Volumen Diecinueve: Una Nueva Era - Tercera Parte

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—Antes era sólo un niño, hijo de la familia real... —habló Casper, sonrojado, mirando la taza de té que sostenía.

—Y yo una niña, entrenada para la corte y con un padre sobreprotector —le sonrió Érika.

—Éramos unos tontos —dijeron al unísono.

Dos días habían pasado desde los funerales que silenciaron a Creación, y ambos jóvenes al fin se reunieron, después de cuatro años.

—¿Fue por ese padre sobreprotector que el Reino del Sol nunca contraatacó después de...? Bueno, de...

—Sí, así fue —al responder, fue ella quien se sonrojó—. Quería encerrarte y lo escuché gritar que te rompería la cabeza...

—... Eh... que bueno que no pasó...

—Pero no quería hacerme llorar de nuevo —se rio ella suavemente—, no después de mi reacción cuando te encerraron.

—No me lo recuerdes...

—Creación entera se enfrentó a un dios, una sacerdote del Sol hizo que una espada explotara en mi mano y matara a una Leona, estuviste ahí cuando mataron a cinco espadachines para liberar a Louis Kelm...

—... Tampoco quería recordar eso...

Mientras paseaban por el palacio alguna vez imperial, ahora perteneciente al Reino del Ciervo, Burke y Madelaine escucharon las risas de los dos jóvenes.

—Tu hermana parece feliz de nuevo —le comentó la diplomática al paladín.

—Sabía que se alegraría al ver a Casper... de no ser por eso, nunca la hubiera traído con él.

—Tienes más de tu padre de lo que crees.

—Eso espero, sería genial tener esa fuerza.

—¿Para qué? Vivimos en paz ahora.

—... Para... eh...

—También eres más parecido a Casper de lo que crees.

La risa de Madelaine sonó más fuerte que las de ambos jóvenes unidas cuando vio la mirada que le dedicó Burke.

Afuera del castillo, dándole la espalda, caminaban sujetos de un brazo Dieter y Emma Kendrik.

—Nos llamarán cobardes en el reino... —decía ella, bastante enojada.

—Si es que decidimos volver. El imperio ya no existe, hay paz en Creación... podemos hacer lo que queramos.

—¿No les daría eso la razón al llamarnos cobardes?

—Pues que se queden con su maldita razón, ¿qué nos importa?

—Somos paladines. Tenemos honor que defender.

—Antes, pedirle al imperio y los Bonham que nos recibieran parecía lo más honorable, y... bueno...

—... Y nos hicieron quedarnos aquí cuando deberíamos haber ido a pelear... tal vez tengas razón.

—No lo sabremos hasta que decidamos algo, así que dime, ¿volvemos o...?

—Nos vamos.

—Excelente, Emma, excelente.

Nadie escuchó sus pasos alejándose, en cualquier dirección excepto al oeste, a cualquier lugar que no fuera el Reino del Sol. La voz de Hanna sonaba mucho más alto, aunque estaba bastante lejos.

—¡¡Veo que aún hay voluntarios!! —rugía la mujer tanto titán como salvaje—. ¡¡Díganme sus nombres!!

—¡Corwin Hallselt!

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