Capítulo 8

1.2K 131 20
                                    

- ¡Fuiste aceptada! - Exclamó Marco con un entusiasmo y felicidad que nunca antes había visto reflejados en él. Sacudía la carta de admisión frente a mi rostro, y luego me obligó a levantarme de la mesa para poder abrazarme y hacerme girar por toda la habitación.

Creo que a él le entusiasma esto mucho más que a mí.

- ¿Fuiste admitida? ¡Genial! - Celebró Sophie desde la mesa, ya que Marco no me quería soltar.

- ¡Lo sabía! Durante todas las vacaciones estuve completamente seguro de que serías tú. - Finalmente dejó de sacudirme, y me entregó la carta de la universidad.

Al leerla, no pude evitar sonreír como nunca antes lo había hecho. Luego de tanto sufrimiento debido a la espera, finalmente tengo ante mí la confirmación de que soy la mejor; ya que fui admitida con el promedio más alto de todos.

- Y pensar que hace un par de días estabas tirada en el sofá boca abajo, pensando en qué sería de ti si no eras admitida. - Se burló Soso, y de pronto sentí ganas de vomitar. Esto significa que de ahora en más, no voy a volver a dormir más de cinco horas de veinticuatro por día, ni tendré tiempo libre para nada... ¡Ah! Olvidé que no tengo vida social ni pasatiempos.

Todo en orden.

- Cuando comiencen las clases irás conmigo todos los días. - Comentó Marco sin dejar de lado su entusiasmo.- Debes llamar a nuestro padre, a mamá, a la abuela, y si deseas presumir un poco, a nuestros primos también. ¡Ha! Me encantaría ver cómo le quedará el ojo a nuestro querido primo Antonio cuando sepa que tú y yo entramos a la misma universidad mientras que él a duras penas logró acabar una tonta facultad técnica en España.

Salió del comedor con paso decidido, y al cabo de un instante lo oímos hablar por teléfono con nuestros padres y demás.

- Se nota que esto le entusiasma mucho más a él que a ti. - Añadió Sophie, lanzándome una mirada seria y muy profunda. Como si intentara analizarme.

- Sí, lo sé...

- Y tú... ¿Estás feliz, cierto?

- Claro que sí. Quizás no sea la universidad a la que siempre he soñado asistir, pero tiene prestigio y es muy buena. Quizás tampoco vaya a prepararme para una carrera que haya deseado estudiar antes, pero es un gran reto para mí y no hay cosa que me apasione más.

- Okey. - Se encogió de hombros tomándome la palabra, pero su respuesta y manera de actuar no me resultaban del todo creíbles. Parece como si no me creyera ni la más mínima palabra.

- ¿Cómo? Es un Okey de "Si eres feliz, genial"; o un Okey de "No te creo ni J".

- Tú eres la inteligente de las dos, querida. Averígualo. - Sonrió descaradamente y yo negué con la cabeza, decidiéndome a ignorar por completo aquel comentario como si no hubiese dicho nada.

Acabé de desayunar, y al cabo de unos minutos después recibí llamadas, mensajes, y video llamadas de toda mi familia desde cada parte del mundo en que se encontraban. Por un momento sentí algo de melancolía por no poder estar en Italia y hablar directamente con ellos, pero se me pasó muy rápidamente cuando Marco me dijo que me vistiera para salir a comprar pasteles de chocolate; y yo voy a escogerlos.

- Cuando me aceptaron en esa revista no me compraron más que un budín vegano. - Gruñó Sophie quien nos acompañó a comprar los pasteles de la mejor pastelería de la ciudad. Ella se sentó en la parte de atrás cruzada de brazos, y haciendo pucheros como niña caprichosa.

- La verdad es que no sabía qué darte por ello. - Explicó nuestro hermano.- Con todo eso de cuidar tu figura y demás... En un principio pensé en regalarte un nuevo teléfono, pero ya tienes cuatro. Es difícil hacerte un regalo.

- Simplemente me hubieras dado el dinero y yo lo gastaba en lo que quisiera. Últimamente he estado pensando en que sería genial hacerme un tatuaje. - Al decir eso, Marco clavó los frenos del auto y si no hubiese tenido el cinturón puesto, habría besado el vidrio.

- ¿Estás loca? ¿Un tatuaje? -Se giró para mirarla a los ojos.- ¿Qué es lo que sigue? ¿Fumar con vagabundos? ¿Beber agua salada o tu propia orina?

- ¡Me están jodiendo el entusiasmo! Vamos por esos jodidos pasteles y en casa se tiran de los pelos. - Gruñí. Afortunadamente Marco me hizo caso respecto a ir a comprar mis regalos; pero durante todo el viaje de ida y de vuelta en el auto, le dio a Soso un maldito discurso de cuantos riesgos hay en hacerse tatuajes, en la vergüenza que sentirían nuestros abuelos si se enteraran que una muchacha criada con tan buenos valores y proveniente de una familia tan limpia y tradicional piensa en tirar todo eso a la basura por hacerse un jodido tatuaje. Pero estoy bastante segura que de todo eso, ella no prestó atención ni a una sola palabra.

La verdad es que esta vez no pienso igual que Marco respecto a tener un tatuaje. Aún que él no lo sepa, hay varios en nuestra familia que los tienen. Incluso yo me haría unos cuantos, porque me parecen un tipo de arte admirable siempre y cuando no sea exagerada. Estoy segura de que al oír la palabra "tatuaje", Marco automáticamente pensó en esas personas que tratan todo su cuerpo hasta el rostro y parecen miembros de alguna secta satánica.

Al volver a casa, lo único que le cerró la boca a nuestro hermano fue que le ofreciera un buen trozo de pastel de chocolate. Al igual que mi padre, ambos tenemos una enorme debilidad por lo dulce y amargo, y por eso no pudo resistirse a comer. Y, para nuestra gran suerte, ninguno de los dos posee una figura que mantener. Sophie tuvo que encerrarse en su habitación para no sentarse. Se encerró allí y no salió hasta la noche que llegó el repartidor de comida oriental vegetariana, a quien tuvo que recibir la comida, y se volvió a encerrar. Mientras Marco y yo continuamos celebrando hasta muy tarde.

Claro que al día siguiente cobramos muy caro el precio, ya que ninguno de los dos podía mantenerse en pie debido al ataque al hígado que nos dio; pero para mí era de esos Dolores agradables, de esos que sabes que valen la pena sufrir.

Algunos sufren por amor, y sin embargo vuelven a intentarlo a pesar de que seguramente volverán a salir lastimados. Yo sufro porque mi estómago no tolera tanta azúcar, pero aún así después de unos antiácidos sigo comiendo pastel. Cada quien es dueño de sufrir por lo que le plazca.

Arte etéreo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora