Volumen Dieciséis: Serenidad - Cuarta Parte

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—¡¿Cuántos?! —volvía a preguntar Thorir Sterki, mientras el cuerpo de la lujuria terminaba de desaparecer y el de la desolación comenzaba a marchitarse.

—Ante el gigante, Ruan Gardar fue aplastado, Hallvor e Ingunn Sterki recibieron demasiadas heridas, al igual que Likke Barend, y un escudero que no logró retroceder fue alcanzado por el tronco, su nombre era Kairo Barret. Ante la devota, Meyer Barend recibió un corte demasiado grave, Gerard Benoit bloqueó un ataque dirigido a Thierry, y Liam Barend fue degollado cuando le dio el golpe final. Las últimas sombras consumieron por completo a Louis Kelm antes de desvanecerse. Nueve muertos —le respondió Hersir Gardar.

—No hubo más bajas de escuderos ni salvajes. El avance de los Sterki y los Barend tuvo un éxito increíble. Esos caídos son verdaderos héroes —intervino Edith, posando una de sus manos en el brazo del titán.

—... Ingunn... —y él trastabilló, casi desplomándose, manteniéndose en pie gracias a un torpe paso—... Mi hijo...

Por más de un día entero habían enfrentado a los devotos en el norte del Reino del León.

—¿Deberíamos seguir avanzando? —le preguntó Bruno a Hersir y Edith, mientras Fenja y Erlann se acercaban a Thorir.

—Envié un contingente de mensajeros al centro del reino, donde están Ellery y los jefes familiares —respondió la Leona.

—Evan y Elsa han comenzado a fortificar la zona —siguió Hersir—, deberíamos esperar a que eso esté listo antes de atacar. Reagrupa a tus escuderos, si el resto de la frontera con los Bosques del Este está igual a este punto, tu reino tendrá las manos llenas, y al menos desde el Norte Congelado, no llegará nadie más.

—Durante la pelea, Louis me dijo que esperaba refuerzos del Sol, la Lechuza y el imperio, además de los Ciervos y Lobos Blancos. Dijo que Érika Erbey volvería a estas tierras, para hablar con Ellery, tras la alianza que acordaron con Dimitri —le dijo Bruno—. No puedo creerlo, pero nuestras esperanzas están en esa niña...

—¡Formen! ¡¡Formen!! —los gritos de Thierry fueron seguidos por los de Anna, luego por los de Johann, y finalmente por los de Harald.

El cuerpo del gigante, destrozado pero aún no del todo marchito, se levantaba. Tras él, algo derribaba árboles al abrirse paso desde la profundidad del bosque.

—Parece que rompieron a la desolación —le hablaba risueña una niña a la enorme criatura que llegaba, sentada sobre lo que podría considerarse su hombro—, pero romper a los despojos será más difícil, ¿cierto? —una niña vestida con harapos y máscara blanca.

—¡¿Qué está pasando?! —rugió Kelda, y su león rugió con ella mientras corría entre los escuderos.

—¡¿Qué es esa cosa?! —gruñó un titán que recién se acercaba a la pelea, Raudi Durs, viendo a la abominación sobre la que iba la pequeña devota: Una amalgama casi sin forma, construida con carne podrida y huesos de diferentes animales además de personas, cubierta con tierra y barro.

—¡¡Vamos, vamos, vamos!! —junto a él corrían y gritaban dos berserks, Dalla Steinn y Valdis Finn. El resto de los furibundos guerreros los seguía, con una guerrera pintada de rojo cerrando la marcha.

—Reaccionaron al olor... —murmuró Harald, mirando la escena—... ¡Salvajes, retrocedan! ¡Alejen a sus monturas de ahí! ¡Conmigo, ahora! ¡Y traigan a sus lobos!

—¿Qué pasa? —le preguntó su hija menor, Vari.

—Olieron la ira —respondió Mildri.

—Hm —Vidgis sonrió—, había olvidado lo competitivos que son los berserks.

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