—Rostros del creador —llamó el centenar de voces que formaban las palabras del errante—, veo que ya no falta ninguno.
—Estaba esperando este momento —espetó la crueldad, acariciando el interior de la cabeza de su guadaña.
—Espero que valga la pena el viaje —siguió la perversión, mirando los delicados movimientos que hacía con sus manos.
—¿Es esto acaso sobre levantar más soldados? —preguntó la venganza, mostrando el cadáver que arrastraba—. Estaba en medio del trabajo.
—Lo mismo quisiera saber —la voz de la blasfemia sonó desde la enramada, y vieron su cabello blanco y cuerpo retorcido colgando desde arriba.
—Mi espada está lista —dijo la soberbia mientras mostraba la imponente arma conocida como voracidad.
La ambición, acariciando su anillo, guardó silencio. El vicio solamente bebía, con el trago saliendo por las heridas de su cuerpo despedazado y reconstruido. La ruina no dejaba de afilar su lanza. El desprecio estudiaba su máscara y sus garras. La traición acariciaba el dorado estandarte en sus manos. La condena se mantenía quieta, apoyada en un tronco. La arrogancia miraba su daga. El estorbo se reía, oculto en un rincón, mientras la burla se reía casi al centro de todos.
—¿Para esto me despertaron? ¿Es algo importante al menos? —preguntaba la ira, sentada en los hombros de su gigantesco monstruo.
—Cállense de una vez, dejen hablar al errante —pidió la miseria, con su montura ansiosa.
Y el fanático no se movía, no emitía sonido alguno, solamente mirando fijo al frente con su triste máscara blanca, apretando sus puños, los únicos libres de deformidad alguna y cubiertos por garras de acero.
—Tal como pensé, están todos. Crueldad, perversión, venganza, blasfemia, soberbia, ambición, vicio, ruina, desprecio, traición, condena, arrogancia, estorbo, burla, ira, miseria, fanático... y yo.
—Cuento a siete faltantes, errante —interrumpió el desprecio, volviendo a ponerse la máscara—. El susurro, la ingenuidad, el abandono, el lamento, la desolación, la infestación y la lujuria.
—Estas Lechuzas mantienen su maldita atención incluso cuando se convierten en... —murmuró el que convocaba la reunión—... Desprecio, ellos ya han sido desplegados.
—¿Incluso el susurro? —preguntó la venganza, una de los más antiguos devotos de Locura.
—Sí, incluso el susurro. La guerra ha estallado, es nuestro momento de reclamar lo que le pertenece al creador. El imperio ya no significa nada. Hemos esperado suficiente. Los reinos serán investigados por el intruso, y así caerán ante la tentación o serán asesinados por el desquiciado.
—Tú y tus múltiples rostros...
—¿Perdón?
—Si desplegáramos a más soldados, en vez depender de tus famosos rostros del errante, Creación sería nuestra desde ayer.
—... Todos, partan ahora. La infestación y la lujuria enfrentan ahora al León, el lamento vuelve a sus tierras del Reino del Lobo Blanco, el abandono comanda la segunda invasión a la Lechuza, la ingenuidad marcha contra el imperio y el Sol, y el susurro se expande con el viento. Partan ahora a ayudarles, rápido, este es nuestro momento de ganar, de asimilar a todos los débiles y eliminar a todos los fuertes. ¡¡La nueva era del creador está comenzando!! —cada uno de los demás devotos de Locura desapareció en las sombras, dejando al errante solo—. Excepto tú, venganza.
—Entonces sí necesitas más soldados —dijo ella, volteándose, con su larga trenza rubia moviéndose en todas direcciones.
—No... ya no —le respondió el errante, mientras aparecía frente a ella en menos de un pestañeo.
—¿Qué intentas? —cada golpe de las enormes garras del devoto era bloqueado por la mujer.
—Dejar que la blasfemia se quede con todo el trabajo. No eres la única capaz de levantar a nuestros soldados de entre los muertos.
—Bien por ti. Parte tu ejército a la mitad.
—El ejército que levantaste intentando superarla es suficiente.
—Y digo una vez más, bien por ti.
Cuando dejaron de intercambiar palabras, siguieron intercambiando zarpazos. La venganza controlaba el enfrentamiento con facilidad, bloqueando o desviando cada ataque... pero el errante fue más rápido, consiguiendo conectar un golpe. Fue lo único que necesitó para atravesar el cuerpo de su oponente.
—Y digo una vez más, el ejército que levantaste es suficiente. Mientras la blasfemia siga viva, seguiremos teniendo reservas... y matarla a ella sería mucho más difícil de lo que fue matarte a ti.
—... Se vengarán de todo lo que has hecho...
—Sí, claro, una buena frase antes de morir, venganza... una buena frase.
El cuerpo cayó, quieto, desvaneciéndose en el empantanado suelo de los Bosques el Este.
Fin de la tercera parte del volumen trece
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El Último Relato
Fantasia¿Por qué contamos estas historias? Tantos habitantes de este mundo, tantos años de historia. ¿Solamente estamos llevando registros? ¿Por eso sobreviven nuestras historias? Muchas no tienen final, otras nadie sabe cómo empezaron... pero seguimos cont...