. - Opinó.
- ¿Ah, sí? Entonces tú deberías cambiarte ese saco de vestir tan formal por una chaqueta del mismo color para no exagerar. Solamente vas a la universidad a estudiar, y no a una alfombra roja. - Dije, y con ello logré silenciarlo definitivamente.
Fuimos a la Universidad en su Phantom, escuchando a través de la radio un poco de música clásica como la que mi madre nos ponía de pequeños para sosegarnos. Aún que muchos no lo quieran creer, de pequeños, él y yo éramos la mayor frustración que podría existir para nuestros padres, mientras que Sophie era tranquila y se mantenía callada siempre y cuando mamá le diera un espejo, le tomaran fotos, o le dieran un labial usado para entretenerse. Según nuestro abuelos y la mayoría de nuestros tíos y primos, ambos éramos insoportables; unos diablos en el cuerpo de un bebé de dos años y otro de cuatro. Qué ironía ¿Cierto? Pero cuando nuestra madre ponía en el estéreo el Allegro de Bach o La Marcha turca de Mozart, nuestro exceso de energía se volvía controlable.
Hasta el día de hoy, cada vez que escucho música clásica o Matteo Bocelli y Luciano Pavarotti puedo calmar mi mente, descansar, pensar y razonar con total claridad. Supongo que en Marco el efecto debe de ser un mayor, ya que él posee todos esos nombres gracias a la gran admiración que nuestro padre posee por los cantantes de ópera italianos: Marco Matteo Luciano Galliani Sognarti. Menos mal que no se les ocurrió agregar a Enrico Caruso, Franco Corelli o a Beniamino Gigli, porque sino...
- Quanno fa notte e 'o sole se ne scenne
Me vene quase 'na malincunia. - Cantaba por lo bajo mientras caminábamos desde el estacionamiento hacia la entrada del gran edificio.
Lo miré, e inmediatamente me aferré a su brazo para tararear 'O sole mio con él, porque disfruto tener un pequeño fragmento de mi hogar aquí; un pequeño fragmento de mi hogar que me consuela...
Al entrar fuimos directamente ante la recepción de la universidad, donde un par de chicas atendían muy amablemente a cualquier alumno que llegaba y tenía un par de dudas respecto a sus clases. Al parecer en algunas de las escuelas hay profesores que suelen modificar sus horarios, o... ¿Los alumnos serán quienes los cambian.
- Aquí tienes una serie de folletos que te dan detalles respecto a todas las escuelas que hay aquí, e incluyen las meterias, horarios y los requisitos para poder ser admitida. - Me explicó mientras desplegaba frente a mí el folleto que detallaba muy buena información sobre La Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de Henri Samueli.- Esta escuela, a pesar de ser privada es una de las más exigentes a la hora de aceptar nuevos alumnos. Todos los años solamente permiten entrar al rededor de un 22% que se presenta; pero tengo la total confianza de que tú lograrás entrar sin duda alguna.
Por un momento mi mirada se dirigió de manera fugaz a un folleto en el cual hablaba sobre una escuela de Arte y Arquitectura aquí en la UCLA; y quise tomarlo para informarme un poco al respecto, pero Marco me tomó del brazo y me arrastró lejos de aquel recibidor para darme un pequeño tour por el lugar.
-¿No tienes clases esta mañana? - Pregunté mientras nos dirigíamos a través del campus hacia los sectores de recreación para ver la cancha de tenis antes de ir a conocer donde se encontraba la escuela e Ingeniería.
- Hablé con mis profesores y me han permitido tomarme la mañana para ayudarte a conocer el lugar; te sorprenderá saber cuantos beneficios he llegado a tener en este lugar por ser tan aplicado y poseer tan respetuosos modales. Claro que luego tendré que recuperar las clases perdidas esta tarde, pero de todas formas no soy del tipo de alumno que suele ir al paso de los profesores. Siempre voy unos cuantos temas más adelantado...
El campus es enorme, y las instalaciones son impresionantes. Debo admitir que me ha conquistado este lugar, pero aún tengo una duda respecto a estudiar Ingeniería. No me había dado cuenta de que habían muchas otras cosas más.
- Estos son los salones en donde imparten las materias que necesitarás estudiar para poder estudiar Ingeniería civil. - Me indicó Marco. Y al pasar frente a las grandes entradas de aquellos salones, pude ver y oír a los maestros impartiendo sus clases frente a un auditorio completamente lleno de alumnos atentos, dispuestos a oír y aprender. Lo único que se podía oír en los pasillos, además de las voces de los profesores, eran las veloces plumas rasgando el papel. Todos toman apuntes a todo momento, y de solo pensar que yo también tendré que hacerlo durante más de diez horas al día (sin descontar algunas horas los fines de semana), los huesos de mi mano izquierda comenzaron a protestar de dolor.
Después de conocer la Escuela de Ingeniería pasamos por la de medicina, y allí nos tardamos un poco más ya que al pasar frente a los salones algunos profesores deseaban saludar a Marco y conocerme. Creo que no se impresionaron demasiado de verme; porque teniendo en cuenta cómo es él, estoy segura de que ellos también esperaban ver a una chica de aspecto elegante e inteligente con su mismo acento y educación al hablar. La mayoría de ellos me animaban a escoger la misma carrera que mi hermano, pero solamente él sabía que yo nunca optaría por estudiar medicina. No es lo mío.
La universidad es tan grande, que acabamos de recorrerla y conocer tan solo un 80% de ella en más de dos horas. Marco y yo nos sentamos a descansar frente al salón de arte, donde se encontraban expuestas muchas de las más destacables obras de los alumnos que se dedican a la carrera. Por alguna razón tuve la leve corazonada de que por aquí seguramente podría estar algún dibujo de aquel chico... del que ahora no recuerdo su nombre; aún que es una estupidez, porque él no estudia arte.
Mientras Marco hablaba y hablaba explicando la historia de este lugar y los logros que ha tenido la universidad, mis ojos recorrieron cada cuadro que pudiera estar al alcance de mi vista. Algunos me parecían demasiado grotescos, burdos, y hasta infantiles; pero hubo uno que me gustó, y llamó tanto mi atención que, ignorando a mi hermano, me puse de pie y me acerqué a él para poder apreciarlo más de cerca. Había sido pintado con temperamento negra solamente y agua. Era precioso.
Una frase que pudiera describir aquella obra de arte a la perfección sería: Tristemente impactante. Es un paisaje, y a juzgar por la ausencia de color quiero pensar que es un día lluvioso, aburrido y triste, pero para mí no lo es tanto. Adoro los días lluviosos, y esta pintura refleja ese amor tan particular que les tengo.
- Parece triste. ¿No es así? - Oí una voz conocida que me sobresaltó.
Giré mi cabeza hacia la izquierda, y me topé sorprendentemente con aquel chico que conocí en esa cafetería. Por primera vez, después de ese día, puedo distinguir que sus ojos son tan claros y grises como la tempera aguada de la pintura, y los mechones oscuros de cabello que caen frente a su rostro también son detalles que contribuyen a la belleza de su rostro. Es admirable que un ser humano pueda llegar a ser tan agradable a la vista, casi igual que un lienzo colgado en la pared.
- No. - Respondí de manera aplastante.- No es triste para mí.
- Para mí tampoco lo fue el día en que me inspiré a crearlo. Más bien, me transmite tranquilidad, paz y serenidad. Me recuerda a mi hogar. - Comentó con una sonrisa, y en ese instante mi boca se quedó completamente seca.
Por primera vez en mi vida, no tengo nada que decir; nada.
- ¿Has venido a conocer la Universidad? ¿Piensas estudiar aquí? - Preguntó curioso, pero no pienso darle la satisfacción de creer que va a verme seguido por aquí. Es más, espero no tener que cruzarme demasiado con él...
- Mi hermano asiste a La Escuela de Medicina, y me ha propuesto mostrarme las instalaciones para ayudarme a tomar una decisión; pero aún no sé si realmente deseo estudiar aquí. - Respondí rápidamente sin desear dirigirle la mirada. Hay algo en él que no me gusta, me molesta.
- ¿Tu hermano?
- Disculpen. - Marco se acercó prontamente para averiguar por qué un ser humano de mi sexo opuesto estaba a menos de un metro de distancia frente a mí, y dirigiéndome la palabra.- ¿Interrumpo algo?
A pesar de su tono de voz poco amistoso y amenazante, aquel chico no parecía sentirse intimidado o incómodo por ninguna razón; es más, parecía hasta entusiasmado.
- Jude Hall. Un placer. - Ofreció su mano amistosamente a Marco, y este la estrechó simplemente por educación. Pero estoy más que segura de que no le agradó nada verlo hablar conmigo.
- Nunca te he visto por aquí. ¿Donde estudias?
- Estoy en mi segundo año de Ingeniería Mecánica en la Henri Samueli. No suelo andar mucho por el campus, así que es obvio que no me hayas visto. - Se encogió de hombros como si aquello fuese lo más normal.
- Ah... - Se limitó a decir, y luego dirigió su atención a mí.- Gianna Costanza, debemos seguir.
Él jamás me habla en ese tono, ni utiliza mi otro nombre frente a alguien más a menos de que esté exageradamente molesto, por lo que vi muy conveniente obedecer sin decir nada.
- Adiós. - Me despedí de aquel chico, y éste asintió un poco triste por mí.
Al darle la espalda para salir de allí, Marco murmuró con claridad en italiano para que él no nos pudiera entender.
- Chi è lui? Da dove lo conosci? - preguntó quién era él y de dónde lo conocía.
- Non è nessuno, solo un giovane. - le respondí que nadie más que un chico.
- È inglese e non mi piace. - Gruñó molesto. ¡Como si yo hubiese estado abrazada a él, o... No lo entiendo.
- Per favore, non fare drammi senza ragione. - Supliqué para que se calmara, pero este no me volvió a responder.
Exactamente después de media hora me volvió a dirigir la palabra, pero solamente para continuar hablando respecto al lugar. Creo que lo mejor para mí será no sacar jamás el tema, y mucho menos volver a tener algún trato con él. Detesto que Marco esté así conmigo...
ESTÁS LEYENDO
Arte etéreo
RomanceQuizás ella no sea la típica chica nerd que se enamora del más sexy del instituto; o la "don nadie" que de un día para otro se convierte el en centro del universo; o el pobre patito feo que al quitarse sus gruesos lentes de aumento se convierte en u...