Volumen Tres: Leyendas del Pasado - Tercera Parte

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Año 284 Después de la Intervención Divina, tres años antes de la muerte del Último Emperador.

La biblioteca parecía no encajar en el castillo. En todos los demás lugares se veían armaduras, lanzas, imágenes de batallas y banderas con el blasón gules del Reino del León. En la habitación donde ahora entraban Bruno Bendig e Imre Baldwin, dos aprendices de discípulo de sólo trece años, se veían libros, pergaminos, mapas, polvo y telarañas.

—Busquen crónicas de los enfrentamientos con el Ciervo, todas las que encuentren, tanto si el León formó parte como si no —habían sido las palabras de su maestra, Dagna Baldwin, una anciana discípula rodeada de leyendas—, saben bien que observar las batallas de otros puede ayudar tanto como estudiar las propias.

Lo sabían bien. Revisaban atentamente cada libro y cada pergamino. Casi todos estaban cubiertos de polvo, algunos también con telarañas, y unos cuantos eran tan antiguos que la tinta era apenas legible y el papel se quebraba fácilmente. Había muchos registros acerca del Reino del Ciervo: de las formaciones de arqueros y las técnicas con estoque; de la facilidad de palabra tanto en la corte como en la batalla; de las técnicas de desarme que usaban, los hechizos que conocían y las características de los arcos que llevaban.

—Aquí hay un pergamino sobre estrategias para contrarrestar a los arqueros con caballería —le decía Bruno a Imre, trepado en un alto estante—. Y uno sobre técnicas de lanza contra estoque... Y otra cosa... Eh, ¿y esto qué es?

Tenía en la mano un grueso cilindro metálico, pintado y esmaltado en un choque de colores, rojo a un lado y morado al otro, y llevaba algo grabado en cada extremo: Un círculo formado por un león y una lechuza, trabados en combate. Lo abrió y sacó un rollo de pergamino, con asideros de madera pulida y barnizada.

—Deben haberse mezclado algunos registros —dijo Imre, mientras el muchacho le tendía el rollo de papel y bajaba del estante de un salto.

—Veámoslo —siguió Bruno, entusiasmado, e Imre asintió, igual de entusiasmada. Ni siquiera sabían por qué. La curiosidad era mucha, tal vez porque era el primer rollo de pergamino tan decorado que encontraban en la polvorienta biblioteca del castillo, porque con tanto ornamento que tenía seguramente hablaba sobre algo interesante... o quizás por el misterio que envuelve siempre al Reino de la Lechuza.

El joven estiró el rollo de papel sobre la mesa más cercana. Al principio les costó un poco entender la adornada escritura, pero lo lograron, y desde ahí no se detuvieron.

—...Habla de un incidente de hace quince años —señaló Imre, leyendo con más velocidad que Bruno—, algo que produjo tensión entre nuestro reino y el de la Lechuza, culminando en tres escaramuzas antes de que el imperio interviniera... Oh, mira lo que pone aquí: "Las poderosas huestes del León estaban lideradas por la experimentada guerrera Dagna Baldwin".

—¿Dagna Baldwin? —el muchacho leyó incrédulo el pasaje.

—Eso dice, Dagna Baldwin —ambos jóvenes quedaron impresionados con tal mención de su maestra.

—Sigue leyendo —apresuró Bruno a la muchacha, queriendo saber más sobre esos enfrentamientos.

—Dice aquí que los Leones superaban a las Lechuzas en número y armamento, pero que estas últimas eran impredecibles. "A pesar de lo mucho que estudiaban las tácticas para enfrentar la magia de las Lechuzas, la inexperiencia de los soldados contra la misma era un gran problema. Las hechiceras de la Luna debilitaban terriblemente a sus oponentes, y las hechiceras eclipse eliminaban con facilidad a los que lograban mantenerse en pie".

"La primera escaramuza comenzó bajo un cielo despejado, a pocos kilómetros de una fortaleza de la Lechuza. Un escuadrón de Leones marchaba orgulloso, con el sol sacando destellos de sus armaduras escarlata. Se detuvieron frente a un puñado de hechiceras, protegidas por un par de escuderos. Los Leones cargaron rápidamente, con los discípulos más experimentados a la cabeza. De un momento a otro, el mundo se ensombreció alrededor de los guerreros escarlata, y comenzaron a desmoronarse. Cuando estaban por alcanzar a los escuderos, las sombras los golpearon. Sólo quedaron los pocos Leones al final de la carga. Sus escudos los salvaron de un segundo embate de las sombras, pero un viento plateado recorría el terreno como la niebla. Algo se propagó entre los Leones como una plaga, y cayeron exhaustos, incapaces de bloquear la tercera ola de golpes. La victoria de las Lechuzas fue aplastante incluso considerando los pocos guerreros involucrados. La siguiente esc..."

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