Mitad del año 293 Después de la Intervención Divina, cinco años después del estallido de la Guerra por el Imperio
—Ya pasaron cuatro días y aún no se van —gruñó Daryl, caminando hasta el frente y centro de su ejército—, es momento de atacar su campamento. Los más rápidos, conmigo, iremos a por Callan antes de que pueda estallar. Bruno, te quiero a mi lado para el ataque.
—No, general —respondió el joven, con más fuerza en esas palabras de la que el comandante había mostrado en toda su orden.
—¿Perdón?
—No, general —repitió Bruno, aún más enojado que antes—. Esa orden no será acatada. Esto termina ahora.
—¿Qué estás tratando de decirme? —gruñó Daryl, como un león antes de saltar sobre su presa, parándose frente a Bruno y mirándolo hacia abajo.
—Ya no más de esto. Las tropas se retirarán ahora. Ese maldito duelo por campeones fue más de lo que podemos aguantar.
—El Sol esperará a que le demos la espalda para bombardearnos con fuego, soldado.
—Si lo hacen, nos defenderemos, pero no atacaremos un campamento que no ha demostrado ni siquiera una intención ofensiva. No volveremos a seguir una de sus órdenes sin honor.
El puñetazo del general derribó al joven, haciendo volar la máscara de su rostro y el yelmo de su cabeza.
—Desertor —gruñó de nuevo, desenvainando su espada de casi metro y medio de largo.
—Todo el ejército está de acuerdo conmigo, general —y el joven respondió con un gruñido propio, poniéndose de pie de un salto y desenvainando espada y daga.
—¡Debemos ganar esta guerra ahora! —los mandobles que soltaba junto a sus rugidos eran rápidos, tenía mucho más alcance que las armas de Bruno.
—¡Ya perdimos, general! —el joven no paraba de esquivar, buscando la apertura necesaria para poder acercarse—. ¡Perdimos cuando eligió a una niña para un duelo!
—¡Debíamos ganar! —apenas el soldado se le acercó, volvió a derribarlo con un puñetazo—. ¡Hicieron trampa en el duelo! ¡Aún podemos ganar la guerra!
—¡Hicieron trampa gracias a esa decisión cobarde, general! —gritó Bruno, rodando en el suelo para esquivar los golpes, hasta ponerse de pie con un giro de sus hojas. Daryl solamente respondió con rugidos y más golpes.
"Es famoso por su agresividad. Su armadura es única, hecha para intimidar a los rivales. Pelea tal como comanda, dependiendo de la primera ola de brutalidad y miedo. No cederé, la abuela nos enseñó a no ceder. Que venga, que venga con sus rugidos y zarpazos, no cederé... y cuando su ola haya terminado, seré más agresivo aún".
Y eso hizo. Golpeó el mandoble con su espada de caballería, desvió un puñetazo con su brazal de acero, se movió para recibir una estocada con el costado de su coraza metálica, deslizándose la espada muy cerca del punto descubierto bajo su brazo. Aprovechó cada chance, hasta estar lo bastante cerca del general, y embestirlo, logrando que una de sus manos soltara el mandoble. Bloqueó un rodillazo con el pomo de su cuchillo, y recibió un codo cubierto por metal en el rostro... pero su ataque ya había conectado. Su espada chocó con la armadura cubriendo la espalda del general, después de que la clavara justo por debajo de la parte frontal, en el punto descubierto del pecho, entre dos costillas.
Daryl lo miró enfurecido, en silencio, con sangre comenzando a salir de su boca... pero Bruno vio algo más que furia en sus ojos. Ahí, casi escondida, estaba la misma mirada que Dagna les dedicaba siempre a sus estudiantes, en silencio, cuando hacían algo bien.
Cuando la espada abandonó la herida, el alto y fuerte cuerpo cayó al suelo. El soldado limpió la hoja con su capa antes de enfundarla, recogió su casco y máscara, volvió a ponérselos, y caminó entre el ejército.
—¿Qué hacemos ahora? —le preguntaron varias tropas, bajando sus armas.
—Volvemos a casa —respondió él.
—Sí... general.
Fin de la primera parte del volumen once
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El Último Relato
Fantasy¿Por qué contamos estas historias? Tantos habitantes de este mundo, tantos años de historia. ¿Solamente estamos llevando registros? ¿Por eso sobreviven nuestras historias? Muchas no tienen final, otras nadie sabe cómo empezaron... pero seguimos cont...