Capítulo 9

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Fue duro tener que volver a California luego de unos días tan tranquilos y agradables con los abuelos. Ambos querían que nos quedáramos unos días más, pero debíamos volver para el comienzo de clases.

La abuela insistía en convencerme de "darme una oportunidad" con alguien, pero estoy segura de que con lo exigentes que son esa universidad, no tendré tiempo para más que estudiar y quizás comer y dormir. Evidentemente no le cayó muy bien que Marco interfiriera en mi vida privada, pero a pesar de eso no le llamó la atención ni lo reprendió. A diferencia de ella, yo veo ese detalle como una ayuda, una protección, y no como un estorbo. Y si me llegara a quedar soltera viviendo con él durante el resto de mi vida ¿Cuál es el problema? Nos llevamos bien y nos conocemos lo suficientemente bien como para superar algunos roces que pudieran haber de vez en cuando. Y somos casi iguales. Nosotros nos entendemos...

Aquel primer día de clases, me levanté más temprano de lo que debía para prepararme muy bien y con tiempo de sobra. Quería asegurarme de que nada se me fuera a pasar por alto, y de que vaya a dar una muy buena apariencia desde el principio.

Me vestí con algo sencillo ya que voy a ir a la universidad y no a una cena de gala. Simplemente tomé una camisa suelta morada de mangas largas, Jean negro ajustado y botas con tacón de cuero negro. Dejé mi cabello suelto, pero por si las dudas llevo unos cuantos broches invisibles en mi bolso para recogerme el flequillo si es que me llegara a molestar. Y bajé a la cocina para prepararme el desayuno, y luego hice un batido para llevar en vaso térmico allá. Cuando tengo ansiedad y estoy nerviosa necesito tener algo dulce y rico que beber para mantenerme tranquila...

- ¿Lista para tu primer día? - Preguntó Marco, llevándose una tostada con mantequilla y mermelada a la boca y bebiendo un gran trago de café directo desde la cafetera, y yo asentí. Acto seguido, ambos nos dirigimos al garaje para subir al Phantom y conducir hacia la UCLA.

Marco me iba hablando durante el camino, dándome consejos junto con palabras de consuelo para mantener la calma, que de seguro me podrían ser de mucha utilidad si tan solo escuchara lo que me estaba diciendo. De repente mi mente se puso en blanco, y tuve que beber un poco de aquel batido que preparé para sentirme mejor.

Al llegar, me aferré al brazo de Marco sin la más mínima intención de dejarlo ir hasta que me deje en frente del salón de Cálculo elemental, así el muy imbécil no me abandonará como la última vez.

- El primer día siempre parece el más difícil, pero solamente es hasta que te adaptas. - Comentó él sin dar el más mínimo rastro de nerviosismo, a pesar que él comenzaría hoy mismo su tercer año de medicina. Creo que eso me hace sentir un poco mejor.

- Eso espero... ¿Nos veremos para almorzar?

- Claro. - Aceptó encantado.- Y volveremos a casa juntos. No te preocupes por nada más que por prestar atención en tus clases y dejar a todos los demás como unos idiotas, porque tú eres la mejor.

- Va bene. - Tragué con dificultad al ver que el salón estaba casi lleno. De seguro yo soy la única que falta por entrar, a pesar de que el profesor aún no ha llegado.

- No vemos pronto, Principessa.

- Está bien. - Asentí, y él tomó mi rostro para darme un beso en cada mejilla antes de irse para no llegar tarde a su clase.

Manteniendo la frente en alto y mi postura recta habitual, entré al salón para buscar un lugar cómodo para mí. Mientras más cerca del pizarrón, mejor. No por qué me guste este lugar, sino porque debido a mi vista es lo más conveniente.

Podía percibir algunas murmuraciones sobre mí a mis espaldas, pero tal cual hago con todo el mundo, me centré en mí misma para no oír nada. Un chico rubio y de porte bastante fuerte se sentó junto a mí, y también lo ignoré a pesar de que podía sentir su mirada sobre mí. ¿Pensará que alguien como él podría llegar a moverme un pelo? Pues no.

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