Epílogo

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Aquella mañana desperté, y luego de haberme puesto a pensar detenidamente, me sorprendió darme cuenta cuanto ha pasado el tiempo para nosotros.

Creo que fue ayer cuando desperté sumamente feliz por haber sellado mi reconciliación con Jude con la mayor muestra de amor, y el día de hoy llevo puesto en mi dedo anular un hermoso anillo de compromiso sobre la alianza de oro y plata que justamente hace cinco días me entregó.

La primer noche de luna de miel fue grandiosa. Un sueño para mí. Y no porque nos encontremos en un lugar tan precioso como Grecia, sino por el simple hecho de estar con él y saber que a partir de hoy definitivamente será su rostro el que voy a admirar cada mañana al despertar. No puedo evitar admirar su rostro y sus facciones. Cada segundo me enamoro más de él, si realmente es posible.

No fue nada fácil llegar hasta este punto, porque nada en una relación conformada por dos personas totalmente opuestas lo es; pero el afecto que sentimos el uno por el otro es tan grande que logra superar cualquier diferencia.

Yo no soy una mujer completamente sana, y soy bastante consciente de que jamás lo seré. Aún existen riesgos de que yo pueda estar un día y al otro ya no, pero a él eso no le ha impedido escogerme. De entre tantas chicas mucho más atractivas, sanas y agradables tuvo que escogerme a mí; y lo mejor de todo, es que aún así él piensa que se ha llevado el premio mayor. Que locura.

Respecto a mis convicciones de estudiar una carrera universitaria que me permita ser alguien en la vida, no las he dejado de lado. Estoy estudiando en Reino Unido donde ahora vivimos juntos. Acabaré mi carrera de ingeniería industrial y me dedicaré a trabajar para una marca automotriz bastante conocida.

Pero no me siento realizada por el simple hecho de haber logrado obtener lo que deseo dentro de él ámbito educativo y laboral, sino porque he encontrado a la persona ideal para mí; al hombre perfecto que me ama con todas sus fuerzas sin importar qué y está dispuesto a todo con tal de verme sonreír. Eso sí es alcanzar el éxito en la vida, y estoy más que orgullosa de mí misma por ello...

Poco a poco pue ver como sus ojos comenzaron a abrirse, y cuando me miró no pudo evitar sonreír ampliamente iluminado. Ni aún que hubiese visto a un mismísimo ángel frente a él, habría sonreído tanto como lo suele hacer conmigo.

- Buen día, señor. - Saludé en voz baja mientras acomodaba su suave cabello con mis dedos.- Has dormido mucho. Supuestamente soy yo quien debería estar más agotada que tú.

- Lo sé, pero extrañamente siento tanta paz en mí que no deseo hacer nada más que permanecer aquí a tu lado y disfrutar de ella. - Volvió a cerrar sus ojos, y yo deposité un corto beso sobre su labio inferior.

- ¿Puedo hacer algo para ayudarte a disfrutarlo aún más? - Pregunté suavemente, y él liberó un largo y feliz suspiro.

- Habla, respira y permanece junto a mí. Es lo único que necesito para ser feliz a partir de ahora.

- Pero... podría hacer algo más. - Propuse con cierto tono divertido antes de comenzar a depositar pequeños besos en su rostro, y luego fui bajando hasta su cuello.

- Ten cuidado... - Me advirtió.

- Estoy bien. - Aseguré totalmente segura de mí misma. No siento ningún tipo de malestar que pudiera advertirme de que últimamente me he estado exigiendo demasiado. No me podría sentir mejor en mi vida.- Quiero demostrarte cuanto te amo...

- Entonces dilo en voz alta otra vez. - Abrió nuevamente sus ojos y tomó mi mano para entrelazar nuestros dedos.- Dime que me amas. - Suplicó con una gran sonrisa en su rostro, y eso me contagió.

- Te quiero; te adoro; te amo con todas mis fuerzas. A pesar de que seguramente voy a desear matarte como muchas otra veces lo desee, lo único que me ayudará a olvidar mi enojo será saber que no existe nadie tan perfecto como tú y soy la mujer más afortunada del mundo por tenerte.

- ¿A qué te refieres con desear matarme? Soy el ser más tranquilo e inocente en el mundo. - Bromeó porque realmente sabe que es un experto en sacarme de mis casillas. Cuantas veces se habrá de recibir un golpe de mi parte gracias a su bonita sonrisa...

- No me hagas hablar sobre ello. - Reímos hasta que lo besé; lo besé como siempre suele hacer para ahorrarnos las palabras, y me complace gratamente porque lo seguiré haciendo hasta mi último día.

- No puedo estar más feliz por haberte escogido. Ahora mismo no me arrepiento de nada en absoluto.

- ¿Seguro? - Alcé una ceja dudosa y él negó con la cabeza.

- Soy un artista, y sé reconocer a la perfección cuanto puede llegar a valer una obra de arte. En tu caso puedo decir que posees un valor es incalculable. Eres única totalmente, y me siento más que honrado de que a partir de ahora seré tu dueño.

- No, Jude. Tú siempre fuiste mi dueño. Soy y siempre seré tu arte etéreo...

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