Volumen Nueve: Imperio - Primera Parte

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Finales del año 292 Después de la Intervención Divina, cuatro años después del estallido de la Guerra por el Imperio

—La Legión Eterna ha recibido refuerzos, incluso algunos paladines se le han unido para guiar a los guerreros en la batalla, a pesar del asedio que el Reino del Sol tiene sobre la Ciudad Imperial —les decía Daryl Barend a sus soldados, en la frontera sur del Reino del León—. Tuvieron bajas en la batalla de la Luna Oculta, pero aun así, y con los refuerzos que han recibido, tendrán la ventaja sobre nosotros. ¡¿Eso nos ha detenido alguna vez?!

—¡¡Nunca!! —gritaron los Leones, levantando espadas y lanzas con fuerza, uno entre ellos rugiendo con remarcable furia.

—¡Ya hemos perdido una batalla, ¿perderemos la siguiente?!

—¡¡Ganaremos!!

—¡¡Por la derrota contra el Ciervo y por la victoria contra el Sol!!

—¡¡Victoria!! —gritaron todos los soldados, como era habitual en el Reino del León.

—¡¡Venganza!! —rugió uno solo entre todos los demás, el mismo de la llamativa furia.

Y entonces marcharon, sabiendo lo que los esperaba en la frontera. Callan Hallselt, el legendario sacerdote que dominaba la forma de fuego, había salido al fin del Reino del Sol, y durante la batalla de la Luna Oculta, había ayudado a derrotar una avanzada de Locura junto a otros héroes. Si una nueva batalla iba a estallar, no sería una fácil.

—¿Cuál es tu nombre? —le preguntó Daryl al joven de los rugidos cuando lo tuvo suficientemente cerca.

—Bruno Bendig, general —respondió él, quitando la máscara de su rostro.

—¿Qué edad tienes?

—Veintiuno, general.

—Bastante joven para llevar los Colmillos Rojos —dijo el comandante, señalando el símbolo que portan algunos Leones en honor de algún cercano muerto en batalla.

—Una gran amiga cayó en las tierras del Ciervo.

—Cuéntame.

—Cuando nos atacaron durante la noche, peleando en medio del caos... descuidé uno de mis flancos, y un espadachín lo aprovechó... pero ella se interpuso. Estaba herida desde una pelea anterior, cuando apenas habíamos llegado a esas tierras... y no pudo desviar ese estoque —el joven hizo una pausa, mirando al suelo, mientras volvía a cubrir su nariz y boca con la máscara—. Mi mejor amiga murió protegiéndome.

—Te prometo algo, Bruno... Si caes en nuestra batalla contra el Sol, caerás sabiendo que ella está orgullosa de ti. Tuvo la muerte de una leona. Si caes, devuélvele esa gloria.

—No caeré. No sin vengarla. El sacrificio de Imre no será en vano.

—Resiste entonces esta batalla contra el Sol. Resiste el fuego, y luego iremos contra las astas.

—Ninguno de ellos podrá resistir a los Colmillos.

—... Eres un verdadero León, Bruno Bendig, nunca dejes que eso se pierda, y pronto se contarán leyendas sobre ti.

—Prefiero seguir contando historias sobre Imre... pero, de todas formas, eso es un honor viniendo de alguien tan legendario.

—¿Has escuchado antes de mí?

—¿Quién no? El único general que eligió un mandoble, uno de los pocos en haber obtenido ambos títulos, el fanático que diseñó su armadura para intimidar, el discípulo que cuenta historias a sus aprendices en las tabernas fronterizas, el maestro que le rompió la cara de un golpe a Adler Baldwin antes de felicitarlo.

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