Capítulo 18 (Segunda parte)

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- Y... ¿Tu estudio se encuentra junto a tu habitación? O... - Yo simplemente lo seguía sin saber hacia donde iba en realidad. Los pasillos estaban bien iluminados gracias a la Bonita luz natural que provenía desde el exterior. Me encanta.

- No. Se podría decir que mi estudio es mi recámara, ya que es la única habitación de la casa en la que me gusta estar.

Entramos por una puerta ancha que al abrirla, revelaba una elegante escalera hacia una especia de ático. Por fuera jamás me fijé que pudiera tener uno...

- Realmente me tomó por sorpresa que quisieras conocer mi estudio, razón por la que deberás perdonar mi desastre. Anoche se me ocurrió comenzar a pintar un nuevo cuadro y me dormí en la mesa. Esta mañana amanecí cubierto de pintura y dejé todo como estaba porque pensé que iba a llegar tarde a la universidad. - Soltó una leve carcajada de solo recordar lo alocada que fue su mañana, por lo que yo simplemente sonreí.

- No te preocupes. Creo que no debí molestarte para que me trajeras. Fui inoportuna...

- No, no lo fuiste. Yo también quería mostrarte mi estudio desde hace ya mucho tiempo, y ahora mismo lo verás. - Se detuvo frente a una gran puerta al final de la escalera, y al abrirla él reveló ante mis ojos el paraíso al que todo artista desearía admirar.

Más que una habitación, parecía ser una explosión de color difícil de apreciar a simple vista. Era realmente grande, pero al estar tan abarrotada de cuadros y lienzos en blanco, el enorme escritorio repletos de frascos con brochas, maletines de madera para guardar pomos de pintura, aceites, pigmentos y lápices, y hojas de papel rayadas manchadas y arrugadas. ¡Incluso había una remera y un jean salpicados de pintura! Lo cual explica cuan alocada fue su mañana...

En un extremo había una gran cama perfectamente tendida con sábanas blancas y acolchado gris oscuro, y una pequeña cómoda que en vez de tener una lámpara (como debería ser), tenía una gran pila de libros gruesos y pesados. Creo que eso debe de ser lo único que podría ser considerado como muebles de recámara.

- ¿Puedo? - Pregunté antes de tomar un cuadro que se encontraba oculto detrás de los demás. Era el más grande de todos, pero no podía comprender muy bien qué era en realidad a causa de todos los que se encontraban sobre él.

- Sí, claro. - Respondió medio agitado, ya que a mis espaldas intentaba deshacerse de su ropa sucia y manchada por la pintura. Tuve que reprimir una sonrisa divertida, y decidí fingir que no me había dado cuenta de sus intenciones para que no se sintiera más incómodo de lo que lo he puesto por obligarlo a permitirme conocer este bonito lugar.

Tomé aquel gran cuadro con ambas manos, y con mucho cuidado logré sacarlo y colocarlo sobre un lugar donde no se pueda dañar. Al verlo me sentí un poco confundida, ya que parecía ser nada más que un montón de manchas oscuras sobre lo que podría ser un rostro femenino. Como si hubiese sido estropeado debido al odio y la frustración de su creador.

- ¿Qué sucedió con este? - No pude evitar molestarlo una vez más. Jey se encontraba tirando todas las bolitas de papel dentro de la papelera, pero al oírme se acercó rápidamente. Se esforzaba por ocultar su agitación, pero su cabello alborotado lo delata.

- Es... No es más que un desperdicio. Es el único cuadro que jamás logré acabar, y recordarlo me frustra demasiado. - Hizo una mueca extraña y lo volvió a guardar donde estaba.

- ¿Era alguien en particular? - Desee saber por curiosidad.

- No. Muchas veces me viene a la cabeza la maniática idea de que debo concluirlo, pero jamás fui capaz de retratar el rostro que tengo en mi mente... Quizás sea porque aún no es demasiado claro.

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