Año 285 Después de la Intervención Divina, dos años antes de la muerte del Último Emperador.
—¡Érika! —llamaba Burke Erbey, mientras entraba corriendo al castillo de su familia—. ¡Hermanita! ¡¿Dónde estás?!
—Aquí, hermano —la niña estaba sentada en uno de los estudios, con un libro abierto en las manos—. ¿Qué pasa?
—No creerás lo que pasó en el norte hace unos días —siguió el joven, ya de dieciséis años—. ¿Recuerdas lo que son los saqueos de invierno?
—Es cuando los salvajes del Reino del Lobo Blanco invaden las fronteras de sus reinos vecinos, para robar provisiones. Según el éxito que tengan, comienzan a considerarse verdaderos Lobos Blancos.
—Vaya, esa última parte no la conocía... Bueno, dicen que el invierno ya se siente en el norte de nuestro reino, por lo que algunos paladines fueron desplegados hacia allá, para proteger la frontera. No quieren que se repita lo que pasó hace algunos años, cuando una sola salvaje mató a todos los guardias de una aldea.
Entre ellos iba la recién nombrada Campeona del Imperio, Diane Kendrik, con la Espada del Amanecer, la misma que llevaba uno de los hermanos que combatieron a Locura en las montañas del sur, la espada capaz de cortar las sombras. Fue su primera misión como campeona, en uno más de tantos intentos del imperio para detener esa costumbre que los Lobos Blancos han mantenido por generaciones, a pesar de la Paz Imperial. Por primera vez, una Campeona del Imperio llevaría ese mensaje al norte.
Y la líder del escuadrón era su hermana gemela, Adele, la general más respetada por los paladines y segunda al mando del mismo Garnet el Justo. Incluso bajo la Paz Imperial, la fuerza y valor de ambas hermanas son reconocidas, tanto por sus defensas en algunas escaramuzas de frontera, como por su entrenamiento de los aprendices, como por la inspiración que su sola presencia provoca.
El maestro Thomas nos contó que estaban las dos solas un atardecer, mientras sus paladines rondaban por las aldeas cercanas, cuando uno de ellos se les acercó apresurado. Había oído algo en un molino, y encontrado los restos de una fogata reciente a menos de un kilómetro.
Las dos hermanas se pusieron de pie, pero Diane detuvo a Adele, diciéndole que reuniera a los demás paladines... junto con el que acababa de llegar.
"Ve a demostrarle al Justo Sol que eres digna de su espada", dicen que le dijo Adele a su hermana antes de separarse. Diane marchó sola, con la Espada del Amanecer en la mano derecha y su escudo en la izquierda.
Cuando alcanzó el molino, no pudo escuchar nada... hasta que todos los salvajes salieron de sus escondites. La mayoría eran jóvenes, niños y aprendices, pero algunos eran mayores, y uno se veía notoriamente mayor y especialmente experimentado, con cicatrices, un ojo menos, cabello y barba muy largos.
Atacaron a Diane por todos los flancos, con lanzas, espadas, cuchillos y hachas. Ante su armadura, sólo esas últimas tenían algo de efecto, pues todos los demás filos rebotaban, unos pocos apenas dejando marcas en el metal dorado.
Se le acercaban lentamente mientras la flanqueaban, dejándola cada vez más incapaz de defenderse, y acertando cada vez más precisamente a los huecos de su armadura. Cortaron la distancia a tal punto que el escudo se volvió inútil... así que Diane lo soltó, blandiendo la Espada del Amanecer con ambas manos... hasta que recibió un golpe feroz del salvaje más viejo, el golpe de un hacha pesada, justo hacia su brazo, con una fuerza que lo delató como berserk... pues ese golpe acababa de fracturar el brazo derecho de Diane.
Cambió sus manos de posición, ignorando todo lo que se sabe del uso de la espada con ambas manos... y siguió peleando, hasta el momento en que el mayor de los salvajes cargó contra ella, con su larga hacha en alto, lanzando un golpe vertical...
Con un grito de más ira que dolor, Diane posicionó la Espada del Amanecer con precisión perfecta, en el momento perfecto, y recibió la carga, quitando su cabeza de la trayectoria del hacha... y empalando al salvaje.
Tras ver su cuerpo muerto caer, los demás escaparon. Adele y los demás paladines llegaron mientras Diane revisaba el molino. Nada había sido robado, el saqueo de los salvajes del Lobo Blanco había sido rechazado completamente... y nadie del Reino del Sol murió.
—Hermano... tú fuiste entrenado por Adele, ¿cierto?
—Sí, una vez, hace no mucho...
—¿Y por Diane?
—No exactamente... pero la vi, nos habló a los aprendices una vez... cuando fue nombrada Campeona del Imperio...
—¿Y qué les dijo?
—Lo recuerdas bien, ¿cierto?
—... Sí... pero quiero que me lo cuentes de nuevo...
—"¿Ven esta espada?" —comenzó el joven, tratando de imitar el tono de la paladina—, "es la Espada del Amanecer, forjada por la luz del Justo Sol. Ahora soy yo quien la porta, pero otros campeones lo han hecho antes que yo, y otros lo harán después. Cualquiera de ustedes podría ser uno de esos campeones, así que nunca dejen de entrenar, nunca dejen de esforzarse, nunca dejen de traerle orgullo al Reino del Sol".
Fin de la primera parte del volumen cinco
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El Último Relato
Fantasia¿Por qué contamos estas historias? Tantos habitantes de este mundo, tantos años de historia. ¿Solamente estamos llevando registros? ¿Por eso sobreviven nuestras historias? Muchas no tienen final, otras nadie sabe cómo empezaron... pero seguimos cont...